JULIA BACHILLER. Tres situaciones conflictivas coincidieron en un corto espacio de tiempo y casualmente durante la noche del jueves 9 al 10 de julio (2020) en la Gran Vía de Majadahonda. Por ser hechos que inquietan e incluso alarman a los vecinos de la localidad, damos cuenta de ellos. El primero de ellos fue el de un matrimonio y dos mujeres de origen rumano, unos de tantos que habitualmente solicitan una limosna o comida en las puertas de los comercios de la zona. Rara vez estas personas sin techo deciden dormir en un lugar tan céntrico como la calle central o en lugares con tanta visibilidad. Ya entrada la noche, una pareja de la Guardia Civil se dirigió a ellos solicitándoles la documentación y verificando si pensaban pasar la noche en el lugar. La respuesta fue afirmativa y dos de las mujeres se situaron a la entrada del Banco de Santander y el matrimonio en el local contiguo donde reparan y venden accesorios para teléfonos, lugares donde pernoctaron para evitar la intemperie. Inevitablemente, a la mañana siguiente, al despertar se dirigieron a calles cercanas y no muy retiradas para realizar esa inevitable evacuación que el organismo nos pide recién levantados, tras lo cual retiraron los cartones sobre los cuales pasaron la noche y emprendieron camino por la Gran Vía. Resultó curioso ver como la necesidad de la tecnología llega antes a las personas que la de buscar un lugar más confortable donde pasar la noche, ya que los cuatro poseían teléfonos móviles.


La Guardia Civil actúa pero no detiene a los perturbados que pueblan las céntricas calles de Majadahonda: el «escándalo público»

En el momento en el que la Guardia Civil solicitaba la identificación de las personas antes mencionadas, apareció en escena otro conocido e indeseable personaje en Majadahonda. Se trata del marroquí que tantos quebraderos de cabeza está causando a vecinos, comerciantes y fuerzas de seguridad. La ultima esta semana en la Plaza del Cura, lugar que frecuenta y donde tanto daño hace, provocó una masiva rotura de los retrovisores de los coches aparcados, gritos, y daños al mobiliario urbano. Y estas son solo algunas de sus fechorías: después se enfrentó tanto a la Policía Local como a la Guardia Civil, con insultos y chulería. Tanto el centro de Cáritas como la parroquia también son objeto de sus improperios, plantándose frente a estos lugares a plena luz del día y dirigiéndoles duras palabras e insultos.

El magrebí fuera de sí que atemoriza a la población sigue campando a sus anchas por las calles de Majadahonda: hubo que recoger una bolsa de basura que estampó en el suelo.

A este individuo se le achaca no estar en su sano juicio, pero evidentemente cuando lo llevan ante el juez sabe zafarse para que no le encierren, muy loco no debe de estar. Retomando lo sucedido la pasada noche en la arteria central de la ciudad, parece ser que a este desalmado le atrae ver y molestar a la benemérita, ya que comenzó con su vocerío hasta que uno de los agentes le preguntó qué le pasaba. Inmediatamente se dirigió hacia ellos alegando que si no desalojaban a los cuatro rumanos que allí dormían, él se iba a tumbar en el centro de la calle para hacer lo mismo, como así hizo. Minutos después abandonaba el lugar y en su camino encontró una bolsa de basura, que recogió y estampó en el suelo.


Fran «el de la mochila»: otro perturbado algo menos violento pero que intimida igualmente a los viandantes

Por último cabe mencionar a Fran, otro habitual de las calles de Majadahonda, más conocido como «el joven de la mochila«. Al tratarse de una hora en la cual no transita gente por el lugar, lo hizo en silencio y no con los habituales improperios, voces, insultos y cosas incoherentes a las que tiene acostumbrados a los vecinos diariamente. No se trata de una persona agresiva como el magrebí anteriormente mencionado, pero sí altera a los que se cruzan a su paso con sus plomizos discursos, a veces cargados de ofensas, que algún día pueden causar una situación desagradable. CÓDIGO PENAL: CAPÍTULO III. De los desórdenes públicos. Artículo 557: 1. Quienes actuando en grupo o individualmente pero amparados en él, alteraren la paz pública ejecutando actos de violencia sobre las personas o sobre las cosas, o amenazando a otros con llevarlos a cabo, serán castigados con una pena de 6 meses a 3 años de prisión. Estas penas serán impuestas sin perjuicio de las que pudieran corresponder a los actos concretos de violencia o de amenazas que se hubieran llevado a cabo.

Majadahonda Magazin