
«A los pies de Venus»: Continuación de El Papa del mar, en la que se da inicio a la historia amorosa que liga a Claudio Borja, un joven poeta valenciano, y Rosaura Salcedo, una rica dama argentina. Si en la anterior era Claudio quien introducía la acción paralela narrando a Rosaura la historia del cismático Benedicto XIII, el Papa Luna, aquí es Baltasar Figueras, tío de Claudio, quien evoca vivamente el ascenso y apogeo de los Borgia en la Roma del siglo XV, una ciudad “postrada a los pies de Venus, divinidad despertada después de tantos siglos de sueño mortal”.
VICENTE ARAGUAS. (4 de julio de 2025). «A los pies de Venus». Cuando el cónclave que trajo consigo a León XIV, este Papa tan discreto, tan “un no sé qué que queda balbuciendo”, que dijo San Juan de la Cruz, en fenomenal aliteración, comentaba con Federico Martínez Utrera (parcial de Blasco Ibáñez como yo mismo) la posibilidad de escribir sobre “A los pies de Venus”, la segunda novela del autor valenciano sobre tribulaciones papales. La primera fue “El Papa del Mar”, alrededor de aquel Benedicto que no se apeó de sus XIII a bordo del Castillo de Peñíscola, y murió convencido de la legitimidad de su papado. De manera que, en estos días de finales de junio, calurosos hasta el veneno (como el atribuido sin fundamento a los Borja/ Borgia) me dediqué, de nuevo, a Blasco, releyendo “A los pies de Venus”, ya sin los entusiasmos juveniles, pero sí con “la luz del entendimiento” lorquiano y maduro. Novela en la que reaparecen Claudio Borja, y la viuda de Pineda, su amante circunstancial como eje relator de las andanzas de Calixto III, Alejandro VI, los papas Borgia, y quienes se movieron alrededor de ellos en momentos ciertamente turbios para la Iglesia de Roma.
ALEJANDRO VI, NACIDO RODRIGO BORJA, PADRE DE UNA PROLE MUY INTERESANTE, hijos diversos, entre los que destacan Lucrecia y César. Lucrecia, la pobre, ha quedado en la historia como paradigma de lascivia y hechicerías varias. Blasco Ibáñez, lejos de caer en tópicos, bien poco justificados, analiza su personalidad de dama renacentista, perjudicada por la mala prensa de su padre, un hombre inteligente y maniobrero, estudiante en Bolonia, y miembro de una familia levantina, él mismo nacido en Xátiva, atacada por sus numerosos enemigos por ser “españoles” y “judíos”. Para los parámetros de hoy, la vida de Alejandro VI fue exagerada, tanto como la de aquel Martín Romaña del escritor peruano Bryce Echenique (los banquetes vaticanos, los carnavales, tal como los descritos por Blasco Ibáñez, parecen propios de emperadores romanos). Y, sin embargo, ese esplendor que hoy observamos quienes año tras año (es mi caso) visitamos las estancias vaticanas no tenía otro objeto que fascinar al personal, con la idea de lo que podría venir en el paraíso que le esperaba, caso de que su comportamiento fuese el apropiado.









Muchas gracias D. Vicente por la recomendación pero, no obstante, como lectura de verano de este 2025 yo he empezado por su libro «Viaje al país de la luna» en el ejemplar que tuvo Ud. la amabilidad de dedicarme el día de su presentación en nuestra biblioteca Francisco Umbral, y aprovecho para decirle que me ha gustado mucho. Ahora ya puedo pasar a otra cosa, incluso a Blasco Ibáñez. Buen verano
Muchas gracias, Don Ángel. De Vicente a Vicente mi tocayo me adelanta en muchas millas, marinas o no. Pero con elogios como el suyo me siento muy a gusto y con ganas de no cejar en la escritura. Gracias y un abrazo, amigo.
Qué suerte Vicente que ya andes por Ferrol de veraneo, recomendando lecturas interesantísimas. Los Borja/Borgia menuda familia renacentista. Lucre cia víctima de incesto por su padre y hermano, usada como moneda de cambio en sus matrimonios concertados y fulminados por ellos, menos el último que parece le dio cierto sosiego y felicidad rota por la muerte de postparto, como sí era habitual en aquel tiempo…
Tal cual, querida Teresa. O tempora o mores. Tan bien recreado por uno de mis novelistas de cabecera. Un fuerte abrazo galaico, sí.