Museo sin ciudad. Valentín González, fundador y presidente de «Vicus Albus» (Vicálvaro)

MANU RAMOS. «Vicálvaro fue uno de los 13 pueblos anexionados a Madrid en la década de los 50. «Se perdió la identidad. Las fiestas. La autonomía municipal. No es lo mismo disponer de un equipo de concejales que tener uno y depender de Madrid. Hasta para hacer una zanja tienes que ir», explica con desilusión Valentín. «Los pueblos que no pasaron a Madrid, como Coslada, Leganés, Getafe o Majadahonda, están mucho mejor que estos distritos». Esta palmaria realidad ha sido plasmada por la periodista Analía Plaza con fotos de Patricia J. Garcinuño en El Diario.es. Lo dice Valentín, policía municipal ya jubilado, que lleva más de 30 años dedicado en cuerpo y alma a un gran museo popular. «Guarda, clasificados con número y descripción, varios centenares de objetos y más de 60.000 fotografías sobre la historia de Vicálvaro. La asociación que preside, Vicus Albus, trabaja en su investigación y difusión», señala la noticia.


Analía Plaza

El local, situado frente al campus madrileño de la Universidad Rey Juan Carlos, antes fue piso piloto, centro de mayores y centro de formación juvenil. «En el 90 hablé con el concejal y pedí un sitio. Es propiedad municipal. Lo remodelamos en 2015 gracias a una partida de 50.000 euros que dejó la última concejala del PP, Carmen Torralba«, continúa. El actual concejal del distrito, el escritor Martín Casariego, de Ciudadanos, tardó en visitarlo. Del Gobierno anterior fue Manuela Carmena. Del presente ha ido Begoña Villacís —que «no dejó de sonreír en toda la visita»— y Almeida y Andrea Levy están invitados. «Le dije a Levy: ¿es usted de Cultura y no ha venido al Museo de Vicálvaro? No sabe lo que se está perdiendo». Vicálvaro es hoy uno de los 21 distritos de Madrid, de los más extensos y de los que más van a crecer, pues sobre él están proyectados los desarrollos de El Cañaveral, Los Berrocales y Los Ahijones. Pero hace setenta años Vicálvaro era un pequeño pueblo independiente de Madrid. Un pueblo que acogió la Real Fábrica de Tejidos de San Fernando —que luego fue un cuartel y hoy es el campus universitario— en el siglo XVII, cuando la corte decidió trasladarla por las enfermedades que brotaban en su emplazamiento original. Un pueblo que, como el de Vallecas, abastecía de pan a Madrid. El pueblo en el que Portland Valderrivas, uno de los principales fabricantes de cemento de España y hoy en manos del magnate Carlos Slim, abrió su primera fábrica fuera de Navarra. Demolida en 1999, ese espacio lo ocupa ahora un nuevo barrio llamado Valderrivas.

Majadahonda no tiene museos (el PP en sus casi 40 años de Gobierno local jamás pensó en ellos ni en inaugurar esta parte fundamental de la cultura) pero fueron «la curiosidad y las aportaciones del pueblo las que dieron forma al museo, que sigue vivo e incorpora nuevos objetos con asiduidad. El último ha sido un cuadro que recrea la plaza del Ayuntamiento original, demolido en 1974 y del que Valentín conserva la barandilla del balcón y la mesa del alcalde. Como no había dinero suficiente para comprarlo, recaudó fondos extra entre vecinos y amigos de la asociación. Vicus Albus tiene 220 socios que pagan catorce euros al año («pusimos la cuota en 1986 y la mantenemos») y suele recibir una subvención municipal, que este año ha sido de 2.300 euros. Cuesta encontrar un museo similar en la ciudad: creado y sostenido por los vecinos, sin un mecenas único que haya donado sus fondos. El Museo Popular de Madrid, quizá el más parecido en la forma, está en una corrala rehabilitada por el Ayuntamiento, sostenido por la Universidad Autónoma y la mayoría de sus fondos proceden de la donación de Guadalupe González-Hontoria, fundadora y académica de la Real Academia de la Historia».

«Aquí sin la gente del pueblo no somos nada», recalca Valentín. «Al principio yo pedía fotografías, hacía copias y las devolvía. En el 86 dimos de alta la asociación porque la gente preguntaba cómo participar. A finales de los 90 había más confianza y nos daban objetos». El documento más antiguo data de 1352: es una relación de los pueblos de Madrid y lo que pagaban a la iglesia. Entre las reliquias hay de todo: fotografías de la necrópolis visigoda destruida para construir el PAU de Los Ahijones, antiguos aperos de labranza, el horno de la tahona, el bastón del sereno, material de la fábrica de Valderrivas, la lápida de seis alemanes de la Legión Condor que murieron en Vicálvaro antes de acabar la Guerra Civil, hitos delimitadores de fincas y una piedra para marcar el cordel de Pavones, una vía pastoril que salía de la Cañada Real. Aunque a uno no le interese la historia de Vicálvaro, el entusiasmo con el que Valentín cuenta el museo no deja indiferente a quien va.

La historia empieza en 1982. «Contactaron conmigo dos estudiantes de Magisterio que querían hacer el trabajo final de carrera sobre Vicálvaro. Yo llevaba ya dos años de policía municipal, lo que me daba acceso a una oficina de la Junta de distrito», relata Valentín, que había llegado a Madrid desde Extremadura doce años antes. «Me puse a buscar. En una biblioteca encontré la primera noticia de Vicálvaro que me llamó la atención. Era de 1576. ¿Y esto tan antiguo? No tengo carrera universitaria ni soy historiador, pero me picó la curiosidad. Iba a los archivos, encontraba documentos. Esa pasión fue in crescendo. En el 85, las estudiantes dijeron: ya hemos terminado y lo podemos dejar. ¡No jorobes, cómo vamos a dejar esto! Con todas las fotocopias que tengo en casa. Un cura me puso en contacto con un historiador en condiciones y, junto a las estudiantes, presentamos un borrador de la historia de Vicálvaro al Ayuntamiento de Madrid. Se publicó en el 87. Fue el pistoletazo de salida», concluye el reportaje.

Majadahonda Magazin