LIDIA GARCIA. Una de las novedades que trajo la reciente presentación el 14 de octubre (2024) en la Biblioteca Francisco Umbral del último libro sobre la Historia de Majadahonda del historiador Alfonso de Ceballos fue descubrir que esta ciudad se fundó en el año 1.434 «cuando los pastores de la Mesta eligieron un lugar de la tierra de Madrid, sito entre dos lagunas (Majada Honda), para abrevar y descansar su cabaña de ovejas merinas y a poco aparecieron las primeras casillas y hasta una iglesia» antes de partir de nuevo hacia Extremadura. «Mover 200.000 ovejas era una auténtica operación militar», dice Ceballos, que recuerda como posteriormente, en la época de los Reyes Católicos, el Consejo de Madrid se refugió en Majadahonda durante una peste y allí celebró sus sesiones hasta que pasó el peligro. Lo más curioso de todo es que las ovejas que «fundaron» Majadahonda se esquilaban en un pueblo de Segovia llamado Cabanillas del Monte, situado a 45 minutos de Madrid. Y aún conserva el lugar, la «Casa del Esquileo«, que ha sido restaurada y convertida en un precioso espacio para bodas y eventos. MJD Magazin la visitó durante una exitosa presentación y degustación de los exquisitos Chocolates Matías López, que se elaboran en El Escorial con cacao procedente de Venezuela, y obtuvo estas sorprendentes imágenes.
LA «CASA DEL ESQUILEO»: DE SEGOVIA A EXTREMADURA PARANDO EN MAJADAHONDA (MADRID): «Su origen se data en la época repobladora de esta zona de la Sierra de Segovia, hoy llamada de Guadarrama: entre finales del siglo XI y comienzos del XII, tras la definitiva reconquista de todo el valle del Duero. Según las crónicas, la ciudad de Segovia se repobló en el año 1088. Enseguida, en estas tierras se consolidó una red de vías pecuarias de antiquísimo origen, claramente prerromano: se favorecía así la movilidad de los rebaños. Las cañadas serán, pues, las vías por las cuales los grandes rebaños de ovejas merinas van a protagonizar el fenómeno de la trashumancia, en busca de los pastos de invierno o verano. En el año 1273, el Rey Don Alfonso X el Sabio institucionalizó toda esta amplia organización ganadera, creando el Honrado Concejo de la Mesta.
EMPLAZAMIENTO DE LA FINCA DEL ESQUILEO. La provincia de Segovia goza de una posición estratégica privilegiada dentro de la red de cañadas peninsular, con el paso de tres cañadas y numerosísimos cordeles, veredas y coladas (según la anchura de la vía), que partían de la cañada principal a las poblaciones, ranchos de esquileo, etcétera. La cañada que pasa muy cerca de Cabanillas del Monte es la Soriana Occidental, más conocida como cañada de la vera de la Sierra: desde Villacastín a Riaza, uniendo las provincias de Ávila, Segovia y Soria. Más que un camino, y en gran medida debido a la anchura fijada para esta clase de vías (90 varas castellanas, o sea 75,22 metros), la cañada constituía un pastizal alargado para las ovejas merinas. Así, Cabanillas, como el resto de los pueblos serranos, conjuga dos circunstancias muy favorecedoras para su economía: la riqueza de pastos, y la coincidencia del período de esquileo, justo al paso de los grandes rebaños por sus tierras. A lo largo de la cañada de la Vera de la Sierra se encuentra la mayor concentración de ranchos de esquileo de toda la Península. No es de olvidar que Segovia fue, entre 1500 y 1700, la capital industrial de Castilla, siendo famosos sus paños finos en toda Europa y en las Américas.
LAS ESCRITURAS DE LA FINCA. Las primeras noticias del esquileo se remontan al año 1584, fecha en la que D. Juan Bermúdez de Contreras, regidor de Segovia y teniente de alcaide del Real Alcázar, compró estas posesiones en Cabanillas. En su testamento, de 1608, ya se citan una casa con dos esquileos, y sus lonjas y encerraderos. Sus descendientes lo vendieron en 1757 a D. Gabriel de Silva y Herrera, quien ya esquilaba su cabaña merina en estas instalaciones desde 1730: desde entonces, la propiedad permanece en la misma familia. Serán su hija y su yerno don Francisco Javier de Escobar y Torres, regidor de Segovia, quienes entre 1761 y 1762, levanten a fundamentos el complejo de edificios para esquileo y la casa señorial que hoy conocemos -rancho, lonjas, bache, casa y oficinas correspondientes-, bajo la dirección de D. Manuel Díaz de Gamones, arquitecto del Rey Don Carlos III en el vecino Real Sitio de San Ildefonso. En 1798, la propiedad pasó a la hija de Escobar, casada con el cuarto Marqués de Lozoya, heredándolo los sucesivos Marqueses hasta que en 1910 pasa a sus descendientes los Vizconde de Altamira de Vivero, y en 2019 a sus primos los Vizcondes de Ayala, Marqueses de la Floresta.
ARQUITECTURA DE LA CASA DEL ESQUILEO. Dentro del conjunto de edificios que forman este rancho de esquileo destacan la vivienda de los señores, la zona industrial o esquileo, y la zona del encerradero de las ovejas. La vivienda –en uno de cuyos hastiales está inscrita la fecha de 1762- consta de dos plantas y sus muros son de mampostería; los huecos tienen dintel, jambas y alféizar de granito. En el interior, numerosas habitaciones y dependencias para albergue de dueños e invitados, con carpinterías originales del siglo XVIII. Comunica la vivienda en su primera planta directamente con la nave del esquileo a través del oratorio: un gran balcón cerrado con portones, en el que se abre un altar desde donde se decía la misa a los esquiladores durante su faena en domingos y festivos.La nave del esquileo es un gran rectángulo y consta de dos espacios separados por un muro medianero: el esquileo, propiamente dicho, con una altura de seis metros e impresionante viguería de madera, que en sus 330 metros cuadrados daría cabida a 120 esquiladores o tijeras; y el bache o sudadero para las ovejas, éste con el techo mucho más bajo para forzar la sudoración del ganado y así facilitar el corte de la lana.
EN LAS PAREDES DE LA NAVE DE ESQUILEO, PASTORES Y ESQUILADORES NOS HAN DEJADO PINTADOS CON ALMAGRE SUS NOMBRES, algunas frases, hierros de la cabaña o curiosos dibujos. La nave del esquileo es un gran rectángulo y consta de dos espacios separados por un muro medianero: el esquileo, propiamente dicho, con una altura de seis metros e impresionante viguería de madera, que en sus 330 metros cuadrados daría cabida a 120 esquiladores o tijeras; y el bache o sudadero para las ovejas, éste con el techo mucho más bajo para forzar la sudoración del ganado y así facilitar el corte de la lana. En las paredes de la nave de esquileo, pastores y esquiladores nos han dejado pintados con almagre sus nombres, algunas frases, hierros de la cabaña o curiosos dibujos. Dos puertas comunican el rancho con las lonjas donde se apilaba la lana recién cortada. Hay también algunas otras dependencias menores, como cocinas y despensas para la manutención del personal. Una puerta –cegada en la actualidad- permitía el paso desde el rancho a la peguera, lugar donde se marcaban las reses, ya en la zona del encerradero, y que hoy es un corral a cielo abierto que da a una de las puertas principales del complejo. Todo el recinto está rodeado de buenos muros que cierran los patios. Entre el patio central, situado junto al esquileo y que da acceso a la casa de los señores, se encuentra otra nave porticada que era la casa de los esquiladores y pastores mientras duraban las tareas del esquileo.