Bob Dylan, que en mayo cumple 84 años, en una imagen tomada en Elsinor (Dinamarca) con Vicente Araguas «incrustado» por el fotógrafo majariego Emilio Antelo. A la izquierda, autógrafo del compositor, cantante norteamericano y Premio Nobel de Literatura por su poesía, conseguido en Arganda del Rey (Madrid)

VICENTE ARAGUAS. (11 de febrero de 2025). Algo sobre Bob Dylan. Nada nuevo, me temo, para el ejército dylanita a lo largo del mundo. Ciento sesenta y pico libros sobre el cantautor de Duluth (Minnesota) y Premio Nobel de Literatura. Uno de ellos, “El mundo poético de Bob Dylan”, se corresponde con mi tesis doctoral y es, naturalmente, de mi autoría. Y, sin embargo, Dylan, quien nunca cantó en Majadahonda, lo hizo, en cambio, en Alcalá de Henares, Villalba o Arganda del Rey, y en Madrid, por supuesto, la primera vez en Vallecas, julio del 84, con Santana de teloneros, y Chepito Areas lanzándonos la soflama insoportable de quien acaba de volver del infierno de las drogas (como quien dice). Lo cual que Bob Dylan, el mismo que proclama, y lo he citado mil veces, que es más difícil cantar para quince personas (porque son una a una) que para cincuenta mil, al cabo uno solo incrustado en el corazón de la masa. Y por cierto que en su disco “Rough and Roddy Ways”, surgido en el frío de la pandemia, Dylan nos sorprendió con una canción tan Walt Whitman como “I Contain Multitudes”. Muestra, en todo caso, del formidable lector que es Dylan (seudónimo, él se llamaba al nacer Robert Zimmerman, tomado del poeta galés, glorioso y alcohólico nada anónimo, Dylan Thomas), y escritor, sus letras, tantas veces poemas, o las contraportadas de sus vinilos, también ese memorable “Crónicas 1”, no me dejarán mentir.

Vicente Araguas

50º ANIVERSARIO DE UN GRAN DISCO. Decía que este no es el lugar para (re)descubrir a Dylan, sino celebrar, por ejemplo, los cincuenta años de “Blood on the Tracks”, su último gran, gran disco (difícil superar nada como “Blonde on Blonde”, esa superjoya, por más que convenga decir que no hay Dylan malo). Porque luego de “Blood on the Ttracks” aún vendrían “Time Out of Mind” o “Tempest” o lo que, suena, pero nunca se sabe, a canto del cisne, el ya citado “Rough and Rowdy Ways”. Y sin embargo, a pesar de los años, en mayo, ochenta y cuatro, Dylan sigue en un “Never Ending Tour”, cantando cada vez las canciones con arreglos tan irrepetibles que cuesta hacerse con ellas. Y conste que lo he visto muchas veces. En Alcalá, Arganda o Villalba, en Majadahonda, no, lástima. Y –si hablamos de Madrid– en Vallecas, Palacio de los Deportes, La Riviera, Auditorio Nacional, Wizink Center (como se llama ahora el Palacio de Felipe II) y échale hilo a la cometa de los conciertos dylanianos para dylanitas). Nunca pude alternar con él, Andrés Calamaro, telonero suyo en una gira española, no fue capaz de aproximarlo a su persona.

Tesis doctoral de Vicente Araguas (Majadahonda)

UNA AMIGA Y ADMIRADORA DE BOB DYLAN EN ARGANDA. Sin embargo, en Arganda, una amiga mía, guapa y descarada, (y a Dylan siempre le gustaron las chicas estupendas), lo abordó no sé cómo y consiguió para mí su autógrafo, en un libro sobre él bastante malo, de Sierra i Fabra, que aquí muestro. Luego está esa foto de Bob Dylan, en el hamletiano Castillo de Elsinor, rodeado de chicos daneses. En ella el gran Emilio Antelo, con quien tantas alegrías y fatigas (la peor, la de su muerte) viví, logró incrustarme. Favor que le agradeceré eternamente. Incluyo también mi participación en la bibliografía dylaniana con el resultado, bien que resumido (y traducido), de “El mundo poético de Bob Dylan”, en el que vine a dilucidar cuánto puede haber de poeta en un letrista. También si es posible separar textos de soportes musicales. Creo que en el caso Bob Dylan así es. Aparte el talento compositor de este “Spounge Bob” o “Bob Esponja”, capaz de asimilar todo del todo y volver a recrearlo. Algo así. Algo apenas nuevo sobre Bob Dylan. Un genio entre dos siglos. Y los que vendrán después.

 

Majadahonda Magazin