LIDIA GARCIA. Carlos González, profesor universitario en Tecnocampus (centro adscrito a la Universitat Pompeu Fabra) y fundador de People & Videogames, ha declarado a la revista de tecnología Nobbot que los videojuegos «no tienen que ser malos para la salud, existen estudios que indican que, por ejemplo, los juegos de disparos en primera persona son buenos para corregir el ojo vago”. No obstante, este especialista recuerda que como consecuencia de un mal uso todo puede tener efectos perjudiciales. Así, «hay que tener cuidado con el contenidos del juego porque puede confundir a los menores de edad con temas como la banalización de la violencia”, añade. Lo cierto es que si dejamos de lado las polémicas que pueden suscitar los títulos de acción, existen terapias donde se emplean otro tipo de videojuegos para el tratamiento de enfermos. Y Carlos González las enumera: «Estamos desarrollando un proyecto junto a Gammera Nest y el Hospital Universitario Puerta de Hierro (Majadahonda, Madrid) para aplicar videojuegos en la plataforma de realidad virtual de PlayStation para la rehabilitación neurocognitiva». El año pasado, un grupo de especialistas publicó el artículo ‘Impact of video games on plasticity of the hippocampus. Molecular Psychiatry’ en la prestigiosa revista Nature. Traducido al español significa: ‘El impacto de los videojuegos en la plasticidad del hipocampo. Psiquiatría molecular’.


La referencia a esta investigación se hace con motivo de una pregunta: ¿Podemos ejercitar el cerebro con apps y ejercicios mentales? y las alternativas que existen para entrenar la mente. En ella, Victoria Díez Chamizo, catedrática del Departamento de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la Facultad de Psicología e Instituto de Neurociencias de la Universitat de Barcelona, destaca: “Se trata de la primera demostración que señala que 90 horas de videojuegos de acción pueden reducir la cantidad de materia gris del hipocampo». Con respecto al artículo del hipocampo antes mencionado (y que cuenta con el respaldo de varios expertos en psicología y psiquiatría), Carlos González puntualiza que este impacto negativo dependerá de la estrategia de aprendizaje del usuario. Y aunque se habla de una disminución del tamaño, “no queda muy claro respecto a lo que puede suponer de forma operativa, ya que algunas estructuras se reducen cuando se optimizan. Sin embargo, el efecto en otros tipos de aprendizaje es justo el inverso, ya que el volumen aumenta. Son resultados muy ambivalentes”. Lea el artículo completo.

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