Majadahonda y la Generación Silenciosa (Siglo XX): «las comunicaciones eran predominantemente analógicas, el teléfono era un lujo, reservado en muchos casos para unas pocas casas privilegiadas, y las cartas escritas a mano eran el principal medio de comunicación a larga distancia. En este contexto, la tecnología era una rareza y el progreso, un susurro en el horizonte». Siglo XXI: «Los teléfonos móviles se convirtieron en una extensión de nuestro ser, brindando acceso instantáneo a información, entretenimiento y conexiones globales»

MIGUEL SANCHIZ. Majadahonda, viernes 16 de febrero de 2024. En el vasto lienzo de la historia humana, me encuentro entre aquellos que emergen como testigos privilegiados de la evolución de la sociedad. Nacido en el segundo tercio del siglo XX, he recorrido un viaje extraordinario a lo largo de 9 décadas, 2 siglos y 2 milenios. Mi vida abarca desde el teléfono negro pegado a la pared hasta los teléfonos inteligentes; desde las cartas escritas a mano hasta el WhatsApp. Soy la encarnación misma del cambio y la adaptabilidad en una era de transformación vertiginosa. Imaginen por un momento el escenario en el que vi la luz por primera vez. El grito de las sirenas, anunciando el bombardeo en Barcelona. El refugio, frente a mi casa, donde se respiraba el silencio del miedo. El ser refugiado en un mundo que hablaba otro idioma. El planeta estaba marcado por las secuelas de conflictos mundiales y las sombras de la Gran Depresión aún se extendían sobre la tierra. Las comunicaciones eran predominantemente analógicas: el teléfono era un lujo, reservado en muchos casos para unas pocas casas privilegiadas, y las cartas escritas a mano eran el principal medio de comunicación a larga distancia. En este contexto, la tecnología era una rareza y el progreso, un susurro en el horizonte. Por el momento, de regreso a casa, mi futuro estaba en una Cartilla de Racionamiento y comer pan, amarillo, de maíz.


Miguel Sanchiz

DE LA TV Y LA RADIO «ANALÓGICA» A LA «REVOLUCIÓN DIGITAL». Sin embargo, no me limité a ser un observador pasivo de la historia. En mi juventud, presencié el surgimiento de una nueva era, marcada por avances tecnológicos que transformarían el mundo para siempre. La Radio fue la gran distracción de la familia y “El Zorro, zorro, zorrito”, la diversión de todos. Vi cómo la Televisión se convirtió en el nuevo centro de entretenimiento familiar, cómo la llegada del hombre a la Luna capturaba la imaginación de toda una generación y cómo la computadora comenzaba a dar sus primeros pasos, ocupando salas enteras y calculando en segundos lo que antes llevaba días. Dos de esos avances, la Radio y luego la Television, fueron la razón de mi trabajo. A medida que envejecía, la velocidad del cambio solo aumentaba. La revolución digital irrumpió con fuerza, transformando radicalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Los teléfonos móviles se convirtieron en una extensión de nuestro ser, brindando acceso instantáneo a información, entretenimiento y conexiones globales. Las redes sociales emergieron como una nueva forma de comunidad, trascendiendo las barreras físicas y culturales. Lejos de ser un espectador pasivo, abracé estas nuevas tecnologías con curiosidad y entusiasmo, adaptándome a un mundo en constante cambio.

LA GENERACIÓN SILENCIOSA. Pero más allá de los avances tecnológicos, he sido testigo de transformaciones sociales, culturales y políticas igualmente impactantes. He vivido la lucha por los derechos civiles, la revolución feminista, la caída de los regímenes totalitarios y la expansión de la globalización. He visto cómo las fronteras se desdibujan y cómo el mundo se vuelve más interconectado que nunca antes. Con cierta preocupación, por cierto. Hoy, al mirar hacia atrás en mi vida, puedo sentirme orgulloso de haber navegado con éxito por las aguas turbulentas del cambio, de muchos cambios. Soy una parte única de esta generación en mi experiencia y en mi capacidad de adaptación. Ninguna otra generación vivirá una transición tan radical entre 2 eras, 2 siglos y 2 milenios. En un mundo que a menudo parece fragmentado y dividido, mi historia nos recuerda la importancia de la resistencia, la resiliencia y la capacidad de adaptación. Soy un testimonio viviente de que, incluso en los momentos de mayor incertidumbre, el ser humano tiene la capacidad de adaptarse, evolucionar y prosperar. En última instancia, mi historia es una celebración de la fuerza del espíritu humano y un recordatorio de que, independientemente de los desafíos que enfrentemos, siempre hay esperanza en el horizonte.

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