Numerosos aficionados quisieron inmortalizar el primer partido del Rayo Majadahonda en la Liga 22/23 con sus móviles

MANU RAMOS. El Cerro del Espino llenó su tribuna este sábado 27 de agosto para recibir al Racing de Ferrol y aunque el partido se saldó con derrota del Rayo Majadahonda en el último segundo del partido (0-1) sorprendió la reacción del público: ovación y largos aplausos reconociendo el esfuerzo y la entrega de los jugadores locales. El catedrático de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide, Alberto Del Campo Tejedor, explica como es posible que unos seguidores estallen eufóricos, sigan resonando los cánticos de la hinchada local y el estadio entero ovacione a los suyos tras perder, En este caso, saludaron desde el centro del campo a toda la afición y se acercaron a la peña CUM para corresponderles: «La grada más efusiva se queda aún más tiempo y despide a sus jugadores con aplausos, mientras entran por el túnel de vestuarios. Aun con el césped vacío, siguen cantando gozosos. Minutos más tarde, en la calle, los aficionados charlan animadamente. Las terrazas están llenas. El partido merece una última cerveza, a pesar de que son más de las once de la noche», describe el catedrático para narrar una escena habitual en los campos de fútbol.


Ramón Losada (PP), Carlos Bonet (Vecinos por Majadahonda) y Guillermo Lucendo (Asociación de Urbanizaciones)

Y este experto también en psicología de la conducta, que ha escrito varios libros sobre este tema, añade a su reflexión lo siguiente: «Algunos psicólogos afirman que la infelicidad tiene que ver con un desajuste continuo entre la realidad y las expectativas. Los seguidores de los equipos grandes, como el Real Madrid, se acostumbran a gratificar neuronalmente su organismo con cada victoria. Se ha demostrado que los goles desatan la euforia porque nuestro organismo libera dopamina, oxitocina y endorfina, responsables de la sensación de placer, las mismas hormonas que disminuyen el riesgo de depresión. A más goles de tu equipo, más descargas de los neurotransmisores de la alegría, que compensan las sensaciones negativas. Sin embargo, cuando no se alcanzan los objetivos, la frustración deriva frecuentemente en ira. Entonces, se anula la parte más lógica y congruente del cerebro y se busca un culpable de nuestra sensación de malestar, una especie de chivo expiatorio: tal o cual jugador, el entrenador, incluso el equipo entero».


Estévez, de pie, figura legendaria del Rayo Majadahonda en los años 50

Por último concluye: «Creo que el hincha del Rayo es lo que los psicólogos llaman un «pesimista positivo». Prevé el peor de los escenarios y se acostumbra a hallar goce aun cuando las cosas no salgan bien. Las posibilidades de disfrute y de felicidad a largo plazo son mayores que las del «optimista negativo», es decir, el que cree que hay que intentar cualquier empresa porque se ve con posibilidades de triunfar, pero se cabrea cuando se frustran sus expectativas«. Se refiere al Rayo Vallecano pero bien podría aplicarse también a lo visto con el Rayo Majadahonda.

Majadahonda Magazin