LIDIA GARCIA. «En esto cuentan mucho los años. No es lo mismo llevar una cámara al hombro con una edad que con otra. Paco, que era hombre muy de ciudad y de Madrid, se encontró aquí muy cómodo. Él, del campo, no entendía nada: no distinguía la jara del tomillo. Pero a mí me gusta mucho el campo porque yo nací en un pueblo de Zamora, Santa Eulalia». Así responde María España a la pregunta formulada por la periodista Ana del Barrio en el diario El Mundo el 22 de enero de 2018 acerca de lo que supuso para ella mudarse a Majadahonda junto a Francisco Umbral, su marido. A lo largo de la entrevista, la presidenta de la Fundación Francisco Umbral recuerda sus vivencias junto al escritor, pero también rememora otros sucesos vividos a lo largo de todos estos años como la pérdida de su hijo, su trabajo como fotógrafa en las ya extintas cabeceras de Interviú y Tiempo. Pero también de su lucha contra la soledad: «Noto mucho la ausencia de Paco. Todos los amigos que teníamos se han ido muriendo. A veces, mi soledad es buscada para huir de la gente corriente. He conocido a personas muy interesantes y he vivido conversaciones entre Haro Tecglen y Umbral o entre Tierno Galván y Carmen Díez de Rivera. Ahora la gente sólo habla de comidas o te cuenta sus enfermedades minuciosamente«.
«Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer». ¿Qué opina de esta frase? Es verdad. En nuestro caso, Paco se apoyó mucho en mí porque yo le solucionaba todos esos problemas cotidianos para los que él era negado: Hacienda, los papeles financieros, y eso que trabajó de botones en un banco de Valladolid. ¿España va bien?: Bastante regular. A mí me da pena todo lo que está pasando en Cataluña. Barcelona era una ciudad de referencia para el resto de los españoles, pero ahora no es así. Los independentistas están fastidiando mucho a Cataluña. Estamos dando un espectáculo un poco lamentable de cara al exterior.
¿No es España un nombre demasiado pesado para llevar siempre encima? Me dio problemas y me tuve que poner el María delante porque, cuando yo estudiaba en Valladolid, el profesor de Religión me dijo que España no era un nombre católico. Fuimos al Registro Civil, pero no nos dejaban cambiarlo y tuvimos que pedir una partida de nacimiento para añadir el María. Trabajó como fotógrafa para ‘Interviú’ y ‘Tiempo’, ¿cómo era ser una mujer reportera en la época de la Transición? ¿se sintió discriminada en algún momento? Teníamos dos o tres amigos fotógrafos y aprendí con ellos. Nunca hubo ningún problema. A mí me parece que el feminismo de ahora es una exageración. Hice fotos a Alberti, a Suárez, a La Pasionaria y a Lola Flores, que arrasaba. Tenía una fuerza y un desgarro tremendo. Era una mujer excepcional. Yo les sacaba muy guapos, ésa es la verdad.
¿Le molesta que haya personas que sólo conozcan a Umbral por el «he venido a hablar de mi libro» en el programa de La Milá? Me fastidia mucho. A veces les pregunto: «Pero sabías qué libro era, ¿verdad?». Y la gente se queda cortada. Vivieron momentos muy duros con la muerte de su hijo, ¿se supera alguna vez? Siempre le recuerdo. Cuando ves a un niño pequeño, un juguete, un triciclo… inmediatamente me acuerdo de aquella época. Contaba con cinco años cuando murió. A Paco le impactó, le impresionó y le dolió más que a mí. Tenía con el niño una relación muy entrañable y particular. Por eso te digo que a Paco no todo el mundo le conocía realmente. Era mucho más sensible que yo. Nosotros éramos siete hermanos y yo me dejaba llevar. Me sentí obligada a apoyarle para superar la muerte de nuestro hijo.
¿Cómo era Umbral escribiendo la columna? ¿Le salía del tirón? Paco tenía mucha facilidad. Una vez que encontraba el tema, lo hacía todo seguido. Era un gran lector de poesía y, por eso, sus columnas tenían esa musicalidad. Cuando redactaba podía ser implacable. A más de uno le hubiera gustado darle una bofetada. En los últimos tiempos de Felipe González, tuvo problemas en El País. Él tenía una idea del socialismo que no se correspondió con la realidad. Entonces le cambiaron de sitio la columna, la pusieron dentro del periódico y él dejó de escribir. Otra de sus señas de identidad era el humor. Paco admiraba mucho a los humoristas, a Miguel Mihura, Tip y Coll… Fíjate qué humor tan distinto al que se utiliza ahora donde todo es tan burdo y tan vulgar.
¿Qué hay de cierto en esa de fama de conquistador que tenía su marido? Yo le conocí, sobre todo, dos novias; pero si Paco no se marchó nunca, por algo sería. Nunca le dije nada ni le pedí responsabilidades por sus deslices. Una de ellas pretendía llevarse a Paco de mi casa y él estaba aterrorizado porque no sabía cómo quitársela de encima. Un día bajé por la escalera y me la encontré: estaba allí la señorita, que era muy mona por cierto y muy joven. El portero me dijo que llevaba esperando más de un día. Entonces, llamé a su madre, le dije lo que pasaba y se la llevó. ¿Hay alguien que escriba mejor que él en la prensa actualmente? Él tenía una manera muy particular de escribir. No se podía añadir ni quitar nada. Siempre encontraba el mejor adjetivo. Paco nunca decía: «Se me ponen los pelos de punta». Odiaba los refranes, las frases hechas y los latiguillos. Leer más.
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