CRESCENCIO BUSTILLO. Lo más importante de esta fase de mi vida o primera juventud en Majadahonda ya lo he detallado, por lo que voy a ver si recuerdo la etapa siguiente: mi entrada en quintas y el cumplimiento del Servicio Militar. Cuando me avisaron para mi entrada en quintas era yo un mozo completo, gallardo, bien plantado y bien hecho, desde la cabeza hasta los pies. En mi casa, por seguir la tradición, querían que fuera soldado de «cuota», acogiéndome a no sé que ley que me resultaría bastante económica, por haber tenido dos hermanos anteriores antes que yo haciendo el servicio normal en el Ejército. Mis hermanos eran los que más presión hacían, dado que ellos estaban cargados con sendas deudas cuando cumplieron la «mili» y querían cogerme a mí de idéntica forma para asegurarse que algún día pudiera reclamar mejor parte en la herencia de mi madre que, como vivía, estaba por repartir...


Crescencio Bustillo

Yo me opuse rotundamente a que se gastara un solo céntimo en mí, y para tranquilizarlos del temor que tenían, les dije que estuvieran tranquilos sobre este particular, que yo jamás reclamaría una mejor parte. Y se quedaron medio convencidos. Mis pensamientos por entonces estaban en querer salir del marco que representaba el pueblo y sus alrededores. Anhelaba ver un poco de mundo, puesto que no había pasado de Madrid y quería conocer un poco de España. Por este motivo, llevado de una ilusión «quijotesca» y porque la «mili» entonces era llevadera (no se estaba un año en filas), fue por lo que no quise que se gastara nada en mí. Unicamente les dije que lo que se habían de gastar en la «cuota» lo reservaran para que yo pudiera tener siempre 5 duros mientras cumplía la «mili», asegurándoles que les iba a salir más barato y a mí me iba hacer un gran favor…

Tampoco quise ninguna recomendación y recuerdo una que tuve que aceptar, por no dejar mal a mi familia, de un señor que había sido Comandante, retirado él, D. Juan Villalba, y que nos visitaba en casa con frecuencia. De momento la cogí, di el parabién para no hacer un desaire, pero en la primera ocasión la rompí y arrojé los pedazos de papel sin mirar lo que ponía. Hice esto porque estaba dispuesto a ventilarme las dificultades que pudiera encontrar por mí mismo: si me salía bien o mal a nadie tenía que agradecerle nada, siendo una cosa tan baladí como era el pasar la «mili» en una época tan tranquila, cuando tantos por desgracia tenían que afrontarla, por no disponer de medios económicos y no les pasaba nada en absoluto.

Así que, considerando todas estas cosas, no pudieron quitarme la idea y me sometí gustoso a lo que la suerte decidiera, preguntándome a mi mismo, ¿porqué no podía yo afrontar aquella prueba, viendo hasta donde podía llegar, como hombre joven que era, que sabe que tiene que cumplir una misión como español y buen patriota? Por otra parte recordaba a mi buen padre, que en cierta ocasión que mi hermano «el Rubio» le pedía recomendaciones para ocupar «destinos», le contestó que se las buscaba uno mismo por el comportamiento y la audacia que desplegara en obtenerlas y que él no había necesitado a nadie y había sabido salir bien librado de la prueba. Por tanto que sus hijos se espabilaran, como lo había tenido que hacer él…

Majadahonda Magazin