JAVIER OTAZU (Agencia Efe). El avión que el jueves 7 de mayo (2020) salió de Casablanca con 180 españoles o residentes en España repatriados desde Marruecos iba cargado de dramas personales, que son los que finalmente decidieron la inclusión de todas esas personas en un vuelo codiciado por cientos de solicitantes. Por ejemplo, una muchacha de 17 años (llamémosla Imane) llegó al aeropuerto en una ambulancia medicalizada que la había recogido en un hospital de Tánger esa misma mañana, y al aterrizar en Madrid otra ambulancia estaba esperándola para su ingreso inmediato. Con goteros de suero a su alrededor y una bata de hospital, la familia la protegía dentro de la ambulancia casi sin atreverse a salir «para no asustar a los demás», como dijo su madre. A su lado, pálida y callada, Imane asiente. No le quedan casi fuerzas ni para hablar.


Javier Otazu

Imane es española, igual que sus hermanos de 11 y 8 años, todos nacidos en España y vecinos de Majadahonda, mientras que los padres son residentes y solo tienen el «pasaporte verde» marroquí: nadie dudó en ningún momento que los 5, color del pasaporte aparte, debían formar parte de los pasajeros de este vuelo de repatriación. El caso de Imane es especialmente dramático porque llegó con su familia a principios de marzo para el funeral de su abuela, y pocos días después, cuando Marruecos había decretado el cierre de fronteras, despertó con fuertes dolores y fue al hospital, donde le descartaron el coronavirus pero le detectaron algo más grave: un linfoma.

Su ingreso en el Hospital Oncológico de Tánger era muy costoso, por lo que varios funcionarios del Consulado de España al tanto de su situación organizaron una colecta para sufragar los gastos, a los que se sumó además la Embajada de Marruecos en España, según relató una fuente conocedora de los detalles del caso. Horas antes del viaje que debía trasladarla hasta el avión de repatriación -450 kilómetros de carretera en la ambulancia- los médicos le detectaron además un neumotórax y aconsejaron que un médico viajase a su lado durante todo el trayecto. Su familia en España y la Embajada en Marruecos comenzaron una frenética búsqueda para encontrar a un facultativo que la acompañase, hasta que encontraron a uno disponible que voló desde Madrid junto a la tripulación de Iberia con el único fin de acompañar a Imane. La familia de Imane es más o menos representativa del pasaje que llenaba el avión de repatriados: familias «mixtas» de marido español y mujer marroquí, o padres marroquíes e hijos españoles, representantes en suma de la extensa comunidad marroquí de España que supera el millón de habitantes.

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