RODRIGO RASCADO. Finalmente, y volviendo a la música, poco hice de consideración, aparte de escuchar mucho y estudiar poco a poco algo más de teoría por mi cuenta, hasta que entré de organista en esta iglesia de Santa Catalina de Majadahonda, con cuya Cantoría empiezo ya mi tercer año al presente. Mis gustos musicales, que, naturalmente, condicionan mi propio estilo, he de reconocerles fundamentalmente barrocos; Johann Sebastian y Carl Philipp Emmanuel Bach, padre e hijo, vayan por delante, pero no muy a la zaga los franceses con Rameau y Lully a la cabeza, y la tecla ibérica de Seixas y Albero. Éstos son de lo que se llama «stilo moderno»; en «stilo antico», es decir, del Renacimiento y atrás, inspirándome al componer música vocal religiosa, Palestrina, Luis de Victoria, Antonio de Cabezón, y el audaz Guillaume Dufay. Con estos maestros, me permito el considerarme a mí mismo un contrapuntista moderadamente competente, siendo el contrapunto el arte de entretejer unas melodías con otras.


Lo cual ha de llevarme de cabeza hacia la exposición de mis intenciones actuales, puesto que para ayudar a la dicha Cantoría de Santa Catalina haciendo buenos contrapuntos, tanto cantantes como ministriles, es decir, instrumentistas, de violines y violones, oboes, chirimías, etc, serían grandemente apreciados y siempre bienvenidos. Los primeros por ir teniendo un «relevo generacional», los segundos por apoyar y aún hacer voces adicionales en descargo de las humanas, que mucha tralla veo que les doy, la verdad, sin que por su infinita paciencia conmigo, les deje de estar infinitamente agradecido, a los cantores que ya somos. Y en lo referido a ministriles, no deja de haber demanda también para bodas, bautizos, etc... ocasiones éstas muy provechosas para sacarse un sobresueldo.

Porque como yo ya te he contado personalmente, querida Julia, mis pobres intentos por hallar músicos parecen caer de continuo en saco roto, aunque me parezca, a lo menos a mí, una oportunidad nada despreciable de lucirse y, en definitiva, de practicar la teoría que se aprende, que al final, para alguien que estudie música porque le guste de verdad, creo que es lo que cuenta. Pienso yo, aunque en la ignorancia desde fuera del ámbito académico, que de tantos y tantos ejercicios que me dicen los profesores que tienen que estudiar y practicar sus alumnos, bien podrían ser unos pocos de ellos piezas que puedan tocar ante un público de verdad, y así curtirse y hacer tablas… ¡Ja, ja! Es decir, lo que en una carrera universitaria al uso vendrían a ser unas prácticas «en empresa». ¡Ja, ja! …

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