EL PASEANTE INQUIETO. Con este encierro, en Majadahonda estamos sumidos en un agujero negro, tanto, que no recibimos de nuestros conciudadanos majariegos otros dimes y diretes sobre la actualidad local que los que saltan de terraza en terraza entre vecinos, en desleal competencia con los gritos de ¡al-fin-libres! de gorriones y mirlos por nuestros jardines vacíos. Los whatsapp son pequeñas perdigonadas que, entre el bulo y el horror de la realidad, nos encabritan y afligen, pero ignoran nuestra situación vecinal, como si a nadie nos importara o una mano maligna los censurara, tal que no habitáramos en el país más libre del universo universal.


Siempre queda el recurso de las noticias digitales de la prensa local independiente, donde los temas se entremezclan con las opiniones de los lectores, a veces tan enconadas y contradictorias que logran que uno confunda las churras con Las Meninas -de mayor mérito que con las merinas-, o en lenguaje paladino, Pedro con Pablo, y viceversa. Opiniones que, a un tiempo, nos ayudan a descubrir la empatía político-amorosa reinante entre los compatriotas de una de las más avanzadas democracias al norte de África, la nuestra, y la de Majadahonda sin ir más lejos, faltaría más. Por fortuna, tengo enfrente un vecino que ignoro cómo se halla al corriente de cuanto se cuece en el pueblo, quizá porque carece de filiación y fobiación política, bicho raro él. —Oye, compadre —le pregunto—, ¿sabes qué ha sido del discutido asfaltado de nuestras calles?, que solo he leído que sí que no, como si se apostara por que cayera o no un chaparrón. Aun distante, noto su cara de perplejidad, y me responde: —Ni idea, estoy igual que tú. Entré en la web del Ayuntamiento, y estaba más atrasada que el apoyo del Gobierno a las pymes. Y sí que resulta extraña la demora con los políticos en sus puestos consistoriales durante el quédate-en-casa. Mañana: Segunda parte.

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