
«Rafael Sánchez Ferlosio, personaje excéntrico, extravagante, en el mejor sentido de estos términos, un punto friqui, dígase de nuevo en plan meliorativo, se pasó el resto de su vida (nació en Roma, en 1927 y murió en Madrid, en 2019, habiendo ganado el Nadal de 1955 con “El Jarama”) diciendo pestes de este libro, por otra parte uno de sus “modus vivendi”.
VICENTE ARAGUAS. (Majadahonda, 8 de mayo de 2025). El Jarama. El gran apagón, lo escribí el otro día, me sorprendió cuando releía, cuarta o quinta vez que emprendo la travesía fluvial de Rafael Sánchez Ferlosio, “El Jarama” (Ediciones Cátedra), No solamente su mejor obra, dijera él lo que quisiera, sino una de las novelas más importantes del siglo (en cualquier idioma, añado). Y el caso es que su autor, personaje excéntrico, extravagante, en el mejor sentido de estos términos, un punto friqui, dígase de nuevo en plan meliorativo, se pasó el resto de su vida (nació en Roma, en 1927 y murió en Madrid, en 2019, habiendo ganado el Nadal de 1955 con “El Jarama”) diciendo pestes de este libro, por otra parte uno de sus “modus vivendi”. Una novela behaviorista o conductista en lo que tiene de observación de los comportamientos de dos grupos de personas. Los excursionistas y los clientes habituales del bar-merendero de Mauricio, típico establecimiento, playero o no, en este caso de río, de aquellos que el personal veterano, hoy, frecuentábamos en los cincuenta y primeros sesenta, al abrigo de nuestros familiares, portadores de las tarteras/ fiambreras, permitidas bajo el rótulo de “Se admiten meriendas”. (Los merenderos más “finos” aclaraban, otras admoniciones aparte, “No se admiten meriendas”). Ya se entiende que donde se admitían nuestras viandas era obligado comprar el vino y las gaseosas que ayudarían a ventilarlas. Eso es lo que hacen los bañistas madrileños que se detienen en el merendero de Mauricio (y Faustina) antes de bajar al río-tumba para la pobre Luci. Portadora, la pobre, del bolso de los secretos, que se depositarán sobre la orilla, ahora si nada de esplendor en la hierba, para negar por una vez a William Wordsworth.
NO, NO DESTRIPO LA HISTORIA AL NARRAR SU FINAL (casi, en puridad el remate vendrá de la mano del juez que autoriza el levantamiento del cadáver.) A lo que cabría añadir la “disolución” del grupo de la taberna, que ocupan la trama de la novela en paralelo con los bañistas. No es ya que todos ellos conformen un retablo opíparo de un tiempo y un país, en la segunda posguerra a punto del despegue económico que igualmente se anuncia, autopista de Barajas, base de Torrejón en ciernes, la cosa es que en “El Jarama” vemos antiguos presos republicanos, camioneros, yeseros, pastores y, naturalmente, la alegre muchachada madrileña que se enamora, bebe, se baña y baila, una de las muchachas sobre una mesa a la manera de una “dolce vita” como vista con prismáticos puestos del revés, aquello que hacíamos los niños de entonces, previo al papirotazo de los mayores.

«Yo, sin más luz que la del sol, leyendo este libro a las horas del gran apagón. A la orilla de “El Jarama”: nuestro Guadarrama también podría ser escenario narrativo. Bien pudiera. Sí.»
Y POR CIERTO QUE HAY ALUSIONES A PERSONAJE DEL MOMENTO, ACTORES, CANTANTES, TOREROS: Cantinflas, Jorge Nergrete o Rafael Ortega, citado en las novela a cuento de su encierro con seis toros en Las Ventas un 24 de junio de 1954. Citado este hecho en la novela, a partir de una corrida presenciada por Rafael Sánchez Ferlosio, como recoge su muy preciso biógrafo, lo es también de Leopoldo María Panero y Juan Benet, J. Benito Fernández en “El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio. Apuntes para una biografía” (Árdora Ediciones). Aparte de los citados aparece “Cocherito de Bilbao”, y su estupenda finca en San Fernando de Henares, lugar donde se inscribe la novela. Monumental tratado behabviorista, ya se ha dicho, y reflejo decisivo de hablas, formales, informales, argots y dialectos. Todo un repertorio gozosísimo, que unir a la maestría de Rafael Sánchez Ferlosio a la hora de ensamblar planos de modo casi cinematográfico. Y a propósito de hablas me fascina la de las autoridades: juez y guardias civiles. Estos últimos casi tan de zarzuela o sainete como aquella España rural a la luz de la luna y de un Madrid cada vez más gigante al fondo. Yo, sin más luz que la del sol, leyendo este libro a las horas del gran apagón. A la orilla de “El Jarama”: nuestro Guadarrama también podría ser escenario narrativo. Bien pudiera. Sí.
A mí me gustó bastante cuando lo leí en su época.
Bonita y muy bien narrada sinopsis de El Jarama, manteniendo la entrañabilidad de su lectura