Sonsoles Ónega presenta el Premio Planeta en Majadahonda: cuatro concejales del PP y la alcaldesa arroparon a la famosa periodista de Antena 3 TV en la Casa de la Cultura

MANU RAMOS. La periodista y presentadora de Antena 3 TV, Sonsoles Onega, último «Premio Planeta» visitó Majadahonda, que es un municipio que tiene cerca, pues la autora vive en esta ciudad. Lo hizo este sábado 20 de abril y la Concejalía de Cultura, que gobierna el PP con mayoría absoluta, decidió convertir el evento en un acto social que se celebró en la Casa de la Cultura. El libro ha sido muy controvertido: «Vuelve de nuevo la polémica con los premios Planeta, año tras año cuestionados por la supuesta baja calidad de los títulos galardonados, a pesar de que su solo anuncio ya los convierte en éxitos de ventas. No es la primera vez, como digo, pero el de este año es el que ha recibido los comentarios más duros», escribe Manuel Vega en La Mirada Norte. «Demoledora crítica contra la novela de Sonsoles Ónega, ganadora del Planeta: ¿por ser mujer?», escribía el suplemento «Informalia», que reproducía la opinión de una periodista de El País: «Estoy deseando leer una crítica igual de implacable al libro de un señoro laureado», decía la columnista Luz Sánchez-Mellado en relación a la demoledora reseña que su propio periódico publicaba sobre «Las hijas de la Criada», la novela ganadora del Premio Planeta, firmada por la periodista Sonsoles Ónega, en cuyo programa también colabora Luz Sánchez-Mellado«, señala «El Economista«.


Juan Folío, en La Opinión, añade: «La periodista y presentadora de Antena 3 Sonsoles Ónega ha sido este año la ganadora del premio Planeta, dotado con 1 millón de euros. La polémica ha surgido desde el principio, nada más conocerse el nombre de la ganadora, por darse la circunstancia de que Ónega es empleada de Atresmedia, empresa titular de Antena 3, dentro del conglomerado empresarial del Grupo Planeta. Los miembros del jurado son personalidades, aparentemente independientes, excepto la secretaria, que también tiene voto y es igualmente empleada de Planeta. Otra parte de las críticas no literarias apuntaban a que se observaba un deseo de Planeta de premiar novelas escritas por personas con repercusión pública para, así, asegurarse, un mayor número de ventas. Sonsoles Ónega presenta todos los días, durante 2 horas, el programa «Y ahora Sonsoles», que junta ante la pantalla a 1 millón de espectadores«.


Cristina Onega en Majadahonda: «los lectores habituales no buscan en Babelia una reseña del Planeta, y los lectores de premios Planeta no necesitan la validación de un suplemento literario» (Aloma Rodríguez)

SONSOLES ONEGA RESPONDE A LAS CRÍTICAS: «He escrito siempre y me han dado premios de esta misma casa, Planeta, cuando estaba en Telecinco. Así que, si te digo que me han sorprendido esas críticas, dirás: ‘Hija mía, qué bisoña eres, qué ingenua’. Pero prefiero que la gente lea el libro y lo valore«. Y añadía. «Quien quiera ver fabulaciones y teorías comerciales de doble sentido, de la tele a los libros o de los libros a la tele, se equivoca de cabo a rabo. No quiero dedicarle demasiado tiempo a esto, porque me produce un poco de dolorcillo pensar que se puede hablar de eso sin saber lo que hay detrás». MJD Magazin reproduce 3 críticas diferentes del libro para que sus lectores puedan juzgarlo desde varios puntos de vista. Son estas con sus correspondientes titulares: Antonio Puente. «Que el Premio Planeta, apellidado «de novela», poco tiene que ver con la literatura y sí mucho con el relumbrón social y, sobre todo, comercial, se viene sabiendo desde su nacimiento, hace 71 años». Jordi Gracia. «Las hijas de la criada’: el fallido folletín de Sonsoles Ónega y la autoinmolación del Premio Planeta. La sensación de ridículo con la novela ganadora es sofocante. Por la trama, por el estilo, por su absoluta nadería». Y Aloma Rodríguez: «El crítico descubre el mercado. Los lectores habituales no buscan en Babelia una reseña del Premio Planeta, y los lectores de premios Planeta no necesitan la validación de un suplemento literario».

Antonio Puente

ANTONIO PUENTE. Tiene razón el crítico de El País, Jordi Gracia, al eximir a Sonsoles Ónega de toda la responsabilidad de que le hayan otorgado el premio Planeta por Las hijas de la criada, un texto –por llamarlo de alguna manera– con la lograda peculiaridad de «desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela», expresa, para dejar constancia, con exhaustivas citas, de que «las aberraciones narrativas son continuas». «Las inconsecuencias también. Y las cabriolas caprichosas se suceden». Se hace doblemente noticia (tratándose, además, de un popular rostro televisivo, al igual que su hermana mayor, Cristina, y que el padre de ambas, Fernando Ónega, el criador de las hijas) que un asentado crítico literario del influyente Babelia resuma de esta guisa su lectura: «La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad».

Angel Vázquez, posteriormente autor del mítico libro «La Vida Perra de Juanita Narboni», recibiendo el Premio Planeta de manos de Manuel Fraga en 1962: «casi nadie de sus más prestigios@s ganadores y ganadoras (Mercedes Salisachs, Ana María Matute, Javier Cercas, Jorge Semprún, Terenci Moix, Eduardo Mendoza, Torrente Ballester, Ramón J. Sender, Juan Marsé, Vázquez Montalbán, etc.) lo habría obtenido con sus otros libros, sin la pertinente rebaja a la carta», escribe el poeta Antonio Puente

QUE EL PREMIO PLANETA, APELLIDADO «DE NOVELA», POCO TIENE QUE VER CON LA LITERATURA y sí mucho con el relumbrón social y, sobre todo, comercial, se viene sabiendo desde su nacimiento, hace 71 años. En lo que le hace honor a su nombre es que se trata del bibliado galardón mejor retribuido del planeta; nada menos que un kilito, desde hace varias ediciones, esto es ¡un millón de los actuales euros!, unos cuantos de miles más que el Premio Nobel. Hasta ahí, incluso el hecho de que, por eso mismo, no es que esté dado sino encargado de antemano, todo cuadra. Para corroborarlo, está la anécdota de aquel escritor cachondo que, en años consecutivos, según lo reflejaba en las Cartas al director de un periódico, solía atar su manuscrito con uno de sus pelos, e indefectiblemente, se lo devolvían impoluto, sin que nadie lo hubiese abierto jamás. He escuchado a miembros del ‘jurado’ jactarse de la evidencia de que un Ulises de Joyce o una Rayuela de Cortázar, por ejemplo, nunca habrían ganado el Planeta. Pero la cuestión es más radical: casi nadie de sus más prestigios@s ganadores y ganadoras (Mercedes Salisachs, Ana María Matute, Javier Cercas, Jorge Semprún, Terenci Moix, Eduardo Mendoza, Torrente Ballester, Ramón J. Sender, Juan Marsé, Vázquez Montalbán, etc.) lo habría obtenido con sus otros libros, sin la pertinente rebaja a la carta. El Planeta siempre ha sido, en definitiva, un formidable medidor de los avatares y simulacros de las tendencias narrativas mayoritarias; un barómetro del comportamiento de la creciente avalancha de escribientes o escribas, por lo general falsos escritores, digamos, que hacen como que escriben, para falsos lectores, que hacen como que leen. La cuestión es que antaño las formas y modales se solapaban más y mejor, y había unos mínimos en la dialéctica de la calidad y la no calidad. En las últimas ediciones se dan tumbos experimentales, desde una firma de mujer por un triunvirato de hombres hasta el fichaje de dos pesos pesados como Javier Cercas y Manuel Vilas para una misma edición, con tal de retenerlos en la propia cuadra.

En la imagen, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo en funciones, Yolanda Díaz, felicita a la periodista, escritora y presentadora tras recibir el LXXII Premio Planeta

YA NI SE DISIMULA LA «DEJACIÓN DE FUNCIONES» DE LOS MIEMBROS DEL JURADO –expresa Gracia–, para reforzar su testimonio de desolado y atónito lector: «Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regás o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o anestesia de tal manera que renuncia a ser quién es?». La respuesta a esta última pregunta es muy obvia, como también lo es la crisis no sólo de compra de libros y hasta de lectura (no tienen por qué ser correlativas, habiendo tantas bibliotecas). Llegados a este punto rememoro el inquietante aforismo de Jorge Wagensberg sobre gran parte de la población: «Quien ha leído un solo libro tiene más problemas que quien no ha leído ninguno». Y para compensarlo, evoco la anécdota del testimonio de Augusto Monterroso, a propósito de su famoso microrrelato: «Cuando se despertó el dinosaurio todavía estaba ahí». Va sobre un refinado `lector’ que se le acercó a que le firmara un libro suyo con este elogioso comentario: «Admiro sus narraciones, de veras. Me está gustando especialmente la del dinosaurio; ya voy por la mitad». Artículo publicado en El Día.

Jordi Gracia

JORDI GRACIA. El efecto que deja este último Premio Planeta es desolador: parece un acto de transgresión cultural intrasistémico. Maravilla la capacidad de Las hijas de la criada para desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela. Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es? «DE GOLPE Y PORRAZO… EN LA CAMA». La novela cuenta la biografía paralela de dos niñas nacidas de un mismo padre la misma noche de 1900 en Galicia. Una de las madres (la criada) decide dar el cambiazo para que su hija tenga una vida feliz en casa del señor (y padre) y la hija de la señora padezca el sufrimiento de la pobreza y el desamparo (y a su marido borracho perdido). 42 años después, las dos ancianas se reencuentran para contarse la verdad, cuando la hija real de la señora ha sido acogida como una más de la familia y ha llevado la prosperidad a la fábrica de conservas (que incluso educa a las trabajadoras) y un boyante negocio, mientras la otra hermana de padre escapó a Argentina y tuvo una vida igualmente próspera. El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página. De golpe y porrazo, en el capítulo 15, “don Gustavo” vuelve a buscar a doña Inés “en la cama”, donde se recuperaron “empapados en su sudor y sus caricias”, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca “le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor”.

«LAS CABRIOLAS CAPRICHOSAS SE SUCEDEN HASTA EXTREMOS DELIRANTES». La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella “detectar las demostraciones de amor” (hubiera sido raro no detectarlas) “y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura”. No puede ser solo mala suerte que el niño nazca cuando entra en la casa una invasión de ratas “negras, blancas, pardas. También las había negras como el carbón”. Y estaremos de acuerdo en que es razón suficiente para regresar a la Punta do Bico en Galicia y dejar al marido en esa maldita Cuba, “siempre envuelta en algún lío político o militar”. Claro que el riesgo es que se haga un tarambana el señor Gustavo entre cubanas y mulatas, y así se lo imagina aprensivamente Inés, “agarrado del talle de otra mujer” o, y no sé qué es peor, “enredado en brazos ajenos”, solo un momento antes, imagino, de “retirarse las lágrimas” ella, como hacen las mujeres en esta novela: las lágrimas se las “retiran” muchas veces. Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes, como la carta clave que Clara descubre y lee, pero cuya información sobre “el pecado de la carne” cometido solo confirma el médico 21 años después de fallecido el padre (porque el médico lo apuntó todo en un “cuadernito. Por si las meigas”), o como la niña que nace muerta para impedir que procree el matrimonio de dos medio hermanos, etc.

«Que el Premio Planeta, apellidado «de novela», poco tiene que ver con la literatura y sí mucho con el relumbrón social y, sobre todo, comercial, se viene sabiendo desde su nacimiento, hace 71 años» (Antonio Puente)

LA TRAMA DE LA NOVELA. ¿Era necesario que doña Inés, la madre, llegue tarde a la muerte de su marido por quedarse entretenida con la caza de un cachalote lleno de rico ámbar (y que hace millonaria a la familia), justo después de que el padre confiese el secreto de Clara al médico? Tampoco falta algún atrevimiento aventurero ya en la sesentena de Clara, cuando se descubre “unas ganas irreprimibles de dejarse abrazar y, llegado el caso, hacer el amor”. Su marido Jaime —y medio hermano— no la quiere nada. A ella, en cambio, sí “le gustaba cómo la miraba” Plácido, pelín franquista, pero por suerte viudo hace 19 años, y de una corrección política en 1963 admirable porque “el silencio de Clara era el consentimiento que Plácido necesitaba recibir”, mientras le desabrocha la blusa y empieza la fiesta. Por entonces, Clara descubre también que en sus ojos se le pone “un marco de señora y no de criada”, premonición del descubrimiento de ser hija de doña Inés, quien ha descubierto sus dotes de inteligencia empresarial (heredadas de la madre, claro: otra vez la fuerza de la sangre). Con su marido doña Inés hace bien en no discutir. No sirve de nada, aunque llegaba a tragarse el disgusto “con el riesgo de acabar padeciendo acidez de estómago”.

«LA SENSACIÓN DE RIDÍCULO ES SOFOCANTE». En cambio, al hijo que asegura que su hermana “no podía llevar su sangre” de lo mala malísima que era Catalina (la que se va a Argentina), doña Inés “lo cogió por los pelos y le sacudió cuatro azotes que le quitaron para siempre las ganas de volver a abrir la boca”. Joder, pobre. También es normal que si el padre culpable recibe información sobre su hija, mucho después esté dispuesto a llevarse “hasta el precipicio de su muerte el escalofrío que le rajó el corazón en dos mitades al saber de su hija Clara”. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad. La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria. Articulo publicado en El País.

Aloma Rodríguez

ALOMA RODRÍGUEZ. *(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó ‘Puro Glamour’ (La Navaja Suiza). Siempre hay algo entre emocionante y sonrojante en ver a alguien descubrir que el sol se pone por el oeste. La semana pasada, Jordi Gracia escribió sobre la novela galardonada con el Premio Planeta 2023, de la periodista y novelista Sonsoles Ónega. No le gustó nada, le pareció muy mala. Libraba a la autora de la “calamidad” de premiarla: “ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.” Es una alegría esa declaración de intenciones, solo cabe esperar el mismo prurito de profesionalidad a la hora de escribir o encargar la reseña de otros premios, como el Tusquets, el Biblioteca Breve o el Herralde de novela de este año, que tiene más bien estructura de libro de cuentos. Ya descubriremos por qué es una novela.

«El fallido folletín de Sonsoles Ónega y la autoinmolación del Premio Planeta. La sensación de ridículo con la novela ganadora es sofocante. Por la trama, por el estilo, por su absoluta nadería» (Jordi Gracia)

«JORDI GRACIA ESPERA QUE POR FIN LE HAGAN CASO Y PREMIEN LOS LIBROS QUE A ÉL LE GUSTAN». Desde que Javier Cercas y Manuel Vilas ganaron Planeta y finalista, el suplemento Babelia ha mostrado desigual interés en los premios. Gracia se ocupó de Alegría, de Vilas –obra maestra– y dejó el ganador, Terra Alta, de Cercas, a Carlos Pardo. Los premios de 2020, para Eva García Sáenz de Urturi y Sandra Barneda, ganadora y finalista, no aparecieron reseñados. Tampoco Dolores Redondo (2016), ni Javier Sierra (2017). Sí hubo crítica del premio que oficializó el millón de euros como cuantía, Carmen Mola, una pieza argumentada de Juan Carlos Galindo en la que señalaba puntos flacos de la novela, a la que se acercaba con respeto y sabiendo lo que era: una novela que tira de fórmula buscando el entretenimiento. La ganadora y finalista del año pasado, obras de Luz Gabás y Cristina Campos respectivamente, tampoco gustaron a Gracia. Hay algo enternecedor en su reincidencia en leer las novelas de los Planetas: quizá espera que por fin le hagan caso y premien los libros que a él le gustan. Aunque hubo quien aplaudió la pieza, como si el crítico fuera el niño que se atreve a gritar que el emperador va desnudo –más bien parece que el último en enterarse era el crítico–, el gesto era demasiado fácil y un poco desencajado: los lectores habituales no buscan en Babelia una reseña del Planeta, y los lectores de premios Planeta no necesitan la validación de un suplemento literario.

«Sonsoles Ónega, en cuyo programa también colabora Luz Sánchez-Mellado», señala «El Economista».

«LA PIEZA EN SÍ TENÍA OTRO PROBLEMA, Y ES QUE LA ARGUMENTACIÓN NO ERA CONVINCENT. Los ejemplos que escogió no eran los adecuados a su fin. Dice: “De golpe y porrazo, en el capítulo 15, ‘don Gustavo’ vuelve a buscar a doña Inés ‘en la cama’, donde se recuperaron ‘empapados en su sudor y sus caricias’, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca ‘le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor’. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella ‘detectar las demostraciones de amor’ (hubiera sido raro no detectarlas) ‘y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura’.” Quiere ser eso un ejemplo de mal folletín, pero resulta un ejemplo de folletín. Quizá con otro entrecomillado más contundente que “en la cama” habríamos asentido todos.  Esto escribió sobre Alegría: “Va dopado con esa rara veracidad que entrega la nueva novela global y que parece arrumbar el tecnicismo de autoficción para emplazarnos en la plenitud de otra fase ávida, voraz y expansiva de la novela literaria occidental”. Artículo publicado en Letras Libres.

Majadahonda Magazin