«Si van a tocar algo tan fundamental como la Constitución, ¿no deberían primero asegurarse de que esos cambios nos beneficien a todos, y no solo a su estrategia electoral?. Al final, lo que quiero es un país que funcione, con normas claras y justas, donde mi familia pueda prosperar en paz.»

MIGUEL SANCHIZ (6 de diciembre de 2024). La Constitución Española de 1978 siempre ha estado ahí, como un marco que guía nuestra convivencia desde hace más de cuatro décadas. Recuerdo escuchar a mi familia hablar sobre aquellos días, cómo significaron esperanza tras un período distinto en la historia de nuestro país. Para ellos, y para muchos de nuestra generación, la Constitución ha sido un símbolo de unidad y consenso. Hoy, sin embargo, parece que algunos políticos la ven más como un campo de batalla que como una herramienta de convivencia. No soy jurista ni experto en leyes, pero como ciudadano tengo derecho a cuestionarme: ¿Qué ganamos mi familia y yo con estas posibles reformas?

Miguel Sanchíz

Mi preocupación no es si los cambios son necesarios o no, sino más bien si están diseñados para el bien común o si son fruto de intereses particulares. Porque, al final del día, lo que importa es cómo estas decisiones impactan a los que vivimos bajo estas normas. Por ejemplo, se habla mucho de modificar aspectos relacionados con la organización territorial del Estado, el papel del Senado o incluso algunos derechos fundamentales. Sobre el papel suena bien: adaptarse a los tiempos, modernizarse. Pero, ¿modernizar para quién? ¿Para nosotros, los vecinos de a pie, o para que ciertos grupos políticos aseguren su cuota de poder? Porque lo que no quiero es que esas reformas acaben siendo una excusa para dividir más a la sociedad o crear nuevas desigualdades.

SI MIRO A MI FAMILIA, LO QUE MÁS ME IMPORTA ES QUE PODAMOS VIVIR TRANQUILOS, CON ESTABILIDAD Y CON DERECHOS ASEGURADOS. Quiero que mis hijas y nietos crezcan en un país donde las leyes les protejan, no donde se conviertan en armas de manipulación. Y esa tranquilidad depende de que cualquier cambio en la Constitución sea fruto de un consenso real, no de una imposición. Porque si algo nos enseñó el proceso del 78 es que la fuerza de una Constitución está en que sea de todos, no solo de unos pocos. A menudo me pregunto si no estamos perdiendo la perspectiva. Las discusiones políticas sobre la Constitución parecen más un espectáculo que un debate serio. Los políticos prometen grandes reformas como si eso fuera una panacea, pero rara vez explican cómo esas reformas afectarán a familias como la mía. Y ahí es donde me invade la desconfianza.

«Si los cambios solo traen más división y conflicto, prefiero que la dejen como está. Porque la Constitución del 78, con sus virtudes y defectos, ha demostrado ser una herramienta útil para vivir juntos.»

SI VAN A TOCAR ALGO TAN FUNDAMENTAL COMO LA CONSTITUCIÓN, ¿no deberían primero asegurarse de que esos cambios nos beneficien a todos, y no solo a su estrategia electoral?. Al final, lo que quiero es un país que funcione, con normas claras y justas, donde mi familia pueda prosperar en paz. Si cambiar la Constitución sirve para eso, adelante. Pero si los cambios solo traen más división y conflicto, prefiero que la dejen como está. Porque la Constitución del 78, con sus virtudes y defectos, ha demostrado ser una herramienta útil para vivir juntos. Y eso, en un mundo cada vez más polarizado, no es poca cosa. ¡Feliz 46º Aniversario de nuestra Constitución!

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