MIGUEL SANCHIZ. Isabel Navarrete (Madrid, 1995), acababa de regresar del Líbano y en esta segunda parte de la entrevista para «Gente Maja que se Moja» realizada en la semana del 20-24 de noviembre (2023), esta joven experta en el área de Defensa continua narrando sus experiencias como investigadora en el Ejército. En esta ocasión, comienza por su perspectiva generacional y no elude analizar recientes sucesos de violencia en la propia sociedad española. Por eso al preguntarle qué diferencias notas entre las generaciones más jóvenes y las más mayores en su percepción de la paz y el Ejército, Isabel Navarrete responde: «Aunque mis estudios no se han centrado en este aspecto, opino que los jóvenes hemos crecido con elementos de bienestar y tecnológicos que las generaciones más mayores no han experimentado en su juventud. Por ello, la consciencia sobre qué significa una guerra o la paz, no es la misma. Y aunque podría apostar que la gran mayoría de la juventud repudia el fenómeno bélico y aboga por la paz, lo cierto es que no lo hacemos con conocimiento de causa, sino por la cultura ideológica de la democracia. Y esto es tanto una ventaja, como puede suponer un problema, porque no sabemos qué acontecimientos nos llevan hasta situaciones de violencia extrema y no somos capaces de prevenirlas como tal, más aún si relacionamos esto con el auge de la desinformación, la batalla por el relato y la guerra psicológica».
¿Puedes concretar algo más este aspecto? I. N:–Por aterrizar esto un poco, y sin ánimo de opinar sobre política, hace unos días hemos podido ver cómo en algunas manifestaciones contra la amnistía que se han realizado en la calle Ferraz de Madrid, como ha habido enfrentamientos internos entre personas jóvenes que mostraban una actitud muy combativa y otras personas, más mayores, que se situaban entre estos y la policía, para defender a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, frenar los enfrentamientos y abogar por la manifestación pacífica. Claramente, estos jóvenes no estaban buscando iniciar una guerra, pero tampoco estaban siendo conscientes de las implicaciones de la violencia grupal que estaban ejerciendo contra la Seguridad y la Defensa de España, no sólo ahora, sino de cara al futuro, pudiendo causar graves problemas sociales en caso de que esta violencia se incrementase. La violencia, las guerras y la paz son temas muy complejos que requieren una aproximación no sólo ideológica, sino también mediante la experiencia vital. Desgraciadamente, hasta que no perdemos la seguridad y la paz, no notamos que existen y no las valoramos como es debido.
P: ¿Cómo describirías la relación entre el Ejército y la sociedad? I. N: Esta pregunta me ha gustado mucho, porque es una pregunta muy común y que muchos militares me han contestado ya: los militares forman parte de la sociedad, no son un ente separado a los civiles, sino que la característica de ser militar es un añadido a lo que significa ser civil. Más en concreto, me gustaría destacar que la relación que comentas es cada vez más cercana, hay unidades como la UME que han ayudado a la sociedad civil a comprender el objetivo último del trabajo militar, que es la Seguridad y la Defensa de España y los españoles. Asimismo, hay lugares de España en los que la relación cívico-militar se ha normalizado, como es el caso de Jaca, o de Ceuta y Melilla; pero hay lugares en los que los militares españoles pueden aún no sentirse del todo cómodos portando su uniforme fuera de la base. Sin querer meterme en temas políticos, la historia del siglo XX en España ha implicado que la imagen del Ejército se vea dañada, menospreciada y fuertemente criticada. Pero esta no es la realidad que vivimos hoy. En la actualidad los militares y el ejército tienen como principal dedicación poner sus vidas al servicio del Estado, un Estado democrático con grandes aptitudes para la colaborar internacionalmente con otros estados democráticos y lograr la paz, la cohesión. En este sentido, creo que la relación cívico-militar podría mejorar mucho con la difusión de estudios empíricos y sociales sobre el ejército, ya que suponen un ejercicio empático con su trabajo diario, humanizan a los militares, quienes son muchas veces visto como “otredad”, como figuras ajenas, anónimas y peligrosas por parte de determinados sectores de la población civil.
P: ¿Hubo algún momento en el que te sentiste en peligro durante tu investigación? I. N: Decididamente, sí. Ser consciente del peligro es esencial para poder prevenirlo. En noches muy frías era consciente de que existía el riesgo de llegar a la hipotermia, en días muy largos he tenido presente que el cansancio podía hacer que me lesionase (como alguna vez me ha pasado). El trabajo militar es arriesgado per sé, sólo el hecho de portar armas añade un gran plus de peligrosidad al oficio. Es decir, trabajar con militares o ser militar supone exponerse voluntariamente a un contexto hostil, ya sea por el clima, por la cantidad de horas trabajadas, o por los medios que se emplean para trabajar. En mi caso, al ser civil, la percepción de riesgo es menor, porque sé que mi protección es prioritaria para ellos. Precisamente por esto, en situaciones más complejas como la que vive actualmente la Brigada Libre Hidalgo (BRILIB) en su misión en el Líbano, me he encontrado tranquila, ya que era consciente de que en el momento que se estimase oportuno, el Ejército tomaría las medidas necesarias para asegurar mi protección, como así fue. Tal vez una lección vital, en este sentido, es que si hubiese enfrentado todos esos riesgos por mi cuenta, hubiera tenido una sensación de peligro incontrolada, es decir, hubiera tenido miedo. Pero no fue así en ninguno de los casos.
P: ¿Qué métodos utilizaste para recolectar datos y testimonios en tu investigación? I. N: Los investigadores sociales que practicamos el trabajo de campo tenemos un aliado esencial, que es el cuaderno de campo. Allí es donde vamos apuntando todo lo que ocurre y lo que experimentamos, es como un cuaderno de bitácora. Esto le suma complejidad a las observaciones con el Ejército, porque además de luchar contra el frío y el cansancio, tienes que registrarlo y anotarlo. Con mi experiencia, ya he aprendido que el cuaderno ideal es aquel que no emborrona la tinta del bolígrafo cuando llueve, y he acabado usando libretas especiales para evitar perder información. Además, cuando la situación no me permitía usar el cuaderno de campo, he usado grabadoras para registrar mediante voz mi propio testimonio; así como cámaras fotográficas y videográficas que me han ayudado, una vez en casa, a darme cuenta de detalles que no había visto a priori. También he realizado varias entrevistas profundas a distintos militares, pero la principal fuente de información ha sido mi experiencia vivida en el campo de estudio, porque me ha dado el contexto y el conocimiento necesario para comprender realmente lo que estos militares me estaban expresando durante las entrevistas. De otra forma, creo que no podría haber empatizado en el grado necesario con su mensaje. Tercer y último capítulo: «no trato tanto de estudiar el panorama político de Líbano, que sí es importante para la investigación, sino las consecuencias a nivel internacional y militar y cómo son asumidas por los militares españoles» (Continuará).
La vocación militar es connatural, innata; nace con la persona. Es más fácil sentirla que explicarla. Muchos llegaremos al final de nuestras vidas con nuestra vocación militar aún viva y sin haber llegado a cumplirla. Mi joven colega, Isabel Navarrete, no sé si la siente, pero sí sabrá explicarla después de sus intensas vivencias profesionales y humans. Es un tema más que importante esto de la «Gente de Armas» y el resto de la sociedad. Va a serlo más con el paso del tiempo. Los ejércitos y la milicia son sinónimos, pero atención al término peligroso: milicias ¡Críptico!
Gracias por introducirnos en este mundo de lo ejercito al que sin saber porque hemos estado ignorando hasta que tú nos has abierto las ventanas