El científico José María Rojas Cabañeros en Majadahonda tras la entrevista

FEDERICO MTNEZ. José María Rojas Cabañeros es uno de los pocos científicos españoles, si no el único, que vive y trabaja en Majadahonda (Madrid). Estuvo militando de Ciudadanos (Cs) hasta que se dio de baja en el partido descontento por lo que estaba sucediendo. Ahora es uno de los máximos dirigentes de «Pie en Pared«, una asociación que promueve la batalla cultural dentro del panorama político español para deshacer lo que consideran apriorismos, prejuicios y tópicos que a su juicio están lastrando la economía y la convivencia en España. La pandemia del coronavirus, que él sufrió, aplazó un encuentro presencial en forma de comida que teníamos incluso reservado en estos mismos días de febrero de 2020. Pero no se quedó quieto -algo imposible en ser humano tan activo y animado– y sus artículos en MJD Magazin han tenido un formidable éxito de público, crítica y audiencia. Tres años después me llamó para mantener ese encuentro que parecía eternamente aplazado y la larga entrevista se celebró finalmente en el restaurante Verde Oliva de Majadahonda el 10 de febrero (2023). El resultado es un extenso y fructífero diálogo que se publica por capítulos abordando en principio su propia biografía y después materias como la educación, la cultura, la economía, la política nacional y por último la política local. Alguien definió a este tipo de «influencer» de la sociedad civil (fue elegido por los lectores como uno de los «personajes del año 2022» en Majadahonda) como «versos sueltos» por su acentuado concepto de la libertad individual, su libre pensamiento y su atinada capacidad de crítica. Aquí les presento a José María Rojas Cabañeros en «estado puro».


Federico Martínez y el científico José María Rojas

Cuéntanos quién es José María Rojas Cabañeros... –Mi madre es de León, mi padre nació en Santander y yo en León en 1958, soy hijo único. Allí estudié bachillerato y empecé la carrera de Biología hasta que me trasladé a la Universidad Autónoma de Madrid en 1978 para hacer Biología Molecular, una especialidad nueva donde estábamos químicos y biólogos. Era una licenciatura de Ciencias, ligada al Centro de Biología Molecular (CBM), que se había construido para traer de Estados Unidos a nuestro Premio Nobel, Severo Ochoa. Y ciertamente luego vino, pero bastante más tarde. Allí había científicos tan brillantes como Margarita Salas, Eladio Viñuela, Antonio García Bellido, Federico Mayor Zaragoza¿Llegaste a conocer a Margarita Salas? –Sí, hice la tesina de licenciatura bajo su dirección y empecé el doctorado, pero entonces no lo concluí, pues la vida tiene giros complicados. Lo que ocurrió es que, cuando iniciaba el doctorado en el CBM (1981), la salud de mi padre se complicó por una insuficiencia cardíaca, debida a un daño en las válvulas del corazón. Hoy en día esta enfermedad se cura mediante válvulas protésicas pero entonces no existía tal tecnología. Cuando enfermó mi padre, tuve que replantearme algunas cosas y entre ellas decidí trabajar aquí, en el Centro Nacional de Microbiología de Majadahonda, abandonando el doctorado con Margarita Salas (creo que ella nunca lo entendió). Mi padre murió un áspero febrero de 1983, tras un proceso paulatino de desgaste.

¿Has heredado la ideología política de tu padre?. En mi caso, con la edad, creo que cada vez me parezco más… –Políticamente, aunque mi familia materna era próxima a la UCD, él tenía ideas cercanas más a la izquierda y en su juventud había militado en la Asociación al Servicio de la República (el movimiento político fundado a principios de los años 30 por José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala). Pienso que, en esos días, él estaba contento porque había ganado Felipe González el otoño anterior. No sé lo que pensaría ahora, cuando se han producido tantos cambios en los ideales iniciales, pero sí te digo que tengo una tremenda admiración por lo que fue mi padre: era catedrático de Lengua y Literatura en un Instituto de León y aunque por sus ideas sufrió la represión franquista (con la imposibilidad de hacer el doctorado con Ortega), jamás me transmitió odio hacia el régimen, aceptando la condición humana con suma dignidad (esa es la auténtica memoria histórica). Mi madre también se dedicó a la enseñanza, fue profesora de Matemáticas y una luchadora infatigable que sigue manifestando una inteligencia lógica y emocional de primera línea. Ambos son el ejemplo para guiarme en la vida y la fuente de esos valores de que sin esfuerzo nada es posible.

Es curioso porque Mayor Zaragoza también vive en Virgen de Icíar (Majadahonda). Y con su madre viva… -Sí, conozco a su hijo Federico Mayor Menéndez, gran investigador y de una promoción anterior a la mía. Mi relación con Mayor Zaragoza fue muy concreta y ocurrió cuando era ministro de Educación con la UCD (por medio de mi tío Toño, hermano de mi madre y mano derecha de Martín Villa), para consultar precisamente la conveniencia de mi traslado a la Universidad Autónoma de Madrid. No me llegó a dar clase, porque él estaba ya en política. ¿Vivías ya en Majadahonda? –Al principio residí en el Colegio Mayor “Cesar Carlos”, un centro de posgraduados (doctorandos y opositores a altos cuerpos de la administración), después viví en Las Rozas. Hice lo contrario de lo habitual: primero aprobé las oposiciones y luego terminé el doctorado. La Tesis Doctoral fue una promesa a mi padre poco antes de su muerte y en 1991 me doctoré con un trabajo sobre la variabilidad de los virus herpes simplex. Un par de meses después me casé y en abril de 1993 nos fuimos a Estados Unidos, iniciando la etapa posdoctoral en el National Cancer Institute de los NIH del gobierno federal. Fueron momentos complicados porque acababa de fallecer mi suegro y todo era muy duro. Antes había estado con Manuel Perucho en una estancia de un año en California (San Diego, 1989-1990), pero el posdoctoral fueron 3 años y medio en la costa Este, en concreto en Bethesda (Maryland), trabajando en el grupo de Eugenio Santos, investigador español y uno de los descubridores (junto a Mariano Barbacid) del oncogén H-Ras. Eugenio Santos dirige actualmente el Centro de Investigación del Cáncer (Salamanca), un gran científico y mejor persona.

¿Como fue tu vida en EE.UU? Bethesda es una población cercana a Washington D.C., con distancia similar a la de Majadahonda a Madrid. Fueron épocas complicadas porque me diagnosticaron un tumor en el pulmón derecho y, aunque resultó benigno, nos dio un gran susto. Allí descubrí lo rápido que funciona el sistema americano de salud (siempre que tengas un buen seguro), porque fue detectarlo y ¡boom!, en un mes se solucionó todo. Era un tumor embrionario, uno denominado “hamartoma” del que  me operaron rápidamente, escindiendo el lóbulo inferior pulmonar derecho. Un año más tarde nació mi hijo: siempre digo que el mejor resultado de mi etapa posdoctoral fue su nacimiento, pues creo que ser padre es lo más hermoso que puede ocurrir como ser humano y, hasta que no lo eres, no te das cuenta de cómo te cambia la vida. Antes estás casado, vives en pareja o estás de novio, viviendo juntos… pero la paternidad es otra cosa y me llevó a replantear la vuelta a España: tenía miedo, porque había adquirido la plaza aquí por oposición, había pedido un permiso que se acababa y jugársela por estar en Estados Unidos… Si estás solo y con tu mujer vale, pero con un hijo… Y así empecé la carrera científica en España. ¿Esa decisión entraña no sólo venir a trabajar en Majadahonda sino vivir también en Majadahonda? –Inicialmente, buscamos piso en Las Rozas, que fue donde viví de soltero y los primeros años de matrimonio, pero Majadahonda nos gustaba y encontramos un piso en la urbanización Horizonte. Y aquí estamos desde octubre de 1996, un mes después de regresar de Estados Unidos. Próximo capítulo: la Educación Pública y Privada.

Majadahonda Magazin