José Mateos Mariscal y su familia

JOSE MATEOS MARISCAL. Han pasado algo más de 7 años y medio desde que mi familia y yo tuvimos que abandonar nuestra casa para buscar un futuro mejor en otro país. Como a tantas otras personas, la crisis económica de 2008 nos golpeó e hizo que perdiéramos todo lo que teníamos. Yo, natural de Zamora y con trabajo en Majadahonda, era autónomo y tenía una pequeña empresa de estructuras metálicas para grandes superficies comerciales con 20 operarios a mi cargo, a la cual contrataban grandes empresas de todo el Estado español. Todo iba bien, hasta que la empresa quebró y la recesión me obligó a poner todo mi patrimonio sobre la mesa. Fue entonces cuando comenzó mi pesadilla, así como la de mi mujer, María Coral, y mis hijos, Leandro y Yhasmin, en aquel momento de 8 y 12 años respectivamente. Con 39 años no asimilaba estar en el paro. Tenía un título y había trabajado toda mi vida. Estuvimos cuatro años malviviendo con 360 euros de subsidio que no daban para nada. Y con problemas con los asistentes sociales, tuvimos que vivir dos desahucios.


Ante el «miedo», busque ofertas por internet hasta que encontré una en Alemania que a simple vista parecía irrechazable, ya que ofrecía trabajo en una fábrica y una habitación por 300 euros. En junio de 2013 vendí mi coche y compre un vuelo para mi familia: dirección Wuppertal. Llegamos a un portal y no había nada. Era un descampado. Nos vimos perdidos. Ante esa situación, y sin poder hacer nada, decidimos coger un tren para regresar al país natal. Lo que no sabíamos era que una serie de casualidades iban a cambiar nuestros planes, empezando porque las vías del tren estaban cortadas y tuvimos que parar en Remscheid en busca de un lugar en el que poder dormir esa noche. Al bajar, una mujer nos recomendó ir a la Coordinadora Federal del Movimiento Asociativo de Alemania, una especie de consulado que ayuda a la gente gratis.

Pero el verdadero giro de los acontecimientos se dio cuando entramos en el bar Andalucía, donde conocimos a un cocinero que trabajaba para las Misiones Católicas de lengua española en Alemania, cuyo objetivo era ayudar a los emigrantes y de la que por aquel entonces era delegado nacional el sacerdote navarro José Antonio Arzoz Martínez. Un hombre con el que, años después, nos sentimos agradecidos. El sacerdote diocesano no dudó en ir a recogernos y nos ofreció comida y cama durante 15 días, el tiempo que tardé en encontrar mi primer trabajo en Alemania como soldador. José Antonio nos acogió, nos dejó dormir en una parroquia y nos ayudó a encontrar trabajo. Nos ayudó como un padre y le queremos agradecer todo lo que ha hecho por nosotros. Una persona solidaria e implicada que se ha dedicado toda su vida a ayudar y que protegió a los más desfavorecidos y se involucró con ellos. Guardamos un recuerdo impresionante de él. Nos salvó de la situación en la que nos encontrábamos. Si no, estábamos perdidos. Quiero aprovechar estas líneas para hacerle un homenaje, porque se lo merece y es una persona maravillosa.

Después de casi 8 años en Alemania, y con el recuerdo de la ayuda del sacerdote José Antonio muy presente, yo y mi familia hemos conseguido adentrarnos. Ahora trabajo para el Ayuntamiento recogiendo basura con un contrato indefinido y mi hijo e hija estudian. Mi mujer, por su parte, no puede trabajar debido a que tiene artrosis. Al principio la integración en Alemania fue fatal, porque el idioma es imposible, sobre todo para los mayores, pero tienes que aguantar porque como vuelvas a España regresas a las calamidades. Al final los niños son los que ganan y ahora hablan perfectamente español, inglés y alemán.

EL SUEÑO EUROPEO PARA MUCHOS PUEDE SER LA SALIDA A LA POBREZA. El cambio de país, los salarios más altos y las fuentes de trabajo impulsaron a más de dos millones de españoles a dejar el país y buscar mejor vida en otros lares. Cada historia es un mundo distinto. No todos corrieron con la misma suerte. Algunos regresaron con las mismas ilusiones. Pero también hay relatos de esfuerzo y éxito y, pese a que volvieron, no dudarían en salir otra vez. Quiero hacer que nuestras voces sean escuchadas y conozcan la fuerza, la valentía y la resiliencia de quienes hemos tenido que dejarlo todo y seguir construyendo caminos. Detrás de las monumentales dimensiones de esta crisis migratoria, miles de seres humanos vivimos historias desgarradoras que nos hicieron abandonar nuestra patria. Muchos emigrantes no quieren mostrar la cara ni hablar ante las cámaras. Les da pena que su familia los vean, cansados. Emigraron para aliviar el hambre, conseguir unos euros para nuestras familias o para quedarnos e iniciar una nueva vida.

El sacerdote José Antonio Arzoz Martínez

EL SACERDOTE JOSÉ ANTONIO ARZOZ MARTÍNEZ. Eclesiástico nacido en Acedo (Navarra) el 23 de octubre de 1943. Cursó sus estudios en el Seminario de Pamplona (1955-1967), donde se ordenó sacerdote el 10 de septiembre de 1967, y se licenció en Ciencias de la Educación (Pedagogía) en la Universidad de Aquisgrán, Alemania (1976-1980). Es en este país donde ha desarrollado toda su carrera sacerdotal, siendo: coadjutor de la Parroquia Alemana de la Diócesis de Aquisgrán (1967-1972); capellán de emigrantes en Remscheid (1980-); director del Departamento de Asuntos Escolares y de Formación de las Misiones Católicas de Lengua Española en Alemania (1982-1990); asesor técnico de la Confederación de Asociaciones Españolas de Padres de Familia en Alemania (1982-1990); Delegado Nacional de las Misiones Católicas de Lengua Española en Alemania (1990-); presidente (1984-1994) y vicepresidente (1994-) de la Academia Española de Formación de Alemania; miembro Católico del Comité Ecuménico de Preparación de la Semana del Extranjero de la Conferencia Episcopal Alemana (1990-); director de la revista «Ventana Europea» (1991-); y miembro directivo de la Asociación Comisión Católica de Migraciones (1995-). (Enciclopedia Aunamendi)

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