Remdesivir: emergencia contra el Covid

JOSÉ Mª ROJAS CABAÑEROS. La Covid-19 causada por el virus SARS-Cov-2 tiene dos fases diferenciadas, que a la vez suponen dos ventanas para estrategias terapéuticas distintas, dejando aparte la prevención por vacunas que será objeto de otra columna. En un primer momento, la infección se localiza en el epitelio nasofaríngeo, aunque con tendencia a ir hacia los pulmones. Esta etapa distingue a los asintomáticos y a los pacientes con síntomas muy leves, del resto. En esta fase es donde existen las diferencias individuales frente al virus, basadas tanto en el respuesta inmune innata (macrófagos y células NK) y en la adquirida (inmunidad celularlinfocitos T– y humoral -anticuerpos generados por linfocitos B-), que ya expliqué en anteriores columnas. En esta etapa son más eficaces los compuestos antivirales. Aunque no existe ningún fármaco especialmente diseñado contra este virus, hay sustancias (utilizadas en otros campos de la medicina) que se ha visto que pueden funcionar, descartando la hidroxicloroquina por su alta toxicidad hepática. Así, la compañía Gilead Sciences ha conseguido la aprobación por la FDA (Agencia Americana de Alimentos y Medicación, equivalente a la Agencia Europea del Medicamento) del antiviral Remdesivir en uso de emergencia contra el SARS-Cov-2.


El Remdesivir pertenece al grupo de los análogos de nucleótidos que fue desarrollado como un tratamiento contra el Ébola y que luego se ha visto que es activo frente a otros virus (respiratorio sincitial, virus de Junin, virus de la fiebre de Lassa) incluyendo coronavirus, aunque su uso incrementa el riesgo de daño renal. Otra sustancia potencialmente activa es el Avifavir (o Flavipiravir) desarrollado por el Fondo Nacional de Inversión Ruso y el grupo farmacéutico ChemRar y que es un derivado de la pirazinamida originalmente usado para tratar la gripe (virus influenza) en Japón desde 2014. También se ha visto activo frente a otros virus (virus de la fiebre amarilla, virus del Delta del Nilo etc). Según un estudio publicado en la revista Lancet, puede ser eficaz la combinación de tres fármacos (Lopinavir, Ritonovir e Interferón beta-1a) que también se usan con otros virus (como el VIH1, con pacientes de SIDA), aunque el uso del Interferón beta-1a es polémico, pues puede ser más perjudicial que efectivo al incrementar la cantidad de Ace2 (el receptor celular del SARS-Cov-2).

Dres. Isabel Sola y Luis Enjuanes

En España se está probando el compuesto Aplidina (Plitedepsin) de la compañía PharmaMar S.A. y que procedente del mundo marino (de una ascidia, tunicado, Aplidium albicans) tiene actividad anti-tumoral (aprobado su uso en Australia contra el mieloma múltiple). Tanto los estudios pre-clínicos, como los primeros datos de la fase I de ensayos clínicos parecen indicar que Aplidina es mil veces más potente que el Remdesivir. Otra vía consiste en el uso de los sueros de las personas que se han curado, algo que ya se probó con éxito con la enfermedad del Ébola, pues esto sueros contienen anticuerpos que bloquean al virus. La multinacional de hemoderivados Grifols ha iniciado la obtención de estas inmunoglobulinas hiperinmunes. No obstante, la limitación es la cantidad disponible. Para paliar eso, está la biotecnología con la generación de anticuerpos monoclonales (absolutamente específicos) y en ese sentido hay un proyecto europeo muy prometedor en el que intervienen los grupos de investigación de los doctores Isabel Sola y Luis Enjuanes del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC-UAM).

La gravedad de la Covid-19 viene de la siguiente etapa, cuando el cuerpo del paciente reacciona de forma brutal contra la infección, generando una tormenta de citoquinas inflamatorias que genera, por la inflamación y la activación trombogénica, los principales daños en pulmones y otros órganos que llevan al colapso del paciente. El tratamiento en esta fase va dirigido contra la respuesta inflamatoria y trombogénica del propio paciente. Por eso se les suele inyectar heparina, para evitar los trombos, y se les trata con fármacos como la Anakinra, que bloquea la actividad biológica de la Interleuquina 1 (IL1, una citoquina responsable de las inflamaciones locales) o el Tocilizumab que se une a los receptores de la Interleuquina 6 (IL6, citoquina asociada también a procesos inflamatorios).

Finalmente, en esta misma línea está el uso de la Dexametasona, un glucorticoide sintético conocido previamente y con potentes efectos antiinflamatorios e inmunosupresores, y que se ha demostrado su eficacia en la Covid-19 con el estudio británico “Recovery”, en el que se analizaron más de 6.000 pacientes. En este estudio se demuestra que la Dexametasona redujo la mortalidad en un tercio de los pacientes que necesitaron ventilación artificial y en un quinto de los que recibieron oxígeno solamente. Estos resultados son espectaculares, pero conviene ser cautos pues estos compuestos (incluida la Dexametasona) sólo pueden usarse en situaciones muy graves y con un control profundo de la dosis, para evitar diversas complicaciones. La conclusión final puede ser un lema que se difundió hace unos días en las redes sociales: hay que seguir apoyando de forma estable y eficaz a la investigación científica pues “sin ciencia no hay futuro”.

 

Majadahonda Magazin