Marisa Medina: el juego en el casino de Torrelodones y la adicción a las drogas acabaron con su casa de Majadahonda y su carrera de éxito en TVE

LIDIA GARCIA. «10 años sin Marisa Medina, la mujer polifacética que caminó por el lado salvaje de la vida. Se cumplen diez años de la desaparición de la popular presentadora, cuya inagotable curiosidad por vivir nuevas experiencias le hizo adentrarse en el mundo de la música, la poesía, el cine, el café teatro, el juego y las drogas» es el reportaje que ha escrito el conocido periodista Eduardo Bravo en la revista Vanity Fair este 10 de abril de 2022. Y es que el 11 de abril de 2012, la presentadora de TVE, Marisa Medina, fallecía en Madrid a consecuencia de un cáncer de hígado y colon. Desde que en 1999 su familia se plantase y la invitase a ingresar en una clínica de desintoxicación, su vida había discurrido entre del deseo de llevar una existencia convencional, su anodino trabajo como comercial de una agencia turística, las alegrías provocadas por las bodas de sus hijas y el nacimiento de sus nietos, la escritura de su libro de memorias y del poemario «La droga solitaria» (2008), un cameo en la tercera entrega de Torrente y las recaídas en las adicciones. Y es que su adicción a la cocaína y al juego le llevó a confesar que «no solo me quedé sin ahorros sino que tuve que hipotecar el dúplex que habíamos comprado en Majadahonda, ya que habíamos vendido el chalé a raíz de la separación” de su marido. La ludopatía llegó a tal extremo que, si por casualidad las partidas de póquer acababan pronto, “me iba al casino de Torrelodones, a pegarme al asiento de la mesa de black jack como si me hubiera puesto pegamento en el culo”.


Eduardo Bravo, autor del reportaje

EL DETERIORO. «Noctámbula, consumidora de diversas drogas y habitual de timbas de póquer en las que no se atendía al reloj —bien por ser un accesorio que recuerda que hace horas que era momento de regresar a casa, bien porque lo había empeñado para conseguir algo de dinero para seguir jugando—, el deterioro de Marisa Medina llegó hasta tal punto que, en 1999, su familia organizó una reunión en la que parientes y amigos le transmitieron su dolor ante su estado, le preguntaron acerca de su situación económica real para intentar salvar el poco patrimonio que le quedaba y la instaron a que entrase en un centro de desintoxicación», señala el reportaje.

PROBLEMAS EN LA INFANCIA. Y es que Marisa Medina consideraba que el origen de sus problemas estaba en su infancia, una etapa que no dudaba en calificar de infeliz. Su padre había abandonado a la familia, y su madre se había visto obligada a trabajar a destajo en una distribuidora cinematográfica para mantener a la niña y a su abuela. Esta última, una autoritaria mujer viuda de militar, fue quien realmente educó a Marisa en un entorno en el que eran habituales los juegos de naipes y por el que también pululaba un hermano de su madre aficionado a abusar del alcohol. “La primera raya me la dio Alfonso, un veterano actor cómico y un prestigioso coreógrafo, en el camerino de un teatro de Zamora. Se estrenaba una revista en la que intervenían los tres. Yo estaba recién casada y era tan inocente que me creía que aquel polvo blanco era aspirina machacada».

TIMBAS DE POKER. «Descubrí lo que realmente era meses después, cuando en una discoteca un famoso pianista andaluz nos invitó a probar ‘algo especial’ recién traído de Colombia”, relataba Marisa en su libro de memorias. Emocionalmente devastada, Marisa comenzó a frecuentar unas timbas de póquer descubierto que organizaba un primo de Santisteban y a las que, en palabras de la presentadora, también acudían “burlangas, traficantes de drogas y golfos variados; los que la sociedad entiende como gentes de mal vivir. Todos aquellos personajes de película, de submundo, se convirtieron en ‘mis colegas’. Quedé enganchada por el ambiente del juego clandestino, malévolamente encantada, como por un ponzoñoso bebedizo. Me convertí en una ludópata. Me acostumbré a consumir con todos cocaína”, concluye el reportaje.

 

 

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