¿Por qué la Guardia Civil ha llamado «Operación ‘Domiciano'»al caso de violación en Avila de una menor de Majadahonda? El diario “La Información” se ha hecho esta pregunta y la responde: “Domiciano era un emperador romano al que le gustaba agredir sexualmente a las niñas de su entorno familiar. Repudió a su mujer y mantenía relaciones con su sobrina Julia». Revistas como el «National Geografic» o novelistas como Lindsay Davis han biografiado también a quien fue un azote de la corrupción pública y un depravado en su moral privada: «El historiador Suetonio, que recoge la anécdota, cuenta también que en los inicios de su reinado Domiciano se ganó fama de soberano justiciero, tolerante e íntegro, preocupado por la moral pública, pronto a castigar cualquier tipo de infracción de la ley. Por ejemplo, a los que presentaban denuncias falsas por delitos contra el fisco ordenaba castigarlos duramente, mientras decía: «Un príncipe que no castiga a los delatores, los alienta».
![captura-de-pantalla-2016-11-12-a-las-9-58-57](http://majadahondamagazin.es/wp-content/uploads/2016/11/Captura-de-pantalla-2016-11-12-a-las-9.58.57-300x153.png)
«Domiciano decidió que todos los judíos debían enviar a las arcas imperiales la ofrenda anual que antes mandaban a Jerusalén. Cuando algunos judíos se negaron a hacerlo, Domiciano empezó a perseguirles y a exigir el pago de la ofrenda. Puesto que todavía no estaba del todo claro en qué consistía la relación del judaísmo con el cristianismo, los funcionarios imperiales empezaron a presionar a todos los que practicaban ‘costumbres judías’. Así se desató una nueva persecución que parece haber ido dirigida no sólo contra los cristianos, sino también contra los judíos. Las fuentes clásicas le describen como un tirano cruel y paranoico, ubicándose entre los emperadores más odiados al comparar su vileza con las de Calígula o Nerón. No obstante, la mayor parte de las afirmaciones acerca de él tienen su origen en escritores que le fueron abiertamente hostiles: Tácito, Plinio el Joven y Suetonio. Los escritores de la época le describían como un autócrata despiadado pero eficiente, cuyos programas pacíficos, culturales y económicos fueron precursores del próspero siglo II, en comparación con el turbulento crepúsculo del siglo I. Su muerte marcó el final de la dinastía Flavia, a la cual seguiría la dinastía Ulpio-Aelia, que comenzaría con el nombramiento de Nerva.