JESUS SANTOS GONZALEZ*. Historiador. Quedan 13 años para que se cumpla el I Centenario de la Guerra Civil Española del pasado siglo XX (1936-39) pero aquel periodo negro de la Historia de España sigue siendo recordado fuera de nuestras fronteras por la cantidad de ejércitos extranjeros que usaron suelo hispano para fomentar una guerra entre españoles. Y desde Rumanía y Cuba lo hacen los activistas más nostálgicos de aquellos brigadistas internacionales que actuaron como soldados para combatir al «fascismo» y al «comunismo«, campo de batalla español que sería el preludio de la segunda guerra mundial que, al igual que ahora con Ucrania y Rusia, también se produjo en suelo europeo. «86 años de la muerte de Ion Moța y Vasile Marin, caídos en el frente de la guerra bolchevique en España: «¡El asentamiento cristiano del mundo está temblando!», es el reportaje que el periodista rumano Andrei Nicolae ha publicado este viernes 13 de enero (2023), donde recuerda que «el 13 de enero de 1937, Ion Moța y Vasile Marin, dos destacados miembros del Movimiento Legionario, fallecieron cerca de la localidad de Majadahonda, a 16 kilómetros de Madrid». Por su parte, el periodista cubano Jose Gilberto Valdes publicaba este 20 de diciembre (2022) el reportaje titulado «Pablo en las reflexiones de periodistas camagüeyanos» recordaba que «Pablo de la Torriente Brau, nos tomó de la mano para el conocimiento del quehacer del puertorriqueño de nacimiento y cubano de corazón, que apenas un mes de la revuelta golpista de Franco, en julio de 1936, destacó a un amigo la decisión: “He tenido una idea maravillosa. Me voy a España, a la revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo de los oprimidos”.
RUMANIA (Active News): «Moța (35 años) y Marin (33 años), abogados de profesión, perecieron durante la Guerra Civil española. Los dos legionarios se ofrecieron como voluntarios para luchar del lado de las fuerzas nacionalistas-cristianas dirigidas por el general Francisco Franco contra las fuerzas republicanas, dominadas por los comunistas. Junto a los dos abogados, que se ofrecieron como voluntarios para luchar en el frente de España, los otros miembros del equipo eran el sacerdote ortodoxo Ion Dumitrescu-Borșa (38 años), el Príncipe Alexandru (Alecu) Cantacuzino (graduado de carrera), 34 años, el ingeniero Gheorghe Clime (comandante del Cuerpo de Trabajo Legionario), 47 años, el abogado Nicolae (Neculai) Totu, 32 años, y el economista Bănică Dobre, 28 años. Moța se refirió a las atrocidades cometidas por las tropas comunistas contra iglesias, sacerdotes y creyentes, y sigue siendo famosa la imagen de unos soldados republicanos disparando a una estatua del Salvador. Además, desde octubre de 2016, 1.584 personas asesinadas por su fe han sido beatificadas por la Iglesia Católica Romana, 11 de ellas canonizadas. Otros 2.000 casos están en proceso de beatificación. Los siete legionarios participaron en las batallas como soldados ordinarios, aunque podían hacerlo en calidad de oficiales del ejército rumano. “Queríamos luchar como soldados y dar ejemplo. Un ejemplo de fusión del alma con los soldados, con los pequeños y los afligidos, cuyo sacrificio no está decorado con laureles”, testimoniaría luego Alexandru Cantacuzino. Los voluntarios también lucharon del lado de las fuerzas bolcheviques, especialmente de la URSS, entre ellos Ana Pauker o Walter Roman, el padre de Petre Roman».
«El Príncipe Cantacuzino también recordó la escena de la muerte de los dos legionarios: Por la tarde, «alrededor de las tres, ocupamos algunas trincheras avanzadas. Ionel Moța está pensativo y comienza a escribir, con mucha prisa, una carta al Capitán, es como si tuviera miedo de no tener tiempo para terminarla. Como a las tres y media, los proyectiles comienzan a caer a nuestro alrededor, y aparecen 3 tanques, en la cresta de una colina al frente, avanzando en línea hacia nuestras trincheras. El bombardeo disminuye durante una media hora, luego comienza de nuevo. Ahora vemos, bajando por la cima de la colina, unos 13 tanques grandes. Nos ordenaron tirarnos al suelo en las trincheras. Ionel Moța nos gritó: «Si estamos rodeados, nadie cae preso. ¡Morimos todos juntos!». Estas son las últimas palabras que nos dijo. Por última vez los veo vivos, uno al lado del otro: Ionel con la frente como una montaña nublada y Marín con cara de marroquí -se había dejado crecer la barba- y la mirada vuelta hacia los escondites de su alma. El estruendo se vuelve vertiginoso. El zumbido de las balas y la metralla nos marea. Las explosiones de los proyectiles nos cubrieron de tierra. Una detonación aplastante me obliga a cerrar los ojos. Cuando los abro, un momento después, mi mirada cae, a un metro y medio de mí, sobre un cuerpo tendido boca abajo en el suelo».
«Me arrodillo y levanto su cabeza. Es Ionel Moța. Vasile Marin yace a un metro de distancia, con la espalda contra la pared de la trinchera. Me volví y grité a Clime y al padre Dumitrescu, por encima del estruendo de las balas y los obuses: «¡Ionel y Marin están muertos!». El reloj de Ionel Moța cuelga de su cadena, con un cristal roto, sobre el abrigo con salpicaduras de sangre sin coagular. Se detuvo. Son las cinco menos cuarto. Los colores de la bandera rumana se pueden ver a través del abrigo perforado y rasgado de Ionel Moța. Es nuestra bandera en la que estaba escrito: «Legión del Arcángel Miguel»… La había tomado para llevarla consigo, para ponerla en la punta de la bayoneta al atacar o marchar cuando conquistamos una ciudad. Con él esperábamos entrar en Madrid. Despliego la bandera y la extiendo sobre sus cuerpos».
«El subteniente se me acerca y me tira al suelo, detrás del parapeto. Me dice: «C’est la guerre!… Mala suerte»… El funeral de los dos legionarios causó una gran emoción en el país, pasando la caravana fúnebre por todas las provincias históricas, siendo recibida por decenas de miles de personas, sacerdotes y jerarcas de la Iglesia Ortodoxa. Francisco Veiga (n. 1958, Madrid), catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Autònoma de Barcelona, escribió en su tesis doctoral: «El susto fue enorme. La procesión recorría el centro de la ciudad, con una gigantesca cruz [viva] a la cabeza, formada por legionarios en uniforme, y cuatrocientos sacerdotes cantando salmos. Había varios cientos de campesinos presentes, y entre ellos los transilvanos hacían sonar acordes fúnebres profundos y lúgubres. También había representantes diplomáticos de estados y partidos totalitarios, e incluso soldados de la Guardia Real [para precisar que incluso un miembro de la Casa Real, el Príncipe Nicolás, era un discreto simpatizante de los legionarios].
CUBA. (Cuba Periodistas): «Con una conferencia magistral –en todo el sentido de la palabra– , el intelectual, cineasta y periodista Víctor Casaus Sánchez, director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, nos tomó de la mano para el conocimiento del quehacer del puertorriqueño de nacimiento y cubano de corazón, que apenas un mes de la revuelta golpista de Franco, en julio de 1936, destacó a un amigo la decisión: “He tenido una idea maravillosa. Me voy a España, a la revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo de los oprimidos” (…) que sumó a la intransigencia revolucionaria contra Gerardo Machado, la traición de Batista, por la cual sufrió presidio y persecución hasta su exilio en los Estados Unidos. Destacó Casaus la sagacidad del periodista y comisario político reflejada en sus crónicas extraordinarias y arengas antifascistas junto a los milicianos españoles, como testigo durante casi cuatro meses hasta que perdió la vida en combate en Majadahonda, cerca de Madrid«.
«Dos propuestas trascendieron en las reflexiones de periodistas camagüeyanos durante el evento teórico en torno a la vida y obra de Pablo de la Torriente Brau, en ocasión de los 86 años de la última página escrita por el intelectual, revolucionario y combatiente internacionalista en la defensa de la República Española, frente a la asonada fascista. En primer lugar, el organizador de este encuentro, el periodista Adolfo Silva Silva resumió el respaldo de los profesionales de la prensa en la provincia para sugerir a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) el otorgamiento postmorten la distinción “Maestro de Juventudes”, como uno de los referentes de la cultura cubana. Con todas las manos alzadas de periodistas y jóvenes creadores que acudieron a esta convocatoria en el Café Literario “La Comarca” de la sede de la AHS, en la ciudad de Camagüey, se aprobó la segunda iniciativa de conmemorar cada 19 de diciembre, en honor a este comisario político de las brigadas internacionales en España, como el “Día del periodista cubano internacionalista. En la cita, que a partir de ahora tendrá una frecuencia bianual, también se desarrollaron dos paneles sobre las huellas de Pablo de la Torriente en la historia del periodismo en Cuba, en el cual figuran, entre otros textos antológicos, “Presidio Modelo”, “Realengo 18”, “105 días preso”, y “Nuevitas. El saco roto”, escritos con los atributos transformadores, creativos y de investigación del periodismo requeridos en los sucesos informativos de la actualidad cubana. Como colofón, periodistas internacionalistas sostuvieron un encuentro con oficiales de la Región Militar Camagüey que devino un compromiso para difundir las historias y experiencias como parte de la formación integral de los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias».
CUBA (5 septiembre.cu): «Pablo de la Torriente Brau cayó luchando a favor de la República Española el 19 de diciembre de 1936, a solo cinco meses del golpe militar fascista del 17 de julio. En correspondencia dirigida a un amigo, dejó testimonio de su decisión, tomada con el entusiasmo y la fe en la victoria,: “He tenido una idea maravillosa. Me voy a España, a la revolución española. Estaré cuando ni Hitler ni Mussolini puedan sostenerse más y se lancen a la guerra, y entonces vendrá la batalla definitiva entre oprimidos y represores. Y asistiré, sea como sea, al gran triunfo de la revolución”. Al joven escritor y periodista en sus 35 años le hubiera bastado su obra literaria para consolidarse como figura sobresaliente de la narrativa en Cuba, pero también concibió la prosa para denunciar la traición de la Revolución del 33, de la que supo desenmascarar desde el inicio a su principal actor, el sargento Fulgencio Batista, quien engañó a muchos con sus poses populistas y de izquierda».
«Caracterizó al futuro dictado muy objetivamente y hasta prefiguró su acto final ante su derrota el primero de enero de 1959 al escribir: “tiene por otro lado, condiciones de demagogo; es orador y proyectista; conoce el secreto de la sonrisa y del brazo en alto; construye, roba y se pule. Desde otro ángulo, sin duda es inteligente. En caso de una revolución, si le dan tiempo, pertenece a los que tendrían preparado el avión para huir”. Primero contra el régimen machadista y luego bajo la primera dictadura de Batista tras derrocar el gobierno del presidente Grau San Martín, fruto de la Revolución del 33, Pablo participó con su acción y verbo en protestas estudiantiles, fue fundador del Directorio Estudiantil Universitario y conoció la clandestinidad, represión y el presidio. Exiliado en EE.UU. en julio de 1936, ante la asonada del general Francisco Franco contra la República española y el inicio de la guerra civil, partió a la nación ibérica como corresponsal de guerra pero lejos de establecerse en un seguro hotel de Madrid para seguir a distancia los enfrentamientos, su verdadera vocación lo llevaría a la primera línea del frente, como comisario político de un batallón de las Brigadas Internacionales. Menos de cuatro meses de estancia le bastaron para ganar el cariño y el respeto de sus compañeros de armas por su valentía. Fue reconocido, además, como excelente orador que no tenía rival en el lado falangista cuando el combate se trasladaba a la polémica de trinchera a trinchera».
«Pablo de la Torriente Brau llevó la instrucción al centro de las fuerzas que luchaban, editó una especie de periódico y nombró al poeta español Miguel Hernández como jefe del Departamento de Cultura de una brigada, al tiempo que escribió sus conocidas crónicas y testimonios que serían publicados póstumamente bajo el título «Peleando con los milicianos». Le nombraban «El Cubano» y no podía ser de otra forma, venía de Cuba y todas sus referencias lo vinculaban a la Isla. Conocer el detalle de que había nacido en Puerto Rico era demasiado pedir en la impronta que imponían los cortos espacios de diálogo entre combate y combate, cada vez más encarnizados y sangrientos. Su última batalla la libró el 19 diciembre de 1936, hace 86 años en Majadahonda, en las cercanías de la capital madrileña. Allí sus compañeros lo encontraron todavía con el cuerpo caliente entre las trincheras, en tierra de nadie, con un balazo en el pecho y las manos crispadas por el último esfuerzo que realizó para enterrar los documentos que llevaba. Fue trasladado a Alcalá de Henares, donde se le rindió tributo y le condecoraron con la insignia de capitán. Lo enterraron en el cementerio de Chamartín de la Rosa, en Madrid. Luego, al parecer, sus restos fueron enviados a Barcelona para embarcarlos rumbo a la Isla, lo que resultó imposible y lo sepultaron en una fosa común sin que hasta el presente se haya encontrado. Intelectual consecuente con sus ideas revolucionarias, optó por el fusil real, de ahí que su camarada de armas, el poeta Miguel Hernández, le dedicara su Elegía Segunda: «Pablo de la Torriente,/ has quedado en España/ y en mi alma caído;/ nunca se pondrá el sol sobre tu frente,/ heredará tu altura la montaña/ y tu valor el toro del bramido./ De una forma vestida de preclara, has perdido las plumas y los besos,/con el sol español puesto en la cara, y el de Cuba en los huesos».
Si tienen nostalgia, si quieren luchar, se pueden ir voluntarios a Ucrania.