GREGORIO Mª CALLEJO. Escribí una vez en este diario que no le tenía especial apego ni al “terruño” ni a lo identitario, pero eso no significa que no me interese ni la historia de nuestra comunidad ni si, efectivamente, puede rastrearse en ella una cierta identidad que, quizás, si la tuvo en su momento, venía marcada por todas aquellas gentes que labraban el campo y guardaban ganado y conformaban la Majadahonda histórica. Pero si hay un acontecimiento que realmente es significativo en nuestra historia y en la configuración de esa dudosa identidad, es un suceso aparentemente contradictorio con la formación de ninguna cosa: La salvaje e inmisericorde destrucción de Majadahonda en los años de la Guerra Civil. Tenemos documentados algunos hitos históricos: la mención en el Quijote y en el Buscón, la Batalla de 1812 y alguno más. Pero ninguno de la trascendencia de la devastación de Majadahonda en la Guerra Civil. Eso sí que me parece que debió marcar algo parecido a una identidad, identidad que confluye en características comunes con los pueblos que padecieron la Batalla de Brunete y la del primer asalto a Madrid desde la zona Noroeste. Las Rozas, Boadilla, Pozuelo y su pedanía de Húmera, Quijorna, Villanueva de la Cañada etc tenemos algo en común.


Gregorio Mª Callejo

En 1939 sus gentes tuvieron que empezar de nuevo. 1939 es un Año Cero en la historia majariega y en la Historia de nuestra comunidad. Sabido es que las tropas alzadas, una vez fracasa el intentó de tomar el poder en una sola jornada, la del 18 de julio, intentaron tomar Madrid como forma rápida de liquidar la Guerra. La entrada por la Ciudad Universitaria se convirtió en una obsesión que trazó un extenso frente en el que nuestra ciudad se vio directamente afectada. Rastreo los periódicos de la época. Desde diciembre de 1936 hasta bien entrado 1937 todo aquello que los hombres y mujeres de nuestra historia habían levantado, todo, quedó destruido. Los periódicos de las zonas en las que fracasó el levantamiento reproducían sin variaciones significativas los partes de guerra. La libertad, 20 de diciembre de 1936, contaba que “los aparatos facciosos se entretuvieron en deshacer el pacífico pueblo de Majadahonda, bastante alejado de la línea de fuego, y donde no había objetivo militar alguno”. Y el 24 de diciembre, Ahora informaba de que “la aviación rebelde bombardeó nuestras posiciones de Romanillos, Majadahonda y Las Rozas”.

El 4 de enero de 1937, La Libertad informaba de una nueva ofensiva de los alzados en el sector Boadilla–Valdemorillo , siendo el ataque precedido de “un bombardeo fuerte de la aviación facciosa, que como siempre, prefirió arrojar la mayor parte de sus bombas sobre los pueblos pacíficos situados a la retaguardia”, añadiendo que fue “particularmente intenso sobre las pobres casas de Majadahonda”. Y destacando que la aviación republicana había conseguido derribar un Junker alemán, aparato que habría caído en zona muy próxima a nuestra ciudad. Lógicamente las versiones son diferentes en la prensa de los alzados. La Nueva España informaba el día 5 de enero del “avance arrollador” sobre Majadahonda. Mientras, el parte de guerra republicano que reproducía Ahora el día 6 de enero de 1937 refería que la artillería republicana había “batido eficazmente una fuerte concentración enemiga estacionada entre Majadahonda y Las Rozas”, causando bajas numerosas y capturando fusiles y armas automáticas. La virulencia de los combates la reconocía en unas declaraciones el propio General Miaja, cuando decía el día 6 de enero que el enemigo continuaba atacando “duramente por el sector de Majadahonda”.

El particular Verdún majariego lo pone de nuevo de relieve el parte de guerra del día 6 de enero, en el que el Ministerio de Guerra da cuenta de un ataque aéreo a posiciones rebeldes en el suroeste de Majadahonda, lanzando unas dos toneladas de bombas sobre dichas posiciones. Las informaciones del día 8 de enero refieren combates muy intensos en la zona de Majadahonda, Húmera y Pozuelo. El día 12 la prensa de los Alzados (Diario Falange de Las Palmas) informa de cómo se ha rechazado un contraataque republicano sobre sus posiciones. Por supuesto, los partes republicanos son de diferente tenor y daban cuenta de cómo se habían conseguido todos los objetivos de los ataques con correlativa incautación de cantidades grandes de material. Juntemos a esto el consabido arsenal de detenciones, delaciones, condenas: un ejemplo, La Vanguardia de 30 de junio de 1937 nos daba la siguiente información: “Ante el Tribunal Popular se vio la causa contra J.G.L, vecino de Majadahonda, de reconocida filiación fascista, que se dedicó, en los primeros días del movimiento, a disparar contra los vecinos de tendencias contrarias. En un registro que se practicó en su domicilio se le hallaron armas -y municiones. El procesado no ha negado los hechos y ha sido condenado a la pena de 15 años de separación de convivencia social, por un delito de «provocación a la rebelión”.

Crescencio Bustillo (segundo por la izquierda)

Las noticias de los meses posteriores, los partes de guerra, informan profusamente sobre los constantes bombardeos sobre la zona Oeste, bombardeos republicanos intentando recuperar esas posiciones y debilitar el avance sobre Madrid. Majadahonda, tomada finalmente por el bando franquista, padeció la misma suerte que Pozuelo, en la que se combatió casa por casa, entre el barro y la niebla, mientras sus habitantes hacía mucho que habían buscado refugio en otros lugares. Los partes de guerra, las noticias, sólo hablan de “toma de posiciones”, “avances significativos”, “duros combates”, pero dejan entrever el calvario de la población civil. El resultado: un pueblo derruido. Decía Crescencio Bustillo en sus memorias publicadas por Majadahonda Magazin que esa Majadahonda de preguerra desapareció. Los decretos de 7 de octubre de 1939 establecieron la “adopción” por el Estado (literalmente por el “Generalísimo”) de localidades como Teruel, Brunete, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Las Rozas y Majadahonda, Guadarrama, Quijorna… zonas devastadas, pueblos adoptados. Poco a poco llegó la construcción de nuevas casas y nueva configuración del pueblo a través del “Camino ancho”, precursor de la Gran Vía.


Juan Benet y Rosa Regás en París (1959)

¿Qué hicieron los majariegos? ¿cómo sintieron el retorno los que volvieron a un ámbito en ruinas? Quizás, es un mero especular, se trató de una generación que, en palabras de un personaje del «Volverás a Región» de Benet, ”… no hemos conocido sino la deriva o quizá el encallamiento, eso es, un encallamiento en una costa tan sórdida, desértica y hostil que no nos hemos atrevido a salir de la barca que nos trajo a ella…”. O como escribió magníficamente Blas de Otero, Majadahonda cobijaba “un mundo como un árbol desgajado. Una generación desarraigada. Unos hombres sin más destino que apuntalar las ruinas”. Esa es la nota común de la zona Oeste, la contradictoria identidad común de una generación, la devastación. La pérdida de todo en proporciones mayúsculas, la separación brutal del ser humano de sus medios de vida, único objeto de trabajo de generaciones y generaciones.

El Cerro de la Radio durante la Guerra Civil

Pasada la guerra , el BOE iba informando de cómo en la Zona de Jurisdicción de la Junta de Reconstrucción se habían adoptado los pueblos de Las Rozas, Majadahonda, Boadilla del Monte, Aravaca, Pozuelo de Alarcón, Carabanchel Bajo y Villaverde, y los barrio madrileños de la margen derecha del río Manzanares y Entrevía. Informaba en los años sucesivos de la entrega de viviendas protegidas por el director general de Regiones Desvastadas. Un pueblo nuevo, un pueblo que se levantó y que tuvo la fortuna de crecer y de convertirse en algo muy diferente con la llegada masiva en los años setenta de las clases medias. Pero un pueblo que, como otros tantos de la zona Oeste de Madrid, forjó una generación rota que quizás tuvo una identidad común: el retorno a las ruinas.

Majadahonda Magazin