Los vinos madrileños y manchegos que aún hoy perviven y la zarzuela, ocio de la época en Majadahonda (1.928)

CRESCENCIO BUSTILLO. Este recuerdo (de la «mili» de mis hermanos) me sirvió de «calco» para enfrentarme a la realidad y como en mi mente bullían ya las ideas de libertad estaba dispuesto a correr la aventura, lleno de ilusión y confianza. No había tenido otra oportunidad de dejar el ambiente familiar y pueblerino en el que hasta entonces había estado metido en Majadahonda, y soñaba, soñaba, con ver nuevas caras, conocer otras tierras, observar sus costumbres, algo que fuera distinto a la monotonía que había vivido hasta entonces… Pero quiso la suerte que no me fuera muy lejos, por lo que en parte me llevé una decepción. Menos mal que me conformé enseguida y me acomodé a lo que el destino había querido: del resultado del sorteo salí destinado a España, más tarde al destinarme cuerpo y lugar, me destinaron al cuerpo de Caballería, y corno residencia Madrid. El Regimiento de Caballería se llamaba Húsares de la Princesa, que estaba instalado en el Cuartel del Conde Duque, en la calle del mismo nombre.


Crescencio Bustillo

Antes de meternos dentro del cuartel y narrar lo que fue allí mi vida voy a hacer una regresión y relatar un poco lo que fue el día del sorteo para designar si haría el servicio en África o en la Península. Entonces tenía yo un coro de amiguetes que estaban pendientes igual que yo de lo que me pudiera deparar el sorteo. Mis hermanos se fueron a Madrid, al Cuartel de San Francisco a presenciarlo bien temprano por la mañana pero yo no quise ir, y les dije que la suerte me la comunicaran por teléfono al Ayuntamiento, que era uno de los contados teléfonos que había en el pueblo de Majadahonda, quedando que más tarde iría yo con los amigos y pasaríamos el día juntos por Madrid.


Majadahonda y las localidades de Méntrida y Villa del Prado, famosas por sus vinos

Así fue que sobre las 11 horas comunicaron que había salido para España y acto seguido, en medio de bromas y juerga, emprendimos viaje a la capital los amiguetes y yo, Genaro, Mariano, Juan «el barbero» que también sorteaba, el otro Juan «el Tanillo», Eduardo y yo. Encontramos a mis hermanos y otros familiares en el sitio convenido y juntos nos fuimos a comer al «Mesón del Terrible«, que estaba en la calle de la Latina, enfrente del Mercado o Plaza de la Cebada. En este «mesón» hacían muy bien los «callos a la madrileña», por lo que consumimos bastantes raciones de este suculento guiso, así como otras especialidades de la casa, todo ello regado con un buen vino de Méntrida y Villa del Prado, que nos hizo sentir más que eufóricos. Como conocíamos al dueño, que era muy de la broma, le hicimos alternar con nosotros (de esto le venía el apodo del «Terrible«, porque no había quien le tumbara bebiendo), total que pasamos unas horas felices, todos juntos…

Después la gente mayor se reintegró al pueblo y nosotros continuamos con la meta que nos habíamos propuesto, aprovechar al máximo el día, por lo que nos metimos en el Teatro Fuencarral, donde vimos la zarzuela que entonces estaba de moda, «La del Soto del Parral«, que hacía poco tiempo que la habían estrenado. A la salida, hicimos un amplio recorrido por los «burdeles«, cada cual se acopló con la «Señorita» que más le gustó, regresando de madrugada al pueblo de Majadahonda en «taxi«, después de exprimir bien el día…

Majadahonda Magazin