Antonio Iriondo

El día del ascenso a Segunda A en el Cerro Antonio Iriondo Antonio Iriondo Antonio Iriondo

J. FEDERICO MTNEZ. Si uno tuviera que resumir y reducir su propia vida a los grandes acontecimientos o personajes que le ha tocado en suerte vivir yo mencionaría a mis «siete sabios de Grecia«: el escritor Juan Goytisolo, el dramaturgo Fernando Arrabal, el arabista Luciano Rubio, el politólogo Antonio García-Trevijano, el poeta Jose Ángel Valente y el conservador del Museo del Prado Matías Díaz Padrón. Falta el séptimo y ese se lo dedico al Fútbol. Y dentro de este deporte, a una institución que me ha hecho pasar los días más felices de mi vida desde 2003 en que pisé por primera vez La Oliva hasta nuestros días, por lo tanto se van a cumplir 18 años, la mayoría de edad. A casi nadie ya se le esconde que por razones sentimentales mis mayores alegrías y decepciones (esa es la pasión y la razón del fútbol) las comparto con la UD Almería, equipo en el que llegué a jugar -o por mejor decir, a entrenar- cuando era alevín pero al que me enfrenté en varias ocasiones junto al hoy entrenador y antes ex futbolista, José María Salmerón, siendo pitado además por aquel árbitro excéntrico y simpático llamado Andújar Oliver. Por razones profesionales también comparto mi corazón balompédico con la SD Huesca, propiedad del conocido periodista Petón, el único dramaturgo que yo conozca que dirige un equipo de fútbol. Antes colaboré con Radio Marca y quiso el destino que, casi 40 años después, allí me encontrara de nuevo a Salmerón y Andújar en las retransmisiones deportivas, uniéndonos la condición de comentaristas y analistas. De trayectoria corta y de calidad escasa,  mi carrera de futbolista concluyó sin mayores oropeles pero con los mejores e imborrables recuerdos de mi vida. Y aquí es donde aparece el «catedrático» Antonio Iriondo.


Los meandros del fútbol y de la vida me han llevado a tener que alabar y criticar a Iriondo quizás a contracorriente y cuando nadie lo hacía. Por eso lo defendí en mis crónicas de esta temporada en Segunda B -que tantos y justos reproches recibían por ello- y lo critiqué en Segunda A cuando nadie lo hacía -recibiendo los mismos varapalos de la Cofradía del Santo Reproche, que diría Sabina-. Guardo para mí el secreto de aquella alquimia que viví y significó el ascenso a Segunda B primero, el campeonato de bronce después y el ascenso a Segunda A, tras la primera prueba fallida contra el Racing de Santander. Muchos partidos, aún más entrenamientos, bastantes retransmisiones radiofónicas, crónicas y hasta tertulias me llevaron a intuir que estaba ante un «gentleman» del fútbol, un «caballero» se ha dicho ahora, que se autodespide o dimite -verbo que muy pocos conjugan en España– o un «catedrático», como menciono en esta crónica que no quisiera oler a obituario deportivo porque tengo para mí que Iriondo es un viejo rockero de la música clásica, de esos que mueren con las botas puestas. «Don Antonio«, que es como siempre le he llamado, me ha dado las mayores alegrías de mi vida en Majadahonda y las mayores decepciones también, no hay por qué ocultarlo. Pero esto es fútbol y el balón sigue rodando. Por sus hechos lo conoceréis y obras son amores y no buenas razones: este modesto homenaje que le rendimos al histórico míster desde MJD Magazin es sólo un reconocimiento a su genio y figura. Seguiremos informando y, a ser posible, sobre Iriondo. 

Majadahonda Magazin