Federico Utrera ha sido entrevistado por el periodista Luis Alemany en «El Mundo»

LUIS ALEMANY. “Canarias, secreto de Estado” es un libro inolvidable. Apareció en 1996 en la editorial Hijos de Muley Rubio y en sus páginas hay material para escribir tres o cuatro novelas de espías: hay terrorismo y contraterrorismo, agentes argelinos, caciques tabaqueros, justicieros forajidos, patriotas mesiánicos… Hay insurrecciones populares y pavorosos accidentes aéreos. La idea que queda después de leer aquella investigación sobre la Transición en el archipiélago suena en 2017 casi cómica, pero fue real: hace 40 años, lo que se discutía era si Canarias se parecía más a la Argelia de los pied-noirs que a cualquier otra región de España. Algo ha quedado de esos años de plomo.

Luis Alemany, periodista de «El Mundo»

A menudo, España se juzga desde Canarias con la suspicacia de los viejos tiempos. Se la considera solución y problema al mismo tiempo, igual que ocurría cuando la dictadura. Federico Utrera, el autor de Canarias, secreto de Estado, recuerda que, en los 70, la tensión franquismo-antifranquismo se sentía como una tensión España-Canarias. «Se veía así hasta el punto infinito y más allá». Desde entonces, los años han ido cayendo cargados de fondos de cohesión como una manera de reparar el pecado original de la metrópoli. Ya sólo nos queda hablar de cultura. Va un secreto: cualquier canario sabe que hay más distancia cultural entre un isleño y un peninsular que la que separa a un un catalán de un madrileño. El sonido del idioma español, la arquitectura, la música, la gastronomía… Sin embargo, esa distancia raras veces se vive como un conflicto. Como explica Federico Utrera, el conflicto «murió por inanición». Cuatro preguntas fáciles y un cumplido: si fuera guionista de cine buscaría en tu libro porque hay 20 películas ahí dentro esperando.

Conferencia sobre Galdós en Gran Canaria

Te diría que lo que más me llama la atención del libro «Canarias secreto de Estado» es que el debate, en un momento dado, era saber si la relación Canarias-España había que juzgarla como la relación Francia-Argelia en los años 50. ¿Es así?
– Con esta pregunta me pasa igual que cuando le preguntaron a Unamuno: ¿Cree usted en la existencia de Dios? Y él respondió: primero habría que definir que es «creer», después que es «existencia» y por último, que es «Dios». Argelia era entonces una potencia económica emergente y España un país en vías de desarrollo. Hoy es al revés. A partir de ahí. ¿Como habría que juzgar hoy en España los deseos de independencia de organizaciones bereberes o tuaregs argelinas?

Federico Utrera y Leopoldo María Panero en Las Palmas

¿Estaba justificada esa idea en ese momento?
– Digamos que la pugna ideológica, política, militar y económica era entre quienes creían justificada esa idea y los que no. Para entender aquella época más que los libros de Historia habría que ver la serie «El Inflitrado» y creo que en mi libro hay algo de eso. Pero claro, a mí en lugar de Hugh Laurie (“Dr. House”) me sale Antonio Cubillo y en vez de Tom Hiddleston aparece el murciano Espinosa. Y obviamente Federico Utrera no es John Le Carré. Aún así, todos podríamos llegar a encarnarlos, y aunque ya se hizo una película-documental, hay efectivamente material para un film de acción apasionante con materiales históricos de la vida real.

¿Por qué fue abandonada la idea independentista?
– Por inanición. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Y aún siéndolo, la idea de Gandhi y del referendum pactado se ha demostrado la única eficaz. En EE.UU ahora surge esto con Puerto Rico o California, pero los anglosajones y galos son más prácticos que los arabo-latinos, aunque la globalización lo vaya fundiendo todo. Si hacemos rebobinado unos años más, ¿hasta qué punto la tensión franquismo-antifranquismo había sido percibida como una tensión España-Canarias?
– Hasta el punto infinito y más allá: esa fue y es la clave: la modernización y la calidad democrática fue el mejor antídoto contra los fantasmas independentistas. Y la inteligencia, obviamente. No olvidemos que, contra todo pronóstico, en aquella época el centrismo de Adolfo Suárez arrasó electoralmente en el Archipiélago.

Te diría que cualquier canario siente que hay más distancia cultural entre un canario y un peninsular de cualquier lugar que la que hay entre un vasco y otro español o un catalán y otro español. ¿Por qué esa lejanía no se ha convertido en conflicto?
– De nuevo respondería mejor con Unamuno, que además estuvo desterrado en Fuerteventura. No sé medir las distancias culturales por origen geográfico sino por sensibilidad artística. Aquí sí puede afirmarse que Canarias es una de las comunidades más sensibles y artísticas emocionalmente, fruto quizás del mestizaje, la frontera y el destierro, tanto de Europa como de América y Africa, incluso ahora de Asia. A mi juicio, Canarias fue el primer pueblo global antes de la globalización y de ahí esas distancias que percibes.

¿Cómo juzgas el papel de Coalición Canaria en este camino desde el conflicto hasta la calma chicha?
– Lo de «chicha» no sé si va con segundas pero, si así fuera, ahí estaría la respuesta: Tenerife supo liderar mejor desde el punto de vista político esa corriente telúrica y sentimental porque la provincia de Las Palmas es más cosmopolita. El éxito fue la simbiosis entre ambas, que convierte a estas Islas en una suerte de Suiza africana. Por algo los clásicos las llamaban Afortunadas… Y ya está. Sabes que luego sólo podré meter cinco frases, estás avisado por si me escribes mucho. Me alegro mucho de haberte saludado.
– Igualmente, ha sido un placer también para mí.

Luis Alemany escribió una certera semblanza de Juan Goytisolo

LUIS ALEMANY Y JUAN GOYTISOLO: No debió ser fácil querer a Juan Goytisolo, sentir algo más cálido que el respeto temeroso ante esa mezcla escalofriante de distancia altiva y frágil timidez que mostraba al trato. Pero tampoco es fácil dejar de sentir fascinación por una historia llena de contradicciones y de transgresiones que el propio Goytisolo contó en sus dos libros de memorias, saltando en la narración de la primera a la segunda persona. Coto vedado, su primer libro autobiográfico, apareció en 1985. Es probable que sus primeros lectores apenas recuerden partes del libro, 32 años después, como el relato de las soledades de un muchacho básicamente homosexual en la España de los años 50.

Federico Utrera y Juan Goytisolo en Marruecos. Detrás su compañero Abdelhadi

Algunas escenas están narradas con tanta crudeza y nitidez que, al leerlas hoy, dan ganas de entregárselas a un cineasta. A André Téchiné, por ejemplo. Madrid, invierno de 1953. Goytisolo ha dejado Derecho, convencido de que su destino es escribir. Ha terminado Juegos de manos, su primera novela, y ha salido de Barcelona sin gran cosa que hacer, un poco por hacer tiempo y un poco para alejarse de la semiquiebra de la empresa de su padre, José María Goytisolo Taltavull. En Madrid no tiene ninguna obligación, de modo que sale de juerga. Su barrio es Argüelles y su compañía es una pareja de estudiantes colombianos, borrachuzos y descarados, con facilidad para el sablazo y afición a los prostíbulos. Una noche, Goytisolo sale con Lucho, el preferido de los dos colombianos. Beben tanto que el guión de la noche se vuelve confuso. Al final de la madrugada, ‘algo’ inesperado y sin determinar pasa a la puerta de una taberna. Algo grave. Al día siguiente, el rumor de que alguien, aparentemente desconocido, ha abusado de la confianza y la integridad de Lucho llega hasta Goytisolo, aunque el escritor no recuerda nada. Da igual: la noticia cae sobre él como una sentencia: esa intuición que el joven siempre había guardado en algún rincón de su cabeza ya es una certeza: Goytisolo pertenece a la «tribu de los malditos» de la que hablaba Marcel Proust.

Luis Alemany

Durante el verano, Goytisolo se aficiona a un bar de la Barceloneta abandonado ante el mar y frecuentado por gente del arrabal: El Varadero. Allí, entre otros personajes pintorescos, reina Raimundo, un gitano analfabeto y ex presidiario, sin domicilio claro ni familia, fuerte, bigotudo y extremadamente viril. La historia de su vida cambia cada vez que Goytisolo la escucha pero su estampa y su carisma le fascinan. El molde de todos los hombres que habrían de atraer a Goytisolo durante su vida estaba guardado en Raimundo. «Nunca me verás con un escritor ni con un hombre educado», le dijo al escritor a Jaime Gil de Biedma, algunos años después. Leer el artículo completo.

 

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