El poeta Luis Rosales, gran amigo de Leopoldo Panero

El poeta Luis Rosales, gran amigo de Leopoldo Panero

PAULA BERBELL. La precaria situación laboral de Felicidad Blanc, madre, esposa primero y viuda después de los poetas Panero, fue seguida de cerca por el escritor Francisco Umbral, tan arraigado en Majadahonda, cuya insistencia logró finalmente cambiarle de destino en el Ministerio de Cultura gracias a una sucesión de artículos, el primero de los cuales posee hoy mayor valor biográfico, pues saca a relucir a todos los protagonistas de “El Desencanto”, película que los cines Zoco de Majadahonda vuelven a emitir en pantalla grande este 25 de agosto. Su recuerdo sirve también de referencia veraniega para a la ciudad de Astorga, que celebra este 27 de julio las primeras Jornadas de Homenaje al poeta Juan Luis Panero y que cuenta con la presencia de otra viuda: la que fuera segunda y definitiva esposa de Juan Luis Panero, Carmina Iglesias, tras su matrimonio en primeras nupcias con Marina Domecq Sainz de la Maza, de la que se separó al cabo de unos años. Su peculiar viaje de novios con la Domecq, que había comenzado antes de la boda, se produjo en 1970 y le da pie a pisar por primera vez Ciudad de Mexico, donde conoce a Alvaro Mutis, premio Cervantes y autor de la célebre novela «Maqroll el Gaviero». En el artículo, el tercero de esta serie, salen a relucir los poetas Luis Rosales, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y otros miembros de la Generación del 27 que fueron excluidos de la misma por cuestiones políticas y no poéticas ni generacionales.


Clavero Arévalo

Clavero Arévalo

Pero estábamos con Felicidad Blanc y Francisco Umbral, «en una garita del Ministerio de Cultura, a la puerta, en la portería, la portera de la fábrica de la cultura, título de folletín/ folletón, porque estamos viviendo una España de Eugenio Sue o de Fernández y González, caballeros de capa y espada, espadachines de Lope en la derecha, que hablan en los mítines «como sacando una espada», Felicidad Blanc, portera de la cultura, madame la portera, y ¿cómo puede funcionar un Ministerio de Cultura, qué cultura del misterio/ ministerio puede darnos un país, señor Clavero Arévalo, que tiene de portera a una de las madrileñas más gentiles de alma, hondas de corazón, ricas de voz y de historia? Felicidad Blanc”, escribía el autor afincado en Majadahonda.


Luis Rosales y Leopoldo Panero en Astorga

Luis Rosales y Leopoldo Panero en Astorga

“Me lo habían dicho, pero no lo había visto ni pensado. Hacía mucho que no iba yo a ese Ministerio. He ido ayer por la mañana y ella ha salido de su garita de portera/castañera, qué grandes lujos de país pobre, los nuestros, un poeta como Bécquer, nuestro Heine, de gacetillero, Ramón de solapista de libros (varios Ramones, querido Alonso Calvo), y Felicidad Blanc, uno de los más finos seres de nuestro paisaje femenino, virada de niña de Serrano a viuda de la guerra literaria, presente en las últimas apoteosis feministas, Felicidad (cuya mano de duquesa/portera besé con emoción) de recepcionista (siempre el eufemismo) a la puerta de un Ministerio. Sólo te falta, Felicidad, que te den tabaco a vender. ¿Tienes Ducados? ¿Tienes Fortuna?. Ni fortuna familiar ni ducado en Astorga, pero tu alma ducal e infortunada ha llegado hasta lo más hondo del desencanto sin perder la sonrisa irónica, borrada por el humo del cigarro. Esto era el desencanto, Felicidad, y no una fábula no-ficción bellamente filmada por Chávarri. El desencanto del celuloide rancio de la vida no tiene mucho que ver -ay- con el literario encanto del celuloide. En el almuerzo, en Lhardy, se lo dije a Luis Rosales: -Acabo de ver a Felicidad en el Ministerio”.

Fotos de Luis Rosales y Leopoldo Panero

Fotos de Luis Rosales y Leopoldo Panero

Juan Luis Panero habla en el libro «Después de tantos desencantos» con Federico Utrera acerca de Luis Rosales a propósito de la política y de su padre: “¿Inadaptado a la democracia? Tampoco vivió mucha democracia. Fue más bien rojo o desde luego de izquierdas en tiempos de la República, la única democracia que vivió. Después más bien fue un hombre desengañado de la izquierda, se pasó a un falangismo bastante utópico, muy a la sombra de Dionisio Ridruejo. Lo de fascismo es un poco exagerado, simplemente era de un falangismo un poco ridículo, como también lo fueron tantos otros, Luis Rosales, etc… Lo que pasa es que Ridruejo tuvo una actitud antifranquista más decidida o que mi padre murió demasiado pronto, cuando aún el franquismo estaba en su punto álgido. Y otros como Rosales se pasaron rápidamente a la democracia, pero eso son historias… Lo cierto es que mi padre fue primero un comunista equivocado y luego un falangista equivocado, pues equivocado lo fue en las dos vertientes, pero bueno…”

vicente-aleixandre-3-728“Mi padre tenía cierta relación con Don Juan a través de Luis Rosales, que era miembro del consejo privado de don Juan de Borbón. Cuando voy a leer a casa de Aleixandre por primera vez… Bueno, lo voy decir de una vez: la gente ha pensado que por ser yo el hijo mayor de Leopoldo Panero lo he tenido todo muy fácil en literatura. Y llamarse Panero ha sido la incomodidad más grande del mundo, porque, claro, la gente decía: «Ea, ahora el nene, como es el hijo de Leopoldo Panero, va a hacer su gracia y va a publicar su librito». Por otro lado, los amigos de mi padre eran Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Luis Rosales, y su poesía, su mundo poético, no me interesaba. Y entonces, ¿a quién podía consultar yo, puesto que Cernuda había muerto? Y fui a ver a Aleixandre. Le enseñé mis poemas y al salir me dijo: «Tú eres poeta». Me fui muy entusiasmado. Pero Vicente, que como ser humano le he adorado y que me pasé la noche llorando cuando murió, tampoco ha sido uno de mis poetas. Y entonces me sentía muy solo. Y un día, en una lectura que dio Paco Brines en el Ateneo, me di cuenta de que ambos intentábamos escribir una poesía similar. Conocí entonces a Paco, luego conocí a Jaime Gil de Biedma y me sentí más acompañado. Cuando tenía ya una parte de mi primer libro terminada, llamé a Vicente Aleixandre. Quería un juicio sobre mis poemas lo más objetivo posible. Aleixandre cumplió con generosidad aquel deseo. Rosales se enteró, y dos días después yo estaba en su casa con aquellos poemas, esperando su veredicto. Lo recuerdo sentado en una butaca, inmóvil y con una copa en la mano, escuchándolos. Cada vez que terminaba de leer uno, su lacónico comentario era: “Otro, léeme otro”. Fue un examen más riguroso el de Aleixandre o el que, días más tarde, me haría Dámaso Alonso. No sé muy bien si Rosales me aprobó -nunca lo sabré-, pero nuestra relación continuó amable y distendida».

Juan Luis Panero

Juan Luis Panero

Cuando Juan Luis Panero deja la universidad, comienza a trabajar en Selecciones de Reader´s Digest y vuelve a asomar Luis Rosales: “durante unos años compartimos la misma oficina, casi el mismo despacho. Estoy escribiendo los poemas de mi primer libro, ya no soy el niño silencioso, ni el muchachito de hace poco tiempo. Nos miramos con cierta desconfianza, de cuando en cuando comemos juntos y me invita a su piso de Altamirano, 34, la famosa “casa encendida”. A veces realmente nos reímos mucho, otras las palabras tienen un doble y cortante filo. Le agradezco una cosa: nunca quiso ser mi padre, representar para mí un papel paternal. Supongo que él también me agradeció que a mí tampoco me interesase lo más mínimo que él lo hiciese. Estábamos, estamos en paz”. Los últimos fogonazos de la memoria de Rosales son, para Juan Luis, escurialenses:

Jorge Semprún

Jorge Semprún

“Pasaron los años, años de América, luego de Cataluña, y durante mucho tiempo no lo volví a ver. Después de casi 15 años nos encontramos de nuevo. Un breve encuentro en Madrid y luego, en el verano de 1990, unos días juntos en El Escorial, invitados a participar en una semana de homenaje a Octavio Paz. En aquel Escorial donde yo le recordaba -y se lo dije irónicamente- viniéndome a ver de vez en cuando con mi padre, en los años en que soporté el abominable internado del Real Colegio Alfonso XII. Después de tanto tiempo nos volvíamos a reír. Junto a los muros solemnes de ese monasterio, donde como alumno interno había tenido que saludar con vítores la presencia del general Franco, acababa de saludar al ministro de Cultura, Jorge Semprún. En la misma mesa, tomando unas copas, miraba a Octavio Paz y a Luis Rosales. Yo también tenía mis motivos personales de ironía. Allí, donde casi había empezado la historia de nuestra curiosa relación, no menos curiosamente se iba a cerrar para siempre. Piedra de sol y casa encendida frente a las lapidarias piedras grises. Del poeta Luis Rosales hablarán otros, también del ser humano que fue; yo me he limitado a evocar un fantasma que, para bien o para mal, ha estado ligado de alguna forma a mí, durante 50 años -parece mentira, 50 años- de mi aprendizaje de la vida, de mi recorrido hacia la muerte”

Michi Panero

Michi Panero

Algunos quisieron ver en las ironías y quejas de su madre en “El Desencanto” y en su libro “Espejo de sombras” una relación más allá de la amistad en la perenne compañía de Luis Rosales con Leopoldo Panero. Su hijo Michi Panero se mostraba categórico y muy diferente a la opinión de su hermano Leopoldo María en esa conversación última con Federico Utrera: “No, era una relación de amigote y de puteros, una heterosexualidad llevada al machismo ¡Hombre, por dios! ¡Y en Luis no digamos! Nada. Simplemente era que mi padre, igual que no podía prescindir de sus hermanas astorganas tampoco podía prescindir de sus amigotes. Y cuando se va de luna de miel viene a Astorga con todos ellos. No hay ningún misterio. En la literatura española hay muy poco misterio, eso te lo digo yo. Y en la historia sexual de esa literatura, ninguno. Si oyeras las cintas con aquellas entrevistas que les hice en Radio Nacional a los miembros de la Generación del 27 comprobarías que están plagadas de mentiras. Y mienten con un pie en el estribo. El sexo ha sido muy cutre, y lo sigue siendo, en la literatura española”. Michi Panero coincidía con Juan Luis, por una vez y sin que sirva de precedente, pues esperaba que el rodaje de “El Desencanto” fuese entendido “pese a sus torpezas y a su dudoso interés sociológico, como las exhibiciones de los últimos años de Búffalo Bill en el Circo Americano. Recitando su vida, simplemente. En último caso, para mí el cine es, como para Luis Rosales, un mundo dividido entre chinos y médicos. Quisiera que esta película fuera colocada por ustedes, amablemente, entre las de chinos”.

Programa de las Jornadas de Homenaje a Juan Luis Panero (Astorga, 27 y 28 de julio 2016): descargar

Majadahonda Magazin