FEDERICO UTRERA. *Versión escrita de la presentación del libro Majadahonda, Villa del Real de Guadarrama». Me cabe el honor de presentar esta obra del ilustre doctor e historiador Don Alfonso de Ceballos, con el no menos ilustre alcalde, Don Narciso de Foxá, y quiero saludar a todos los asistentes, a los señores concejales, entre ellos a Don Carlos Bonet, presidente de «Vecinos por Majadahonda», con quien me cabe también el honor de compartir despacho municipal en esta aventura que por primera vez corro en mi vida como concejal de distrito, porque eso es quizás nuestro proyecto: que al menos los alcaldes y concejales vivan o trabajen aquí en Majadahonda. Por eso desde «Vecinos por Majadahonda» pedimos votar a quien se quiera o contra quien se quiera, pero en elecciones locales, votar a candidatos locales. Esa es la razón por la que esta «Majadahonda, Villa del Real de Guadarrama» de Alfonso de Ceballos, Félix Martínez y Ana Belén Sánchez, merece nuestra consideración y aplauso y por el que Alfonso de Ceballos merecería también ser nombrado Vecino Predilecto o incluso dar nuestro Pregón en las Fiestas. Su trabajo ha sido extraordinario.
LA FECHA EXACTA EN LA QUE CERVANTES PUDO PASAR POR MAJADAHONDA. Gracias don Alfonso por mencionar en su prólogo mis modestas aportaciones sobre el paso de Cervantes y Quevedo por Majadahonda, o por mejor decir, «Majalahonda«, que no fue errata sino intencionado sarcasmo con que ambos escritores del siglo de oro quisieron bautizar a nuestro entonces humilde poblachón y hoy próspera ciudad, asunto al que le dedico mi breve intervención. Cervantes engendró el Quijote en 1604 “en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación” diez años después termina la Segunda Parte. Como la cita de «Majalahonda» está escrita en la Segunda Parte y no en la Primera, ya sabemos cuando Cervantes estuvo u oyó hablar de Majadahonda tanto como para incluirla en el Quijote: entre 1.604 y 1614. Para saber como era Majadahonda en esos años hay que leerse el libro de Alfonso de Ceballos, que lo explica muy bien, pero algo queda muy claro en su lectura: nada ni nadie, nunca, en ningún documento de la época escribió «Majalahonda» en lugar de «Majadahonda«. Lo escribió Cervantes equivocándose adrede.
INDULGENTE CON EL «PREVARIVADOR DEL LENGUAJE». ¿Entonces de donde viene la errata?. Pues de lo que escribe Cervantes en el Quijote, atribuyéndosela a él mismo: si Sancho se queja de ser perseguido por un “friscal» del lenguaje en lugar de Fiscal y de no hablar «polido» en lugar de «pulido«, el licenciado y desmesurado lector que es el Quijote también falla y dice «Majalahonda» en vez de «Majadahonda«. ¿Pero alguien pudo pronunciar así de mal en aquella época el nombre del pueblo?. Pues sí, antes y ahora, yo mismo lo oí y me sonreí: jugaba el Real Unión de Irún contra el Rayo Majadahonda en el Cerro del Espino y su humilde entrenador vizcaíno, como los personajes vizcaínos de las obras de Cervantes, analizó al «Rayo Majalahonda«. Ahí lo entendí todo. En ese pasaje, Cervantes quiere comparar a los que hablan bien y a los que hablan mal. Y lo hace contraponiendo al típico malhablado de los pueblos (que es Sancho Panza) con el que habla más pulido en la capital (que es el Quijote). Enfrenta al “prevaricador del lenguaje” frente al toledano de la Corte que ha estudiado en Salamanca y habla con latinajos y sin refranes, con cultismos y sin vulgarismos. Compara a los habitantes de los barrios populares de las Tenerías y del Zocodover en Toledo con los que se pasean “casi todo el día” por el claustro de la Iglesia Mayor de Toledo. Y concluye con una lección de democracia: «todos son toledanos» e incluso algunos que se las dan de ilustrados no lo son tanto, que es como decir que todos somos iguales, los que leen muchos libros y los que no leen ninguno.
EL LENGUAJE DE LOS PUEBLOS («MAJALAHONDA») Y EL DE LA CORTE (TOLEDO Y MADRID). Y concluye con su moraleja: vale más ser discreto, que podríamos decir humilde, que ser estudioso y titulado. Dice el Quijote: «El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en «Majalahonda«. Es otro aviso cervantino: no hay que nacer en la Corte para hablar puro, elegante y claro, porque puede hacerse con «lenguaje propio» aunque se haya nacido en «Majalahonda«, es decir, fuera de Madrid (corte política y real) o de Toledo (corte religiosa) entonces. Y más advertencias de este Quijote majariego: «dije discretos porque hay muchos (cortesanos) que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. Yo, señores, juro por mis pecados que he estudiado cánones en Salamanca, y me enorgullezco un poquito de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes». Es decir, vale más el humilde que habla mal que el prepotente, arrogante y soberbio que habla «pulido». Y por eso hay que combinar la gramática académica con el uso popular que se hace de ella. No sobra ni debe faltar ninguno de los dos. Y habla mejor el que es discreto, es decir, buena persona.
LA «RESIDENCIA DE MAYORES» DEL CURA DE MAJADAHONDA DONDE MURIÓ CERVANTES. Por el libro del doctor Ceballos sabemos que don Miguel de Cervantes murió en una casa de la que es hoy calle Cervantes de Madrid, en el Barrio de las Letras, donde figura una placa que así lo indica. Y que esa casa era propiedad del párroco de Majadahonda. Nueva aportación para la 2ª edición: en ese nº de la calle Francos esquina con la calle del León, que así se llamaban anteriormente porque un turco o árabe vivía en ella con un león y cobraba por verlo y olerlo (era barrio de actores y titiriteros), Cervantes recibe la extremaunción, firma la dedicatoria del Persiles (que dicen que es su mejor texto, ese que empieza con “Puesto ya el pie en el estribo/con las ansias de la muerte/ Gran Señor, esta te escribo”…) y, tres días después, el 22 de abril de 1616, muere. Al día siguiente es enterrado en el cercano convento de las Trinitarias Descalzas. Por la excelente y voluminosa biografía de otros historiador, Juan Antonio Pellicer y por uno de los sonetos del Miguel de Cervantes poeta, «la gracia que no quiso darme el cielo» sabemos que sí que se la dio y que vivía con su esposa, Catalina de Salazar, en casa de los licenciados y sacerdotes Francisco Martínez y Luis Antonio Martínez (que eran dos hermanos y este último era «cura párroco de Majadahonda”). Con él tuvo estrecha amistad hasta su muerte. Así que por esto ya sabemos que el autor del Quijote falleció en casa de un majariego que vivía en Madrid. Los curas les cedieron al matrimonio Cervantes una habitación de la casa, que albergaba a la Orden de los Terceros de San Francisco. Osea, que se fueron a vivir (y a morir) a una residencia religiosa, como ocurre hoy. Y esa residencia la brindaba un sacerdote de Majadahonda.
EL «GUASÓN» QUEVEDO LANZA SUS SARCASMOS SOBRE EL CURA DE «MAJALAHONDA» Y LA SENTENCIA FINAL DE FRANCISCO UMBRAL. Luego vendría el guasón de Francisco de Quevedo, que se reía hasta de su sombra, y diez años después (1926), se carcajeaba en su célebre libro conocido como «El Buscón”, de este clérigo de «Majalahonda«, que así también lo escribe. Es un guiño evidente a Cervantes. Quevedo convierte al sacerdote de Majadahonda en «viejo sacristán», dice que este cura es mal hablado y nada discreto, y que además solo declama, pero no poemas sino «cantarcicos» y los define agriamente como «copias pestilenciales». Pero esa es otra historia… Cuando el escritor Francisco Umbral, que hoy nos acoge en su casa que es esta Biblioteca y que tan eficazmente dirige la Sra. Rocío del Valle, recibió el Premio Cervantes, tenía 68 años. A Umbral le quedaban solo 7 años de vida y dijo en su discurso, y cito textual, que «hoy más que nunca, el hombre que no hace una revolución interior, que no pega ese salto vecinal, será comido por el poder, amortajado por lo establecido y muerto de asco”. Y añadió que Don Quijote es la metáfora de España, pero no en el sentido festival y dominical en que lo dicen quienes suelen decirlo, sino en que España «se inventa pasiones para sobrevivirse a sí misma, para ser algo más que una majada bien regida (decía Umbral “majada”) y una mera provincia del latín que llamaremos español o castellano. Para sobrevivir hay que inventarse una pasión, la pasión América, la pasión del Imperio, la pasión de Europa, la pasión del mundo” y en este caso, que es lo que nos reune a todos esta noche aquí, la pasión por Majadahonda. Muchas gracias.