FEDERICO UTRERA. «¿Sabes quién ese ese?». «Ni idea». «Rubalcaba«. Esta breve conversación se ha producido numerosas veces en Majadahonda cuando se veía pasear a un anciano algo encorvado, enfundado en un abrigo grueso y con sombrero de ala ancha, colgado de un «pinganillo» con el que escuchaba la radio –la SER, lógicamente– y que ha logrado algo que no obtuvo en vida: que toda España llore su muerte como uno de los suyos, un personaje entrañable muy lejos de la faceta maquiavélica que la política le obligó a desempeñar. He buscado en mis memorias parlamentarias que recopilé en «Los Leones del Congreso» (La Esfera de los Libros, 2012), que recoge 30 años de cronista parlamentario, lo más reseñable de mis innumerables encuentros con Rubalcaba, sus ruedas de prensa en el Consejo de Ministros, debates en el Congreso, comparecencias en Ferraz… y me he sorprendido con hasta 7 citas literarias: la vez en que Rafa Hernando (PP) le amenazó y quiso agredirle en los pasillos de la Cámara al más fiel «estilo David Ayuso«. Por eso le dimos con humor el premio como «azote parlamentario» cuando creamos la Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP) e incluso le brindé en su entrega unos ripios al «niño matón» de cuyo contenido no quiero acordarme. Rubalcaba se quejó con elegancia: «El recurso a expresiones físicas es incompatible con ser diputado».


Federico Utrera

Desde su escaño se jactaba de leer «El Arte de tener razón» de Schopenhauer y sobre todo novela negra: «Millennium», la trilogía de Stieg Larsson. No obstante rechazó una millonaria oferta de Planeta para escribir sus memorias que, nunca más apropiado el tópico, se las lleva a la tumba. En otra ocasión, cuando un diputado canario quiso retirar una condecoración al rey de Marruecos por la invasión de la isla de Perejil, Rubalcaba corrió hacia mí con el rostro desencajado y preso del pánico: «¡Mardones se ha vuelto loco!». La tragedia, sin embargo, se torno en opereta cuando se escuchó la narración militar del ministro Federico Trillo (PP): «¡Al alba y con viento de levante…!» y una estruendosa carcajada inundó el hemiciclo. El riesgo de guerra se quedaba en un chiste de Gila.

Rubalcaba y Borja Cabezón

Todo el mundo sabía en las Cortes que Rubalcaba era merengue y Zapatero culé. Frecuentaba el palco del Bernabeu, y discrepaba con humor de la cúpula del PSOE, casi toda blaugrana: «Estamos de acuerdo en todo menos en esto: ahí están profundamente equivocados», decía. Y se reía hasta de sí mismo: cuando el célebre alcorconazo, se inventó un chiste: «A la M-40 ahora le llaman M-4-0 porque pasa por Alcorcón». Como sería la cosa, que un grupo de ujieres le regaló una copia informática falsificada de un Boletín Oficial del Estado en la que se leía un Real Decreto donde se habilitaba «con carácter urgente y extraordinario» la obligatoriedad de declarar campeón de Liga «al FC Barcelona». El segundo artículo lo justificaba diciendo que España estaba en riesgo porque «Pep vende más que Mou». La célebre tragicomedia española que tanta falta nos hace ahora.


Inaugurando el Cuartel de GC

Su vida en Majadahonda, paseos aparte, fue muy discreta. Inauguró el actual Cuartel de la Guardia Civil y pocos saben que era compañero de pupitre de Narciso de Foxá en el Colegio del Pilar. «Estuvimos en junio de 2018 en una comida de aniversario recordando los viejos tiempos. En aquella inauguración me citó en su discurso, para perplejidad de los concejales socialistas majariegos. Estuvimos juntos hasta 6º de Bachillerato, nos veíamos también en los recreos, era muy listo y muy entrañable».

Con Narciso de Foxá en 2018

Sobre sus compañeros de partido se llevaba especialmente bien con Borja Cabezón, lo que significa que era especialmente displicente con Zacarías Martínez Maíllo, quien recuerda que solo en dos ocasiones pudo charlar con él en actos del PSOE. En Majadahonda nunca tuvieron contacto y de hecho una vez que paseaba por la acera del bar «La Sede», que frecuentan algunos socialistas en la Avenida de España, ni siquiera le saludó o reparó en él. Y es que ese hombre terriblemente envejecido por la política, ajado por el tiempo que le tocó vivir, no obstante mucho mejor que el que ahora discurre políticamente, es uno de los más representativos de aquel final y principio de siglo que tantas alegrías y despensas llenó en el país. Una España que tuvo en Rubalcaba su alter ego como el simpático hispano mandarín de las altas esferas, el odiado y temido Rasputín de la política española, con un sentido del humor entre ingenioso y cáustico pero que ahora España entera añora como una parte de un tiempo y unas formas que quizás hayan periclitado para siempre.

Majadahonda Magazin