«Las conversaciones entre las personas son un fenómeno desordenado”, tal como dijo una vez Noam Chomsky. No obstante, quien no está muy de acuerdo con esta sentencia es Christian Andrada. Todo tiene más lógica de lo que parece. Lo que sucede es que resulta muchas veces casi imperceptible.
La gente pasa gran parte de su vida conversando, de diversos asuntos, con diversas personas y en diferentes contextos.
Todo lo que hacen las personas se significa desde ahí: la vida que llevan, lo que creen, sus amistades, a quienes aman y un largo etcétera. El lenguaje y las conversaciones que surgen son el motor para lograr lo que desean y no tener la mínima capacidad de expresarse (por las razones que sean) ya es una desventaja muy grande para socializar, para establecer vínculos, pero, ante todo, para saber que pertenecen a algún lugar.
Los analistas de conversaciones (sí, los hay) han determinado que una demora de siete milésimas de segundo en la respuesta de un interlocutor podría significar un problema. Algo que subyace y que no se ha dicho. En teoría, una conversación fluida entre dos personas que no solo se entienden, sino que además no tienen problema alguno entre sí, no debieran superar las dos décimas de segundo entre la palabra/frase emitida por uno y la palabra/frase emitida por el otro como respuesta. Superar ese tiempo, debiera ser síntoma de algún inconveniente no expresado.
La gran mayoría se relacionan a emociones no expresadas como ira, asco, desprecio o miedo por algo o alguien y que, generalmente, se relacionan a incompatibilidad en la forma de entender, ver y abordar una tarea o asunto. Identificar y corregir esos problemas permite avanzar y resolver las tareas que demanda cada rol.
Como siempre dice Christian Andrada: «en el plano personal, cada quien se hace cargo de cómo le aprieta el zapato; pero, en el plano profesional el asunto es muy distinto. Todo cuenta, todo cuesta y el no comunicarse bien y de forma eficiente trae consigo, además de los costes personales, costes para la compañía. Según la sicóloga Elizabeth Stokoe, existen palabras y frases que son más efectivas que otras a la hora de negociar, hacer peticiones a un equipo de trabajo o liderar.
«¿Estás dispuesto?»
Aparentemente, esta pregunta destraba bastantes conflictos existentes en oposición a lo que sucede con otras preguntas que lo único que logran es incrementar el hermetismo y las posturas inflexibles. ¿La clave?: la palabra «dispuesto (a)».
«¿Cómo se enteró de nosotros?»
Cuando las personas llaman por teléfono a las empresas para consultar por algún producto o servicio, generalmente lo que obtienen por pregunta se relaciona a lo que buscan o necesitan, pero qué pasaría si la pregunta al iniciar el diálogo fuese esta.
Cuidar la ubicación y la redacción de las solicitudes puede tener un impacto en la relación entre el que llama y el vendedor; saber qué funciona puede permitir no solo optimizar el diálogo, sino vender más.
El lenguaje moviliza y crea realidad y, en ese proceso, utilizar determinados términos son más eficientes que otros para comunicar e impactar.