JULIA BACHILLER. El Día de todos los Santos, como es tradicional ,el cementerio de Majadahonda recibió un gran número de visitas. Desde primera hora de la mañana muchos acudían en recuerdo de sus seres queridos a depositar flores, engalanando el lugar donde descansan aquellos que al irse dejaron un gran vacío. Del cementerio de Majadahonda, situado en la calle camino del cementerio, S/N, escasa información puede encontrarse y la que se ofrece está relacionada con su ubicación, como llegar o el tipo de unidades de enterramiento. Pero el camposanto alberga tras sus muros algo más. Con tan solo un par de horas en su interior observando y preguntando a los que allí trabajan se obtiene una información por un lado interesante y por otro emotiva. Seguramente es uno de los lugares más visitados durante el año, pero en el que muchos no se detienen a observar ni apreciar su interior por ese sentimiento de tristeza que trasmiten estos lugares. Desde Majadahonda Magazin queremos dar otro tipo de información, esa que no se encuentra en ningún documento pero está a la vista de todos aquellos que acuden en estos días a rendir ese pequeño homenaje a sus seres queridos.



Comenzaremos recordando para aquellos que lo desconozcan que la ubicación del cementerio en su origen fue en la ahora llamada Avda. de Reyes Católicos, lugar donde ahora se encuentran los colegios San Pío X y Antonio Machado. Entramos y lo primero que encontramos ante nosotros es una construcción que recuerda a una capilla. Este lugar era la antigua tanatosala, donde se velaba a los difuntos. Estaba instalada de la misma manera que las actuales, con un gran ventanal desde donde se podía ver el féretro. Trasladándonos a la época y careciendo de los medios que ahora disponemos, el habitáculo no tenía refrigeración, por lo que el féretro se introducía en un urna de cristal de gran tamaño y forma rectangular que en su base poseía un sistema de refrigeración a modo de nevera y unos orificios por donde se refrescaba el interior. Este lugar ahora está destinado a la oficina de los empleados de mantenimiento.

Si desde la entrada miramos a nuestra izquierda, al fondo junto al muro se encuentra el osario. Junto a él había una pequeña edificación, ahora ya desaparecida, que era el lugar donde se realizaban las autopsias. La entrada es la primera parada: posee cuatro fases, lo que indica que ha sido ampliado en cuatro ocasiones. En estos momentos son unas 6000 personas las que están enterradas o incineradas, a pesar de lo cual si por algo se caracteriza es por su sencillez: fosas, nichos y columbarios careciendo de la ostentación de los panteones. Destaca ese toque especial que cada familia aporta para embellecer de alguna manera el lugar donde descansan sus seres queridos, variedad de mármoles y granitos, crucifijos, estatuas, adornos, incluso fotografías. Pero si algo identifica el recuerdo o el sentimiento hacia el difunto son las inscripciones que podemos leer sobre sus lápidas.

Entre todas destaca María Teresa León Goyri (1903-1988), primera mujer del poeta Rafael Alberti, pero a la que hoy gusta recordar como escritora española integrada en la generación del 27 que estudió en la Institución Libre de Enseñanza y se licenció en Filosofía y Letras, lo que para una mujer de esa época fue todo un logro. En su lápida puede leerse: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años” y la firma de Rafael Alberti. Esta frase se la dejó escrita en un papel un día que fue a visitarla cuando ella estaba ingresada en una residencia de Majadahonda, ya que padeció Alzheimer.

Las inscripciones son muchas y emotivas. Existe otra en inglés que dice así: ”To see the work in a grain of sand, And heaven in a wild flower, hold infinity in the palm of your hand, and eternity in an hour” [Para ver el mundo en un grano de arena, y el cielo en una flor silvestre, sujeta el infinito en la palma de tu mano, y la eternidad en una hora]. Fragmento del poema de William Blake, “Augurios de inocencia”. Además, llama la atención la tumba de Carton P. Maheu, Sargento de la US Air Force en la segunda guerra mundial, [World War II (1933-1981)], la de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos y la de Reparadoras del Sagrado Corazón. Pero no solo en un cementerio encontramos tumbas. También encierra emotivas historias que demuestran como actuamos ante la pérdida de un ser querido. Uno de golpes más duros que puede dar esta vida es la pérdida de un hijo y son varios los padres y madres que acuden a diario porque no pueden superar esta gran ausencia. Unos van porque en casa se cansan de verlos llorar y allí se desahogan sin que nadie les recrimine por ello y otros porque es como una adicción, no pueden controlarlo, como así contaban a MJD Magazin.

Las madres son las que más habitualmente se ven en la necesidad de acudir diariamente, dándole sentido a esa frase que una buena amiga dijo un día: “Cuando un hijo fallece, una madre muere”. Existe también en Majadahonda el caso de un novio que diariamente acude cuando regresa de trabajar de Madrid desde que su novia falleció hace ya unos años. Por ultimo mencionar que durante la búsqueda de personas insignes en este lugar y al subrayar solamente el nombre de María Teresa León Goyri se comete un gran error. Según se abandonaba el santo lugar se percibe que en todo momento está rodeado de personas insignes, ilustres, famosas… En la entrada apellidos como Labrandero, Bustillo, Tallón, Bravo, etc. Familias pioneras de Majadahonda que según se va adentrando en la necrópolis descubre a los que llegaron al entonces pueblo procedentes de otros lugares, crearon sus familias y descansan en esta hoy ciudad que en su día los acogió y que incluso llegaron a considerarse majariegos de honor. Y por ultimo a los que por diversos motivos el destino decidió que Majadahonda fuese su última morada.

Majadahonda Magazin