Crescencio Bustillo (izq)

CRESCENCIO BUSTILLO. Después de la jubilación de Don Benito, le reemplazó Don Atilano del Bosque, al que enseguida apodaron el «algarrobero» porque vestía igual que los serranos que venían en busca de algarrobas para alimentar las vacas de la comarca de la sierra. No era de extrañar que vistiera así, porque procedía de la parte de Segovia, y entonces todavía se conservaba la forma de vestir, según las provincias y regiones. Este maestro era un hombre alto, de mediana edad, colorado de cara siempre, que en su profesión tenía unos pocos conocimientos más que el anterior pero tampoco era una lumbrera. Con este maestro estuve poco tiempo de día con él, pues al cumplir los 12 años, fecha tope de asistencia obligatoria entonces, tuve que abandonar la escuela y ponerme a trabajar en casa, ayudando y aprendiendo de paso el oficio de labrador y hortelano. Después, cuando llegaba la época invernal, acudía todos los años a la clase nocturna de adultos que se daban en las primeras horas de la noche.


Crescencio Bustillo

Aprendí un poquito más con él, leía y escribía correctamente, en matemáticas aprendí a resolver las reglas y pocas cosas más, pues hasta bastantes años después no supe el porqué ni el verdadero sentido de estas enseñanzas… Con el Sr. Del Bosque, tuve bastante amistad después de asistir a la escuela, pues uno de sus hijos fue muy amigo mío y tuve que frecuentar su casa y la amistad de toda su familia, como más adelante veremos. Este hombre estaba casado en segundas nupcias con otra maestra, que ejercía su profesión por otro pueblo distante, por lo que se veían muy de tarde en tarde. De la primera mujer le habían quedado 3 hijos y con la segunda tenían uno, o sea el más pequeño. El conjunto de todos ellos es como para completar un «cuadro», como más adelante veremos. Se llamaban por orden cronológico, Asunción, vulgarmente «Asun», Teodoro, para el vulgo «Bosque», Victoria, o «Bosca» y Adolfo el cuarto y último.

Majadahonda Magazin