La fatiga laboral es algo que afecta a cualquiera que trabaja más de la cuenta, sobre todo en épocas de estrés o cuando el jefe aprieta demasiado. Últimamente, se han hecho estudios sobre cómo combatir este agotamiento, y hay dos aspectos muy simples pueden marcar la diferencia: hacer microdescansos y tener un jefe que no sea un robot. Aunque estos consejos se centraron en contables, cualquiera puede aprovecharlos en su día a día.
¿Qué son los microdescansos?
Un microdescanso no es más que una pausa rápida, de uno o dos minutos, para desconectar del trabajo. Por ejemplo, puedes levantarte, estirarte, mirar el móvil, echarte una partida rápida al casino o tu juego favorito, o tomar un café. Según un estudio, esto ayuda a que no termines el día sintiéndote como si te hubiera pasado una apisonadora. También dicen que mejora el sueño, porque tu cuerpo no se queda en modo estrés absoluto todo el tiempo. Lo curioso es que esto funciona mejor cuando estás saturado de trabajo. Así que si tienes días de locos, lo mejor es meter estos descansos cada cierto tiempo.
Apoyo del supervisor
Si el jefe tiene un mínimo de humanidad y se preocupa por cómo estás, es mucho más fácil no terminar quemado. Alguien que pregunta cómo van las cosas, que está ahí cuando necesitas una mano, puede marcar la diferencia entre ir al trabajo con ganas o ir arrastrándote como un zombi.
Está claro que no siempre puedes elegir a tu jefe, pero sí puedes intentar crear un ambiente donde la gente hable de lo que necesita. Si el jefe ve que los empleados se apoyan entre sí y que las cosas funcionan mejor cuando todos están bien, igual hasta se anima a ser más amigable.
Otros trucos útiles
Además de los descansos y un jefe cercano, existen otras prácticas que pueden ayudar a reducir la fatiga laboral:
- Organiza tus cosas: Si te haces un plan para el día, llevarás la carga de trabajo de manera más efectiva.
- Haz que tu rincón sea decente: Trabajar en un sitio cómodo, donde no te deslumbren las luces ni te duela el cuello, ayuda más de lo que parece.
- Muévete un poco: Si haces algo de ejercicio, aunque sea dar una vuelta al edificio, tu cuerpo y tu cabeza lo agradecerán.
- Aprende a relajarte: Técnicas como respirar hondo o meditar te pueden salvar en un mal día.
Cada persona es un mundo, así que probar cosas hasta dar con lo que funcione puede ser buena idea.
Hacerlo fácil y práctico
Se trata de encontrar formas prácticas de que tu día no sea una tortura. Si el trabajo es intenso, como en una tienda en plena temporada de rebajas, los microdescansos se pueden ajustar para no fastidiar el ritmo. Incluso en trabajos donde hay que estar 100% concentrado, como un cirujano o un controlador aéreo, un minuto de desconexión jugando a la ruleta puede ser justo lo que se necesita para volver con la mente más despejada.
En trabajos creativos, estas pausas pueden ser como pequeños empujones para que la inspiración fluya. Mientras que en otros más repetitivos, romper con la monotonía ayuda a no volverse loco. Al final, la clave está en saber cuándo parar un segundo antes de que todo te supere.
Escucha a tu cuerpo y habla claro
Lo más importante es estar pendiente de cómo te sientes. Si estás agotado o quemado, no esperes a que las cosas se arreglen solas. Compartir cómo te sientes con los compañeros o incluso con el jefe puede estar bien. Si la gente sabe qué necesitas, puede que encuentren la forma de ayudarte.