CRESCENCIO BUSTILLO. Como ya he dicho antes, aprovechando el paréntesis del verano [1.926 y 1.927] dejé el juego y empecé otro entretenimiento por tal vez instinto de «macho»: comencé a salir los domingos y festivos desde Majadahonda hacia Madrid en compañía de otros amiguetes para frecuentar los bailes. En esta nueva andadura, visitábamos los locales destinados a baile más famosos de aquellos tiempos, lo mismo los de «La Bombilla» que los de «Cuatro Caminos«, que eran numerosísimos. De estas andanzas aprendimos a bailar bien y las danzas más modernas, pero sobre todo empecé a conocer un poco a las mujeres, pues con tantos «planes» como salían, cada chica era diferente. De cada una de ellas aprendí algo, aunque lo único que tenían todas en común era el quererte mandar y que fueras como un perrito detrás de ellas, cosa que nunca he soportado, ni entonces, ni después…


Crescencio Bustillo

Con esta nueva singladura me divertí muchísimo, al igual que los otros amigos que me acompañaban, pues siempre había anécdotas sabrosas que contar, según nos había ido en nuestras «conquistas»… Durante el otoño, invierno y primavera, nuestro campo de operaciones era en los bailes de Madrid, pero en verano nos íbamos a las «Colonias» veraniegas de la «Sierra«, y como había tantas «marmotas», escogíamos las chicas que más nos gustaban. Ahora bien, si el «plan» no resultaba como uno quería, lo dejabas y buscabas a otra, porque lo que sobraban eran mujeres… Próximo capítulo: Aventuras y Desventuras de aquel servicio militar obligatorio (1.928).

Majadahonda Magazin