MANU RAMOS. El periodista Luis Herrero ha publicado su nueva novela titulada «Donde la tierra se acaba». Según se desprende de su epílogo, publicado en Libertad Digital, la idea original se la ofreció el cineasta Jose Luis Garci en su casa de Marbella y menciona la ciudad de Majadahonda en el Oeste madrileño. En el texto se describe el entorno urbano de la urbanización Guadalmina baja, enclave donde sucedió la conversación entre ambos, en el que «sólo faltan calaveras y tibias cruzadas en los troncos de las palmeras para ahuyentar las miradas inoportunas de los curiosos. Los propietarios quieren ver sin que les vean. Pero, ¿qué es lo que ven? Nada que no sobreabunde en los barrios residenciales de las grandes urbes: parterres encantadores, piscinas transparentes, techumbres vecinas de hormigón blanco o copas de acacias y arces japoneses diseminadas aquí y allá por paisajistas expertos. Desde ninguno de esos pulmones botánicos, idénticos a los de Majadahonda o La Florida, pongo por caso, puede verse el mar». Así explica el autor el nacimiento de su novela bajo las fiebres del Covid:
«Hace unos días, el periodista Toni Montesinos me envió a casa el cuestionario estándar con el que suele saludar en su blog «Alma en palabras» a algunos autores que están de promoción. Se trata, según me explicó, de la entrevista que Truman Capote se hizo a sí mismo en 1972 para ahorrarse la fatiga de tener que escribir su autobiografía. En mi caso debía servir para dar a conocer el lanzamiento de una novela que antes ue llegar a las librerías ya se ha quedado varada en medio de la peor tormenta de nieve de los últimos cincuenta años. Por si sirve de algo diré que se denomina «Donde el mundo se acaba», un título demasiado crepuscular que ahora se me antoja un desafío temerario al destino. La última pregunta del cuestionario, la número 22, era la siguiente: «Imagínese que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?». Me paré a pensar. Era una elección difícil. La primera tentación fue la de rebuscar entre los momentos más felices de mi vida, pero luego pensé que no era una buena idea. Aferrarte a la felicidad de la existencia terrenal, cuando estás en trance de perderla, tiene que ser un modo bastante masoquista de endurecer el último tránsito. Me pareció más inteligente acogerme a aquellas que pudieran ayudarme a conseguir que san Pedro me franqueara las puertas del cielo, así que decidí elegir las imágenes de los momentos en que he sido útil a los demás. Luego me dio tanto vértigo la idea de no encontrar los suficientes para merecer un juicio benévolo del Sumo Hacedor que decidí no concretar la respuesta y la dejé en un genérico «las imágenes de aquellos momentos en los que he sido útil a los demás», sin adentrarme en más detalles».
«Al día siguiente me enteré de que había pillado el Covid. Cuarenta y ocho horas más tarde me ingresaron en el hospital con insuficiencia respiratoria. La lotería del coronavirus había tenido a bien regalarme un décimo de su macabro sorteo y lo único que faltaba por saber era la cuantía del premio. A la espera de salir de dudas, cuando me quitaron el oxígeno para ver si los niveles de saturación se mantenían en unos parámetros espontáneos medianamente aceptables, comprendí que aquella iba a ser una lucha sin cuartel entre el puto bicho y mi capacidad de resistencia. Me daba mucha tranquilidad saber que estaba en buenas manos, parapetado en una trinchera hospitalaria de primer nivel, pero sabía que mi enemigo se las había ingeniado millones de veces en el último año para devastar defensas terapéuticas tan buenas como la mía. En ese trance regresé a la consideración de los momentos en los que he podido ser útil a los demás. Me seguía preocupando el hecho de que fueran muy pocos y rápidamente formulé el propósito de aumentar su producción antes de que fuera demasiado tarde. Las dudas sobre qué hacer por lo que pudiera pasar en las horas siguientes urgía comenzar a hacerlo cuanto antes. ¿Pero qué podía hacer yo de utilidad mientras la enfermedad deshojaba la margarita de mi futuro inmediato? ¡Escribir de política, no! Si lo hiciera conseguiría justo lo contrario de lo que andaba buscando».