ITXU DÍAZ*. Historia sentimental del pop español». Noviembre se desplegaba blanco y gris. Lleno de libros y luces macilentas de madrugada. Yo había pasado una de esas noches que parecen inspiradas por los párrafos más siniestros de Lovecraft. Tenía aún la bruma del sonámbulo y el frescor afilado de la mañana. Ese instante en que el aire de la calle recorre por primera vez la habitación entumecida. Sonó el teléfono inexplicablemente temprano. Mi hermana Carmen: –Ha muerto Enrique Urquijo. Tenemos una extraña vacilación ante la noticia de la muerte, que es algo más extraño aún. El cerebro y el corazón desesperan buscando una salida: no es posible, tiene que haber un error, tiene que haber una solución. Incluso los creyentes nos revolvemos contra la muerte, quizá porque antes que creyentes somos hombres. Y con más razón aún: que uno reacciona colgado del teléfono con el impulso de gritar “Dios es mi amigo, me conoce bien, esto lo arreglo yo. ¡Póngame inmediatamente con Dios!”.


Las cosas no funcionan exactamente así. Enrique Urquijo había muerto y no era Lázaro. Así que, en efecto, me arrastré a un oratorio y desconsolé unas lágrimas y unas oraciones por su eterno descanso, por su familia, por su hija María (Agárrate a mí, María). Y me vino un pensamiento a la cabeza que siempre me ha acompañado: Dios ha de hacer algo especial por aquellos artistas que han hecho tanto bien, que han alcanzado tantas veces la belleza, que han hecho sentir tan humanos a tantos hombres. La misericordia sentimental. No sé.

Programas especiales, el llanto de los seguidores, la incredulidad de los amigos. La radio y la televisión se inundaron de imágenes y canciones de Los Secretos. Su líder había aparecido muerto en Madrid, en el portal del número 23 de la calle Espíritu Santo. Aquel anochecer se había presentado muy frío, no más de 3 grados en el termómetro de la capital. Encontraron su cuerpo sin vida en torno a las nueve de la noche del miércoles 17 de noviembre de 1999. Un telón negro y denso cayó sobre la historia del pop español. No era el primero ni sería el último. Pero era Enrique Urquijo. Tenía 39 años. Y hacía ya meses que había decidido arrojarse al camino de la luz y la belleza artística, madurada su voz, su poesía, su manera de componer, el sonido tan puro y vitalista de sus nuevos éxitos: Pero a tu lado, con Los Secretos en 1995 o Desde que no nos vemos, con Los Problemas, en 1998.

El golpe para Los Secretos parecía definitivo. Habían superado la muerte de su batería Canito, cuando el grupo aún se llamaba Tos. Aquello fue en la Nochevieja de 1980 en un accidente de tráfico. El concierto homenaje a Canito celebrado el 9 de febrero de 1980 en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid suele considerarse el pistoletazo de salida de la movida madrileña. Allí se habían juntado Tos, Mermelada, Alaska y Pegamoides, Nacha Pop, Trastos, Paraíso, Bólidos, Mamá, Mario Tena y los Solitarios, en una actuación que fue retransmitida por Carlos Tena y Diego Manrique para Onda 2. Ambos periodistas valoraron aquel concierto como la presentación oficiosa de la Nueva Ola Madrileña: el colofón de aquel homenaje, Ahí viene la plaga, en versión conjunta con todos los grupos participantes tocando sobre el escenario, parecía señalar la dirección de los vientos musicales dominantes en el epicentro del pop nacional. Justo es resaltar que el concierto homenaje al fallecido fue una fiesta, una fiesta respetuosa –no en vano estaban presentes los padres de Canito– pero, a fin de cuentas, una alocada y prometedora juerga popera.

Aquellos primeros Secretos se sostenían en los tres hermanos Urquijo: Enrique, Álvaro y Javier. Acompañados de un batería, primero el fallecido Canito y más tarde Pedro A. Díaz. Pasarían varios años hasta que los actuales Ramón Arroyo y Jesús Redondo aportasen su talento a cada canción de Los Secretos. Aunque la banda a la que se prometía un futuro más serio y profesional entre las del cartel del homenaje a Canito era Nacha Pop, el Déjame de Los Secretos ya había comenzado a enloquecer a su público. Otra peculiaridad del homenaje al batería de Tos fue la aportación de Mermelada. El grupo de Javier Teixidor –hoy J. Teixi Band– se prestó para ofrecer su equipo musical a todas las bandas participantes, evitando el caos de cambiar de escenario cada dos canciones, algo que habría dificultado aún más la retransmisión en directo a través de Onda 2. De la actuación de Alaska en Caminos, los observadores destacaron lo mucho que había mejorado el grupo en directo, además de la novedad de la incorporación a sus conciertos de una percusión electrónica, más tarde pieza esencial en la vida musical de la diva de la Movida.

En cuanto a Paraíso, el grupo de Fernando Márquez El Zurdo, los críticos de moda aseguraban que daría mucho que hablar en los años siguientes. No fue para tanto y hoy su olvido es tan injusto como descriptible. Cuando llegaron a la Escuela de Caminos aún no habían editado Para ti, sin embargo Tena y Manrique ya aludían a esta canción durante la retransmisión en directo, al tiempo que se anunciaba a El Zurdo como uno de los mejores letristas del país. Culto, adictivamente minoritario y eminentemente libre. Así lo conocí yo muchos años después en La Botellita de Majadahonda, cuando vino a cantar a una fiesta de Popes80. Era el segundo aniversario de la fundación de nuestra revista. Interpretó un par de canciones junto a Casilda de Los Modelos, las fotografías de mi colección personal ya se están oscureciendo pero aún reflejan la intensidad y la emoción del reencuentro sobre las tablas tantos años después. *Artículo publicado en Popes80.Com, en homenaje a Enrique Urquijo (fallecido el 17 de noviembre de 1999) y como forma de enviar un abrazo a su familia, a Los Secretos y a sus amigos y fans, que forma parte del capítulo dedicado al grupo en el libro «Nos vimos en los bares. Lea el capítulo completo.

 

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