«Venidos muy probablemente de los grandes lagos del Este de Europa, año tras año, con una puntualidad anual, de setiembre a mayo, con un ritmo escolar paralelo al de los colegios, cormoranes de las 22 especies existentes visitan el río Guadarrama en Molino de la Hoz, entre Las Rozas y Galapagar»

VICENTE ARAGUAS* (3 de julio de 2024). Cormorania-Guadarrama. Un poco fuera de nuestro ámbito pero en los dominios del Guadarrama, Molino de la Hoz. Entre Las Rozas y Galapagar su embalse. Río embalsado, y casi que podríamos decir embalsamado, en la década de los sesenta del siglo pasado, cuando las cacicadas llevaban el sello de la impunidad. Cuando un río se podía represar al servicio de una urbanización. Provocando que dentro del agua quedase un olmo, o lo que restaba de él, mejor dicho. El olmo machadiano aquel que terminó “herido por un rayo”, apenas empezado este siglo cuando se había convertido en posadero/ guarida de cormoranes, venidos muy probablemente de los grandes lagos del Este de Europa, el Balaton, por ejemplo, año tras año. Con una puntualidad anual, de setiembre a mayo, con un ritmo escolar paralelo al de los colegios vecinos, Bérriz, Logos (anteriormente El Molino). Cormoranes, de las veintidós especies existentes, de la clasificada como “phalacrocorax carbo”, cuervo calvo y carbonífero, pues, bien que no sean córvidos, como el término científico parece indicar, sino suliformes (garzas, ibis y demás).


Vicente Araguas

Los cormoranes, al menos los que yo hubiese avistado (en compañía de aquel vasco, de Bermeo, Bitor Elorduy, quien me hizo ver que potorro vale para cormorán en euskera, y ahí lo dejo), aparecieron en Molino en 1989, siendo así que una tormenta de mayo terminó de tronzar su árbol, protector mediados los noventa del mismo siglo. Di cuenta del hecho, mostrando mi preocupación, en una carta publicada en El País por aquellas fechas. Lo que levantó la alarma en Molino, sobre todo (que todo hay que decirlo) entre la colonia extranjera, provocando la creación de un grupo dispuesto a que los cormoranes siguiesen contando con un refugio para su estancia entre nosotros.


«Río embalsado, y casi que podríamos decir embalsamado, en la década de los sesenta del siglo pasado, cuando las cacicadas llevaban el sello de la impunidad. Cuando un río se podía represar al servicio de una urbanización. Provocando que dentro del agua quedase un olmo, o lo que restaba de él, mejor dicho».

«Provisionalmente se habilitó una especie de plataforma hecha con bidones, sujetos a su vez con maromas»

Provisionalmente se habilitó una especie de plataforma hecha con bidones, sujetos a su vez con maromas. Sin embargo esta instalación carecía de la fijación necesaria para que los cormoranes, aves tan delicadas como exigentes, optasen por semejante posada. De manera que la asociación tan filocormoranera como básicamente foránea, contactó con un espléndido, sentido lato, escultor húngaro, Miklos Palfi, quien “gratis et amore” se hizo cargo de la erección de un árbol, digamos, metálico donde los cormoranes pudiesen descansar luego de sus vuelos y zambullidas en busca de los peces que les sirven de alimento. No estará de más recordar las habilidades piscatorias de los susodichos que hacen que en lugares de Asia sean eficaces ayudantes de los pescadores. Quienes los sumergen con una correa alrededor de los pescuezos de las aves, para que una vez atrapado el pez no lo engullan.

Inauguración fallida hace 10 años: «Sin embargo esta instalación carecía de la fijación necesaria para que los cormoranes, aves tan delicadas como exigentes, optasen por semejante posada».

El «árbol» (2002) del escultor húngaro, Miklos Palfi, se desmorona

Por cierto, su plumaje no es impermeable, de manera que tiene su aquel de espectáculo, un tanto inquietante caso de que los rodee la niebla, tan abundante en los meses de enero-febrero en el paisaje del Río Guadarrama, ver a los cormoranes desplegando las alas para su secado. Palfy, en fin, alzó una estructura, vanguardista “ma non troppo”, que ha cumplido un hermoso papel ético/ estético durante los últimos treinta años. Un problema técnico, de ni difícil ni cara solución, relativa a los depósitos de la base hacen temer que el árbol de Miklos Palfy acabe desmoronándose, y con ello el distanciamiento de Molino de la Hoz de tal milagro, cada año renovado, de la naturaleza. Tan hermoso como instructivo para unos y otros. Porque que estas aves lleven tres décadas y media visitándonos con una puntualidad asombrosa hace pensar, con Jorge Guillén, que el mundo está bien hecho, a pesar de los humanos, tan empeñados en contaminarlo (vid. el Guadarrama, río que transcurre también por el municipio majariego). Planteo aquí, en Majadahonda Magazin, órgano tan independiente y liberal como difundido y difusor, para que tome nota quien quiera y pueda. Es nuestra obligación salvar la naturaleza y el arte, todo lo mismo. Axioma es que la naturaleza imita al arte. O al revés. Todo lo mismo. Naturalmente. *Vicente Araguas es poeta y escritor majariego, autor de “Enseñando Poesía en la Escuela” (Magíster/ Pigmalión).

 

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