LOS AUTORES. *El libro «Majadahonda, Villa del Real de Guadarrama» se presenta en la Biblioteca Francisco Umbral de Majadahonda por el historiador Alfonso de Ceballos este lunes 14 de octubre (19:00 horas). La segunda capellanía en importancia era la de Ánimas, cuyo patronato recaía en el párroco de Santa Catalina y en los alcaldes ordinarios de Majadahonda, y contaba además con un administrador y un capellán encargado de decir las misas. Se fundó en 1772 como resultado de fusionar las Obras Pía de Ánimas y las veintiuna memorias de misas existentes en la parroquia. El primer capellán fue Manuel Llorente Labrandero, que abandonó apenas un año después, sucediéndole Justo Álvarez. Durante el Trienio liberal (1820-1823), los también liberales Isaac Álvarez, su sobrino Saturio y el mesonero Cesáreo de Rozas, fueron denunciados por los alcaldes locales Florencio Labrandero y Pedro Ignacio Magdaleno ante el corregidor de Madrid, bajo la acusación de haber formado una liga que amenazaba personas y bienes y alteraba el orden de la población. El destacamento de Voluntarios Realistas de Majadahonda estaba mandado por los hermanos Florencio y Manuel Labrandero, siendo el primero su teniente-comandante y el segundo su alférez y segundo comandante; esta milicia se financiaba en parte por el municipio y en parte con donativos de algunos vecinos acomodados.
NUEVAMENTE ENCONTRAMOS EN MAJADAHONDA LOS ECOS DE LA ALTA POLÍTICA, y a algunos viejos conocidos ajustando sus posiciones a la nueva situación. El mismo año de la muerte de Don Fernando VII, 1833, los hermanos Florencio y Manuel Labrandero fueron designados para ocupar respectivamente los cargos de Alcalde de la Santa Hermandad y Procurador Síndico General. Pero un grupo de liberales, entre los que destaca Francisco Bustillo (el represaliado del Trienio) se quejó ante el Corregidor de Madrid, alegando que ambos pertenecían al Cuerpo de Voluntarios Realistas, y que por tanto eran poco adeptos a Doña Isabel II. El Corregidor pidió informes al Ayuntamiento de Aravaca, y las justicias de este pueblo respondieron que efectivamente Florencio no era digno de tal cargo, por inspirar poca confianza en cuanto a su adhesión a la Reyna N.S. y su augusta Madre la Reyna Gobernadora, pero que Manuel era, aunque pobre, hombre de buenos sentimientos. En consecuencia, Manuel Labrandero fue confirmado en su cargo, pero no Florencio, que fue sustituido por Andrés de Rozas, uno de los firmantes de la denuncia.
CONOCEMOS LOS NOMBRES DE ALGUNOS DE LOS ALCALDES MAJARIEGOS, aquellos que desempeñaron el cargo durante los años que corrieron desde la Restauración y la Regencia hasta la II República: don Pedro Labrandero Sanz (el tío Perico), entre 1890 y 1894, y su hijo y sucesor don Hipólito Labrandero Magdaleno, entre 1894 y 1897. Pedro Labrandero Sanz y su hijo Hipólito Labrandero Magdaleno, que en 1893 eran los mayores propietarios de tierra de Majadahonda. Además de los bienes que poseyera con anterioridad y los que adquirió procedentes de la desamortización, los Labrandero fueron adquiriendo a partir de 1869 otras tierras, bien al Estado procedentes de las subastas por impago de contribuciones, bien a otros particulares, entre los que resulta especialmente digno de mención León Lodre. El caso es que en 1893 Hipólito Labrandero Magdaleno había dado de alta un total de 377 fanegas de tierra (unas 130 Has.). En 1893, los nueve vecinos majariegos más acaudalados poseían el 45% de la tierra de los vecinos y el 32% del total amillarado. Son Manuel Bustillo Magdaleno, Marcelino Bustillo Montero, Juan Bustillo, Pedro Labrandero Sanz, Hipólito Labrandero Magdaleno, herederos de Eustaquio Martín, Aniceto Magdaleno Labrandero, Juan de Rozas y Tomasa de Rozas Labrandero.
ENTRE LOS AÑOS 1866 Y 1869 SE PADECIÓ UNA SEQUÍA PROLONGADA que dio lugar a un espectacular aumento del precio de los alimentos, sobre todo del trigo: en el mercado de Madrid la fanega dobló su precio entre los meses de septiembre de 1865 y 1868, pasando de 38,4 reales a 76,4. Las repercusiones en Majadahonda eran inevitables, y algunos medianos propietarios se vieron obligados a hipotecar parte de sus bienes a un interés altísimo, que podía alcanzar hasta el 14% anual, para salir al paso de las necesidades. Entre ellos encontramos a algunos miembros de las familias más conocidas de Majadahonda: Isabel Labrandero Sanz, Cipriana Labrandero Montero, viuda de Eladio de Rozas Llorente, Agustín de Rozas Herranz, Jesús Labrandero Morales y Genero Bustillo. En esta ocasión todas las hipotecas fueron canceladas de acuerdo con el contrato inicial, pero no obstante 78 propietarios de Majadahonda, pequeños propietarios casi todos –aunque también hay algún residente en otro pueblo o en la capital, y hasta dos prestamistas especuladores de origen francés: Eduardo Carlier y Juan Geli– sucumbieron ante la crisis y fueron embargados por el Estado, al no poder hacer frente a la contribución en años sucesivos.
EL REDUCIDO ESPACIO NO ERA EL ÚNICO PROBLEMA DEL CEMENTERIO DE MAJADAHONDA, pues el alcalde Pedro Labrandero Sanz se quejaba en 1892 de que los derechos de rompimiento (apertura) de sepulturas eran excesivos, y para persuadir al obispado de que los rebajase procedió a la creación de un cementerio civil destinado en principio a la inhumación de aquellos que no muriesen en la fe católica, que se ubicó en unas tierras contiguas a las del cementerio católico que para tal efecto había cedido Juan de Rozas Casado. Finalmente, el asunto se zanjó en 1895, siendo alcalde don Hipólito Labrandero Magdaleno, al incorporarse al cementerio católico los terrenos del cementerio civil, y comprometiéndose el Ayuntamiento a pagar a la iglesia parroquial 25 pesetas anuales. *El libro «Majadahonda, Villa del Real de Guadarrama» se ha publicado en septiembre de 2024 en formato digital e impresión bajo demanda. Para adquirir un ejemplar escriba solicitándolo a redaccion@majadahondamagazin.es y la editorial se pondrá en contacto con los solicitantes. CONSULTE OTROS CAPÍTULOS DEL LIBRO PINCHANDO AQUI.
¿Va a haber coloquio en la presentación del libro esta tarde? Sería muy interesante que lo hubiera y oirlo. Gracias.