Calle de Cervantes en Madrid

Calle de Cervantes en Madrid

Concluye con 2016 el cuarto centenario de la muerte de Cervantes y ahora que están identificando los supuestos huesos de Cervantes en Madrid llevados de esa pasión necrófila tan española, es hora de saber que el mayor genio de las letras españolas, Miguel de Cervantes, fue inquilino en su senectud de una familia de Majadahonda. La calle Cervantes de Madrid, que hoy lleva su nombre en el Barrio de las Letras, frente al Congreso de los Diputados, se llama así porque allí se hospedó en sus últimos 20 días, ya enfermo. Y allí murió Cervantes, calle León esquina Francos. La casa era de los «herederos de Gabriel Martínez», que la destinaban como sede de la Orden Tercera de San Francisco. Estos franciscanos de Majadahonda acogieron a Cervantes, el primero de ellos Francisco Martínez, clérigo y miembro de la Orden, su hermano Luis Antonio, cura párroco de Majadahonda, buen aficionado a la poesía pero mal poeta, y su hermana Juana Martínez. A estos tres hermanos de Majadahonda, criados en la Villa y Corte, parece aludir en su capítulo XIX de su memorable «Don Quijote», a propósito de su curiosa forma de hablar, pues la llaman Majalahonda, como hará después irónicamente Quevedo, que les dedicó un amplio pasaje de su censurado Buscón. Oigamos ahora a Cervantes en «El Quijote»:


Bulevar Cervantes, Majadahonda

—¡Oh! Pues si no me entienden —respondió Sancho—, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates. Pero no importa: yo me entiendo, y sé que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho, sino que vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis dichos, y aun de mis hechos.
—Fiscal has de decir —dijo don Quijote—, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda.
—No se apunte vuestra merced conmigo —respondió Sancho—, pues sabe que no me he criado en la corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Sí, que, ¡válgame Dios!, no hay para qué obligar al sayagués a que hable como el toledano, y toledanos puede haber que no las corten en el aire en esto del hablar polido.
—Así es —dijo el licenciado—, porque no pueden hablar tan bien los que se crían en las Tenerías y en Zocodover como los que se pasean casi todo el día por el claustro de la Iglesia Mayor, y todos son toledanos. El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda: dije discretos porque hay muchos que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. Yo, señores, por mis pecados, he estudiado cánones en Salamanca, y pícome algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes.

Fuentes:

Vida de Miguel de Cervantes (Pellicer)

Majadahonda Magazin