Representación de los soldados cegados volviendo la corte de Samuel

GREGORIO Mª CALLEJO HERNANZ*. Quiero hoy buscar otro enfoque al poliedro de las manifestaciones de la crueldad. Si en las dos anteriores entregas vimos a dos mujeres ejerciendo y consolidando el poder por medio de la atrocidad y a un bufón novelesco que no dudaba en ser cruel como forma de adulación a los poderosos, hoy quiero fijarme en los seres sufrientes, en los humillados y ofendidos de la Historia, en aquellos sujetos dolientes de la barbarie humana. Es común citar los sucesos históricos en su contexto, desarrollo y consecuencias, pero quizás en ese proceso acabamos minusvalorando que dentro de la Historia hay infinidad de historias, miles de vidas afectadas por el suceso concreto. Me quiero referir aquí a una de los mayores actos de barbarie que se conocen del medievo (y ya es complicado entrar en ese ranking): Los sucesos inmediatamente posteriores a la batalla de Kleidion, en el año 1014.


El Imperio Bizantino llevaba más de doscientos años guerreando contra el Imperio Búlgaro. Bulgaria era un territorio hostil y que generaba terribles problemas al Imperio de los Romanos. La gloria del Primer Imperio Búlgaro, su esplendor en los siglos IX y X, parten de la base de humillantes derrotas a los bizantinos. Incluso la muerte en batalla de un Emperador: Nicéforo. Sí, Nicéforo, el que había sucedido en el trono a nuestra ya conocida Santa Irene. Corría el año 811. Nicéforo había cometido atrocidades sin límite contra los búlgaros antes de que éstos presentaran batalla. El Kan búlgaro Krum, después de aniquilar a los bizantinos en la batalla de Pliska, se vengó bebiendo vino en una copa preparada con el cráneo del propio Emperador.

Basilio II

Siguieron a éste enfrentamiento muchas más batallas y sobre todo se generó una infinidad de odio entre los dos contendientes. Pero en el año 976 llega Basilio II al poder en Constantinopla. Basilio hace frente a dos terribles guerras civiles que determinan la configuración final de su carácter. Tenaz, obstinado, riguroso, meticuloso hasta el extremo, y extraordinariamente desconfiado. Sabiendo de los riesgos que conllevaba rodearse de compatriotas en la corte, había decidido traer a seis mil vikingos de Rusia para que formasen su ejército de vanguardia y su fiel guardia leal, la temible Guardia Varega. Y Basilio había decidido poner fin a la cuestión búlgara. Pero todos sus esfuerzos estaban resultando inútiles frente a la inteligencia y buen hacer del Zar búlgaro, Samuel, que con menos efectivos y en situaciones de desventaja sabía aprovechar cualquier debilidad del rival para conseguir victorias que irritaban profundamente a Basilio.


Samuel de Bulgaria

Finalmente Basilio consiguió vencer a Samuel en Kleidion. El Zar pudo huir a la ciudad macedonia de Prilep a unos 200 kilómetros del campo de batalla. Basilio fue implacable. Cuentan las crónicas que tomó quince mil prisioneros. Basilio ordenó dividirlos en grupos de cien. Y sistemáticamente sus verdugos fueron sacando los ojos de todos ellos, de todos menos de uno de cada cien, a quienes cegó sólo de uno ojo, y les ordenó que guiasen a los otros noventa y nueve hasta la corte del Zar. Cuentas las crónicas que cuando Samuel contempló en el patio de su palacio a su ejército, convertido en una multitud de mutilados, sufrió un ataque al corazón y falleció a los pocos días. A partir de ahí, el Imperio búlgaro se desmoronó y al cabo de tres años era ya de nuevo parte del Imperio Bizantino. Basilio había acabado con el problema búlgaro de una forma aberrante, brutal, con una calculada e infinita crueldad. Devolvió a su tierra, envió a su Zar, a una generación entera de mutilados, de seres inutilizados.

Juan Eduardo Zúñiga

Juan Eduardo Zúñiga

Decía el gran eslavista Juan Eduardo Zúñiga en un artículo del año 2003 publicado en El País ,y haciendo una metáfora del episodio con modernas formas de dominación política, que “El malvado bizantino condenaba a Samuel a gobernar hombres incompletos, la peor afrenta a un soberano. Esta precisa reciprocidad con sus gobernados, ver y crear con ellos la obra común, sentirse odiado o admirado pero no rodeado de indiferencia, de desinterés y de ojos vacíos como tienen los súbditos a los que se les ha negado o arrebatado la visión política. Basilio II anticipó formas modernas de gobierno en la barbarie de su decisión”.

Batalla de Kleidion

Pero más allá del brutal hecho y de su contexto histórico, quiero centrarme en los desdichados soldados búlgaros y su terrible viaje. Kleidion se corresponde con un valle cercano al actual municipio búlgaro de Klyuch. No he visto ni siquiera que haya acuerdo entre los historiadores sobre hacia donde dirigieron los soldados sus pasos. Desde luego, desde el campo de batalla hasta Prilep hay unos ciento ochenta kilómetros. Si Samuel recibió a sus soldados no en Prilep sino en la capital ( entonces la ciudad Macedonia de Ohrid) el viaje se alarga doscientos kilómetros más. A día de hoy, y con ritmo normal, nuestro ya habitual asistente (google maps) nos da un tiempo para los caminantes hasta Prilep de un día y medio de marcha. En el año 1014 , los quince mil desdichados hubieron seguramente de cruzar (fuera cual fuera la ciudad en la que les recibió Samuel) la cordillera Besálica, la llamada “montaña brillante”, denominada así por su infinidad de cascadas cristalinas y por la belleza de sus laderas. Decía Juan Eduardo Zúñiga que no se sabe a costa de que penalidades llegaron los soldados cegados a palacio, cuantos cayeron por precipicios o cuantos fueron pasto de los lobos.

Me pregunto sobre ese viaje, y hablo con mis compañeros médicos forenses. Me hablan de que no debieron llegar demasiados a su destino. Muchos debieron fallecer por el shock hipovolémico que provocó la mutilación, es decir, lisa y llanamente murieron desangrados. Me hablan también de la afectación por infecciones concurrentes, e intentando ser rigurosos me estremecen diferenciando entre el dato (para ellos muy relevante) de si la lesión se hizo con hierro candente o a cuchillo, puesto que en el primer caso pudieran haberse cauterizado las heridas. Necesariamente muchos tuvieron que quedar en el camino, desangrados o devorados por la fiebre. Sabemos que al menos encontraban frecuentemente agua en su viaje y que desde luego no pudieron disfrutar de la belleza de las montañas tracias.

Representación del Kan Krum bebiendo vino en el cráneo del Emperador Nicéforo

Pero además de estos detalles tan macabros…, muchas preguntas me asaltan: ¿Qué importancia tuvieron los “samaritanos”? ¿Cuánta gente pudo asistir a los desgraciados soldados de Manuel en su epopeya? Los que sobrevivieron … ¿Cómo vivieron después? ¿Qué tipo de vida llevaron en un país ya decadente y a punto de ser invadido por entero? ¿Qué consuelo recibieron? ¿Nadie ha detallado en ninguna crónica su desgracia más que para narrar el éxito de Basilio y la desdicha de Samuel? ¿Y las esposas, las novias o los padres y los hijos? ¿Cuántas sufrieron el mismo terrible impacto que determinó la muerte del Zar? ¿Cómo vivieron sus familias sin la parte masculina trabajando el campo? Apenas he encontrado un relato escrito en español y que narra el viaje de los soldados de Samuel. Sé también que el desastre de Kleidion fue en el siglo XIX uno de los estandartes del modernos nacionalismo búlgaro, pero poco más encuentro, no ya de la batalla (sobre la que hay copiosa información) sino de las víctimas y su penoso periplo.

Pieter Bruegel el Viejo: La Parábola de los ciegos (1568)

Dicen los historiadores que las cifras de soldados mutilados en Kleidion son exageradas. Pero a estos efectos me da igual que fueran quince mil, o mil o tan sólo uno los atormentados. Me interesa poner a los caminantes del viaje más desgraciado como ejemplo de todas aquellas millones de historias que deja la barbarie humana en el camino de la Historia. Como ejemplos de toda la iniquidad y el sufrimiento que conlleva nuestra sorprendente capacidad de hacer el mal.*Gregorio Mª Callejo Hernanz es magistrado en Majadahonda y escritor.

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