Crescencio Bustillo (2º por la izquierda)

CRESCENCIO BUSTILLO (1907-1993). No estuve mucho tiempo dormido, la preocupación y el estado de nervios latentes me lo impedía. Volví a reunirme con la gente hacia el Ayuntamiento de Majadahonda, cuyos componentes y en especial el alcalde, no acababan de ponerse a la altura de las circunstancias, porque serían más o menos buenos para la administración, pero no eran adecuados por sus vacilaciones para dirigir un pueblo en pleno estado de guerra. Las noticias que se recibían constantemente por la radio eran tajantes, había que actuar con firmeza si no se quería caer en las garras del fascismo, con las consecuencias funestas que ello representaba. Solo así se podría salir adelante en aquel maremagnum en que estábamos metidos. Por eso, comentando lo que veníamos observando, el representante de las Juventudes, Aquilino Casado “Quili” y yo, tomamos drásticamente una decisión: nombrar un Comité que sin usurpar las funciones administrativas del Ayuntamiento de Majadahonda, dirigiera y controlara los momentos revolucionarios que la situación requería. Todos estuvieron de acuerdo, pero a la hora de nombrar los representantes nadie quería serlo para eludir compromisos y responsabilidades, ya que no estaban muy seguros en cuanto al resultado de los acontecimientos que se estaban ventilando en España. El Comité lo formamos el “Quili” y yo, asumiendo toda la autoridad y responsabilidad del mismo.


Crescencio Bustillo

Lo primero que hicimos fue buscar local propio que nos independizara del Ayuntamiento y del Juzgado, pues necesitábamos obrar y trabajar libremente para tratar todos los problemas que se fueron presentando, por muy delicados que fueran. Para ello me fijé en un edificio muy singular compuesto de dos plantas, que estaba vacío y que nos vendría a la medida. Este edificio era propiedad del famoso “Tío Fraile”, que lo tenía reservado para que pasaran el verano y los fines de semana un abogado y su familia, el mismo que le defendía todos los pleitos que tenía en aquellos tiempos. Era exteriormente el mejor edificio del pueblo y en el interior contaba con habitaciones amplias y un mobiliario adecuado, todo lo cual quedó requisado al servicio del Comité. De las dos plantas, la de abajo sirvió de albergue a las Juventudes, que eran nuestro principal punto de apoyo y confianza, y la de arriba como sede del Comité, que inmediatamente empezó a actuar, requisando radios, haciendo registros en busca de armas y llamando a declarar a personas sospechosas que pudieran retener las mismas.

Todas estas medidas se hicieron con carácter de urgencia, con el fin de asegurar el orden y hacer saber que había un Comité, que era la máxima autoridad en el lugar, al cual había que acatar y obedecer sin resistencias. No se detuvo a nadie más, ni se infligieron malos tratos, aunque hubo interrogatorios extensos. Lo único que se les hizo saber a varios de los más sospechosos fue la orden de no poder ausentarse del pueblo sin un permiso firmado y sellado por el propio Comité. Al día siguiente nos reforzamos con un cupo de 20 fusiles que nos dieron en el Ministerio de la Guerra, después de vencer la resistencia de los fascistas en el Cuartel de la Montaña, donde tenían almacenados los cerrojos de los mismos, que al liberarse sirvieron para adaptarlos a los fusiles que estaban de reserva en el Ministerio. Con estos fusiles se montó una guardia permanente, que si les quedaba alguna esperanza a los fascistas, de momento se desvaneció. Por otro lado, las huestes nuestras se sintieron más seguras y aquellos pusilánimes que vacilaron en los primeros momentos, ahora se volvían fanfarrones y hasta tiranos con la otra gente, que por el hecho de ser de derechas no se les podía atropellar ni humillar. Con respecto a esto, hubo que llamar la atención a algunos, haciéndoles ver que una cosa era desposeerlos del mando y de la riqueza, y otra era el ser insultados y pisoteados en su dignidad, pues aunque se les obligó a trabajar, era para redimirles, pero nunca para escarnecerlos.

En los días que estuve en el Comité, prácticamente no tuve que actuar fuera del mismo. Para hacerme ver, daba órdenes desde dentro por el enorme trabajo que tenía. Generalmente era por las tardes cuando me dirigía a Madrid, donde al tiempo que nos daban la contraseña para la noche, también nos daban instrucciones para seguir, después de exponer nuestras novedades. Por eso poco puedo decir, porque no llegué a verlo, de los trabajos que realizaban los llamados «señoritos» del lugar, entre los que se encontraba el cura, que en mangas de camisa, desprovisto de su habitual sotana, decían que cargaba los sacos de grano con habilidad como si no le diera importancia al nuevo oficio. Por lo que supe después, pasados aquellos días que se puso de moda dar el “paseo” a los curas, alguien le facilitó la huída para ver si se podía salvar, como así fue, pues vinieron varias veces a buscarlo. Y de haberlo encontrado lo hubiera pasado mal, como tantos otros. Próximo capítulo: «Confiscaciones» de coches en El Plantío.

[Sobre Aquilino Casado «Quili» hay información variada pero confusa. Las asociaciones de memoria histórica mencionan un Aquilino Casado Hernández que fue condenado a 30 años de cárcel (Causa 471). Cumplió 5 años después de la guerra, pues una orden de 4 de noviembre de 1944 concedió la libertad condicional a 1.242 penados: entre ellos, de la Prisión Provincial de Oviedo salió Aquilino Casado Hernández. Fuente: Boletín Oficial del Estado. Una Orden Ministerial de 11 de junio de 1948 revela que se considera «desistido de su derecho» al cartero urbano de segunda clase don Aquilino Casado Jiménez. Fue declarado «cesante» en virtud de una orden ministerial anterior de 18 de febrero de 1947, por llevar «más de diez años en situación de excedencia voluntaria, sin haber solicitado el reingreso y haberle correspondido este en turno de cesantes y no haberlo aceptado», con el haber anual de 4.000 pesetas, más 500 también al año por diferencia de sueldo: «se le considere desistido de su derecho, con pérdida de ulterior colocación, causando baja en el Escalafón general del Cuerpo de Carteros urbanos». Se ignora por que dejó su puesto de funcionario en 1937, en plena guerra civil. Fuente: Boletín Oficial del Estado. Según los archivos de inmigración, también hay un Aquilino Casado de nacionalidad española, de profesión dependiente, que llegó a la Argentina en el barco «Nile» habiendo embarcado en Barcelona. Fuente: Comunidad Dateas. Existió también un Aquilino Casado Marcos, militar y sargento, que fue fusilado el 27/01/1938 en Ceuta, Fortaleza Monte Hacho (prisión militar), ejecutado tras Consejo de Guerra. Fuente: F. Sánchez Montoya: «Ceuta y el norte de África. República, guerra y represión 1931-1944» (Ed. Natívola, 2004).

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