Manuel Alaya (Majadahonda) en Radio España con el mítico locutor Boby Deglané

MIGUEL SANCHIZ. En las entrañas del sur de España, entre callejuelas empedradas y el vibrante bullicio de la vida, Sevilla se erige como un rincón donde el arte de vivir alcanza su máxima expresión. Los sevillanos, con su corazón palpitante y su inconfundible acento, encarnan la esencia misma de la alegría de la vida. En este lugar mágico, donde cada esquina rezuma historia y cada calle susurra secretos ancestrales, descubrimos a los andaluces, guardianes de un saber vivir que trasciende el tiempo. “Sevilla tiene un color especial” dice la popular canción, y lo es no solo por sus cielos azules y sus atardeceres de ensueño, sino por la calidez y la autenticidad que impregna cada mirada a esta ciudad que late al compás del corazón andaluz. En esta entrevista de “Gente Maja que se Moja”, nos sumergiremos en el alma de un majariego-andaluz, sevillano de Écija y exploraremos cómo su peculiar saber vivir ha convertido su vida en una serie de historias que le han llevado al éxito. Manuel Alaya, es un emprendedor, nato: “Nací en Écija, Sevilla, en 1936, en una familia trabajadora propietarios de un cortijo que era su medio de vida. Tengo un hermano 7 años menor. En 1953 me vine a Madrid”. Y aquí empieza la historia de un emprendedor que atesora la sabiduría de la experiencia: por eso, si pudiera dar un consejo a su otro “yo” de 15 años, sería sencillo: «Pues en resumen, tener siempre los pies en el suelo, aprender de aquel que sabe más que tú y atender los consejos de los que te quieren, además de insistir en lo importante que es la formación«.


Miguel Sanchiz, presidente del Colectivo de Prensa y Medios de Majadahonda (CPM)

 ¿Qué consejos les darías a jóvenes emprendedores que están empezando con recurso limitados? -En general, los que indiqué para mí mismo, y siempre poner encima de la mesa tu esfuerzo y dedicación plena, que son los que te ayudarán a seguir siempre adelante. Como majariego, ¿cómo ves tu ciudad? -Siendo sincero, tengo que decir que en principio me costó adaptarme a vivir aquí, pues sin olvidar a mi Andaiucía de mi alma, siempre me ha gustado Madrid y mi Avenida de Reina Victoria, donde vivía antes de mudarnos a Majadahonda. Y aunque soy y me siento andaluz por los cuatro costaos,  ahora también soy un embajador de nuestra Majadahonda por todos lados que voy. Tenemos un pueblo muy agradable para vivir, con acceso a muchas actividades, buenas comunicaciones, buenos servicios y mejores vecinos.


Manuel Alaya (Majadahonda) con Paco Camino y El Macareno

¿Qué te motivó a emprender y dejar tu hogar en Sevilla a los 17 años?: “ Lo que en verdad me motivó fue mi sueño de triunfar en el cante flamenco, pues los recuerdos de mi primera infancia siempre han estado ligados a ese arte. Mi abuela tenía una posada en el campo que acogía a los comerciantes y recoveros que iban por la zona, y allí se organizaban fiestas espontáneas con cante del bueno. Mi padre también cantaba muy bien, y a mí, su hijo mayor, me sentaba en sus piernas. Así fui aprendiendo a fuerza de escuchar a grandes cantaores como El Niño de la Huerta, Pepe Marchena, Manuel Vallejo, Canalejas de Puerto Real… Ya con ese gusanillo dentro, fui haciendo mis pinitos y cantando en Sevilla, donde concursaba y muchas veces ganaba en programas de radio como «Conozca usted a sus vecinos». Recuerdo que me dieron 100 pesetas y un corte de traje de gabardina. Ya Sevilla se me iba quedando chica, y todo esto unido a que la vida del campo tan dura y sacrificada, no me atraía en absoluto, lo que me llevó a montarme en un camión que venía hacia Madrid, sin permiso de mis padres y sin siquiera advertirselo.

¿Cual fue tu experiencia al llegar a Madrid con tan sólo 35 pesetas (hoy serían unos 50 €)?. ¿Cuáles fueron tus primeras acciones? -Pues fue una explosión de alegría, al verme ya en lo que era mi gran destino. Me dejaron en Legazpi, y allí eché a andar admirándome de todo lo que veía. Las 35 pesetas que llevaba (ya le había pagado 5 pesetas al camionero), me parecían un tesoro. Lo primero que hice fue entrar en una peluquería para afeitarme y adecentarme, aunque yo aún no tenía apenas barba. El peluquero se llevó 17 de las 35 pesetas que tenía. Pero yo estaba feliz y contento

 ¿Cuales fueron los mayores obstáculos y cómo los superaste? –Mi mayor obstáculo era encontrar trabajo y localizar al locutor Manolo Bara de Radio Nacional, para quien me habían dado en Sevilla una carta de recomendación Rafael Santiesteban y Pepe Da Rosa. Nada fue fácil en absoluto, pero con mucho esfuerzo y tesón conseguí empezar a trabajar en la hostelería de aquellos tiempos y moverme en todos los círculos de cante de la vida madrileña. Empecé también a acudir a programas de radio como «Ruede la bola«, presentado por Ángel Echenique y  Ernesto La Calle, donde concursé con éxito en varias ocasiones. Pero estos concursos no eran como ahora, que los ganadores enseguida tienen ayudas para grabar discos y tener actuaciones. A nosotros nos daban un bote de cola cao y veinte duros,  con lo que seguir así una carrera era imposible para mí. Pero conocí a las mejores figuras del cante y la copla de la época como Antonio Molina, la Paquera de Jerez, el Príncipe Gitano, Conchita Bautista, y bailaores como Antonio Gades, y a un amigo y compositor excepcional, Manuel Alejandro, que llegamos prácticamente juntos a Madrid y a quien me unió una especial amistad que nos llevó a actuar juntos, él al piano y yo al cante, en la Casa de Córdoba de Madrid. Próximo y último capitulo: «Yo quería ser alguien tanto en el cante como en la hostelería» (Continuará).

 

 

 

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