Mili Hernández en la librería Berkana

FERNANDO BRUQUETAS DE CASTRO. En aquella primera estancia en Madrid, cuando Federico Utrera me encargó en serio escribir el libro del «Outing«, a raíz de la conversación mantenida en la plaza de Santa Ana con Manuel González y Juan Fernando López Aguilar, apenas pude conseguir documentación para este trabajo, porque ya tenía el billete cerrado y estaba obligado a volver a Las Palmas. No obstante, en seguida comencé a hacer pesquisas: en primer lugar, había que visitar una librería que llevaba varios años especializada en literatura gay y lésbica en el mismo centro de la capital, pero que, por esa misma circunstancia, se mantenía con un halo de semiclandestinidad en el depauperado barrio de Chueca.


Fernando Bruquetas

La propietaria, Mili Hernández, me recibió con cierta desconfianza, hasta que la caricia del acento isleño le aseguró que era una persona de fiar. Le hablé de la intención de escribir un libro sobre el «Outing en España» y entonces me facilitó el trabajo, dio consejos, habló de unos y de otras, indicó peligros, pero dijo «sáltate todos los obstáculos que te pongan, que ya verás cómo te los van a poner…». Dimos una vuelta por la librería y fue indicando de dónde podía tirar. Le compré varios libros que leí con avidez. Me señaló uno fundamental: «Homografías«, de Ricardo Llamas y Paco Vidarte, gracias al cual pude avanzar entre los deseos y devaneos de la adormecida comunidad LGTB de finales de los 90.


Berkana ha pasado de la Plaza de Chueca a la vecina Hortaleza 62

En aquel encuentro, Mili Hernández me pareció una mujer valiente, luchadora y con mucho ánimo. Llevaba solo cinco años y medio en el difícil negocio de los libros. Cuanto más dedicándose a la literatura especializada en medio de un barrio en guerra, pues así parecía la plaza de Chueca entonces. Sucia, muy sucia y en total abandono por parte de las autoridades municipales. Atreverse simplemente a pasar por allí era un reto, pero montar un negocio se tornaba una odisea, así que si alguien debía dar su nombre a aquella plaza y a la rehabilitación del barrio era, sin lugar a dudas, Mili Hernández. Todavía hoy, siempre que voy a Madrid paso por su tienda (hoy en otra cercana ubicación) y, sin darme a conocer (porque uno ha cambiado lo suyo) compro un libro en agradecimiento a todo lo que hizo por mí y hace por los gays, lesbianas y transexuales del mundo. Próximo capítulo: Mis conversaciones con Pedro Zerolo y los problemas con su padre, el pintor Pedro González (La Laguna).

Mar de Griñó y Mili Hernández, su pareja

Mili Hernández en la librería

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