FEDERICO UTRERA. El pincel, el lienzo y el color han sido sustituidos por la cámara, el plasma y el tiempo. Y el arte es transformar algo en ideas, en formas, pues todo arte representa cosas invisibles (Coomaraswamy). Hoy la ciencia y el arte (poesía) vuelven a estar unidos, como en la época de Brunelleschi y Masaccio. Ese va a ser el motivo de mi conferencia este jueves 19 de septiembre (2019) en el Rotary Club de Majadahonda, donde presentaré «Diez Obras y Maestros del Videoarte» que además será emitida por TV (se introducirá aquí un enlace para la emisión en diferido). Para ello es necesario explicar antes algunos presupuestos teóricos y científicos que, por razones de tiempo y horario, omitiré en esta breve exhibición exclusivamente experimental. Mi tesis es que vivimos en presente un segundo Renacimiento que solo el futuro describirá en los libros de Historia. La perspectiva de Brunelleschi en el siglo XV es la imagen en 3D de hoy en día. El descubrimiento y extensión de la imprenta es semejante a la explosión de información que supone internet. La sustitución de la pintura al fresco o a la tabla por el cuadro al óleo es similar al paso de la fotografía analógica a la digital, que puede ser continuamente retocada. Y el videoarte es la evolución natural de la pintura, como la instalación lo es de la escultura. Creo que el videoarte es una innovación y un cambio y Bill Viola no fue el primero pero sí es su profeta. Todo ello coexiste con nuevas formas artísticas (cloud art, body art, etc…) porque el arte conceptual y audiovisual ya se desliza en la conciencia del siglo XXI, transformando el ideario estético del nuevo artista, que no es necesariamente alguien que dibuja bien, sino alguien que piensa bien. Por eso he titulado esta conferencia «Videoarte para inteligentes«.
El carácter simbólico del videoarte aparece nítidamente al operar el Arte sobre el Vídeo como tecnología de masas, de igual forma que el poeta José Angel Valente, Premio Nacional de Poesía, reclamaba ese lenguaje simbólico de la Poesía como otra forma de Comunicación, tan relevante como la científica o la mediática: “Supongo que habrán sido las inmensas posibilidades de aplicación práctica del conocimiento científico lo que provocó la fe antañona en la ciencia como única versión fidedigna de la realidad. Pero la ciencia ha abandonado hoy la rígida faz de dogma omnipotente que podría ofrecer a los hombres del siglo XIX”, sostenía Valente.
Para el poeta español, no sería lícito o, en cierto sentido, no sería científico hablar de la verdad científica como revelación inconmovible y, menos, exclusiva de la experiencia, puesto que la ciencia misma opera de modo fundamental sobre lo que considera hipótesis provisionales. Valente preconizaba que ya había desaparecido la vieja oposición entre ciencia y poesía, construida a base de asignar a la primera el sólido reino de lo que se ve o se toca, de la materia como algo inmediatamente perceptible: “Esa oposición ha desaparecido, además, gracias a la evolución de los supuestos de la ciencia misma, pues es ésta la que ha sustituido la materia sólida por haces de energía que operan en campos de fuerzas invisibles. Hoy la ciencia piensa la materia sobre bases completamente diferentes y las entidades de que nos habla no son «materia» en el viejo sentido, sino «símbolos”. Poesía y ciencia se encuentran de nuevo como dos grandes sistemas simbólicos que operan de modo complementario sobre la realidad. Eso explica porqué grandes científicos como Nikola Tesla, nuestro «Leonardo» del siglo XX, era calificado al principio de «mago» simplemente por anticipar la energía inalámbrica y la luz eléctrica. La película «El Truco Final«, reencarnado cinematográficamente por David Bowie (gran coleccionista de videoarte), es en este sentido muy clarividente.
La expectativa con la que acuden a presenciar imágenes en movimiento los que habitualmente van al cine o ven la televisión es la de presenciar una introducción, nudo y desenlace. En opinión del videoartista Bill Viola, que he tenido el honor de biografiar elaborando su último catálogo razonado, esto no es del todo necesario, ya que en sus trabajos la cámara nunca se mueve, está fija. Las escenas no se cortan, tienen una duración de entre 7 y 14 minutos, y carecen de interrupciones porque el significado no se transmite a través de montaje. Y el tiempo se modula con la misma plasticidad que los pintores amasaban la paleta de color. Y concluye con una idea del propio Bill Viola: «la verdadera materia prima no es la cámara, ni el monitor, sino el tiempo y la experiencia. El lugar en el que verdaderamente existe la obra no se encuentra sobre la pantalla ni dentro de las paredes de una habitación, sino en la mente y el corazón de la persona que la han visto. Ahí es donde viven todas las imágenes”. Las 10 obras/autores escogidos son: Wolf Vostell (Fluxus), Nam June Paik, Fujiko Nakaya (Cloud Art), Marina Abramovic (El Encuentro) y Bill Viola (Habitación para San Juan de la Cruz, Salutación, La Habitación de Catalina, Resurreción, El sueño de la razón y Fuego).
Gonzalo Sanchez Martin
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