Alaska, que tiene casa en Boadilla comprada a la actriz Bibiana Fernández, ha heredado su fuerte apego a la libertad de sus padres: “Mi familia materna es de Cuba. La libertad de movimiento es una de las más importantes, que tú puedas ir a Majadahonda si quieres o no volver a salir de tu casa. Cuando eso no existe, ¿de qué hablamos?”

LIDIA GARCIA. La entrevista que ha concedido la cantante Olvido Gara Jova (Ciudad de México, 13 de junio de 1963), más conocida por su nombre artístico “Alaska”, a la revista «Vanity Fair» este 12 de junio (2023) a cargo de la periodista Paloma Simón, ha obtenido una gran resonancia. Numerosos medios de comunicación la han reproducido por su desparpajo, espontaneidad y sinceridad. Y además cita a Majadahonda y la pone como ejemplo por esa libertad de movimientos, de poder moverse entre Majadahonda y Boadilla, algo que a veces se olvida pero que es un deseo inalcanzable en países como su Cuba natal, donde una dictadura oprime a sus ciudadanos mientras deja libertad absoluta a los turistas que sí pueden disfrutar de ella a cambio de sus divisas. Y es que Alaska, que tiene casa en Boadilla comprada a la actriz Bibiana Fernández, ha heredado su fuerte apego a la libertad de sus padres. “Mi familia materna es de Cuba. Yo crecí escuchando: “El mes que viene se pueden mandar cajas con ropa”. “Ay, ponle unas gafas a papá, que no ve”. “Un suéter que viene el invierno”. Y pasaban tres meses y no les había llegado nada. Lo he visto. A mí nadie me tiene que contar nada. A veces es muy complicado opinar solo sobre lo que leemos en los medios. Pero yo como lo he vivido… Es tan fácil como preguntarme: “¿Pudo mi abuelo viajar a conocerme cuando quiso?”. No. Pues ya está. No hay más que decir. La libertad de movimiento es una de las más importantes, que tú puedas ir a Majadahonda si quieres o no volver a salir de tu casa. Cuando eso no existe, ¿de qué hablamos?”, se pregunta. No es una cuestión de política, porque conoce testimonios directos de ambos lados. “Mi padre, exiliado republicano, quiso volver a España. Pero no se dio cuenta de que llevaba 40 años fuera y el mundo que recordaba no existía. Se marchó corriendo a México”, evoca. América y Manuel Gara se separaron cuando ella tenía 12 años. Al poco ella ya andaba por el Rastro, lista para convertirse en una de las musas indiscutibles de la escena underground.


Paloma Simón

¿Es usted una señora de derechas?. —No. Pero progresista tampoco. Estamos hablando de términos del XIX. ¿En qué siglo estamos? Las cosas funcionan de otra forma. Yo no quiero conservar nada. Y mira que soy como anticuaria, y me parece maravilloso todo lo que ya ha existido. Pero no es mi fin en la vida. Tampoco soy una señora de izquierdas. Alaska es Alaska. En los noventa desaparecimos. Dejamos Dinarama, empezamos Fangoria, después del primer álbum rompimos con la discográfica. Nos editábamos los discos. Pasamos del millón a los 500 ejemplares. Hacíamos lo que queríamos, como siempre, pero no existíamos salvo para los 200 miembros de nuestro club de fans. Así estuvimos casi 10 años. No nos llamaba nadie para tocar, así que si queríamos dar un concierto nos alquilábamos nosotros la sala. Pinchábamos para pagar el alquiler. Con esto quiero decir que si tú quieres seguir, sigues”. En 1999 lanzan «Una temporada en el infierno». Fue un éxito. La crítica especializada lo considera aun hoy como uno de los mejores discos de esa década. “El título refleja el momento que vivíamos. Por primera vez en ocho años alguien nos pagaba un álbum, Subterfuge”. En la discográfica indie ponen a un tal Mario Vaquerizo a llevarles la carrera. “Mario tiene mucho que ver con el sitio en el que se ha colocado Fangoria. Nacho Canut y yo somos poco dados a pedir opinión. Pero tenemos muy buena sintonía con él. Por ejemplo, nos convenció para que grabásemos «Miro la vida pasar». Es una cosa rara porque él es al mismo tiempo fan, mánager, mi marido, amigo de Nacho. Pero hay una relación profesional muy clara. Y muy seria”.


«Ya cansa un poquito la tontería esa de que si Mario es gay. Como gracia, está bien. Y vuelvo a lo de antes: no te creas que son los señores garrulos con boina los que dicen eso. No tienen ese pensamiento, curiosamente»

¿Le molesta que critiquen a su marido?. —No me gusta que se metan con la gente que quiero, y más si leo cosas que no son verdad. Corres el peligro ese de querer contestar, que es lo último que hay que hacer. ¿Qué es lo que más le duele?. —Ya cansa un poquito la tontería esa de que si Mario es gay. Como gracia, está bien. Y vuelvo a lo de antes: no te creas que son los señores garrulos con boina los que dicen eso. No tienen ese pensamiento, curiosamente. Llega un momento en que te preguntas: “Entonces, ¿qué me estás llamando a mí? ¿Pobre desgraciada? ¿Que me conformo con nada?”. No me molesta que me lo preguntes la primera vez, pero si insistes te mando a la mierda. Y ya estamos llegando a ese punto. Como Fernando Fernán Gómez, otro gran ídolo. Pero no tengo su carácter. ¿Tiene enemigos?. —Seguro. No me consta. Y aunque me constaran: como si no existieran. ¿Cómo se ve dentro de 60 años?. —No me veo. No le doy valor a la juventud, tampoco a la ancianidad. Escogería un punto intermedio entre los 40 y los 70, pero la vida no es así. Que me quede como estoy.

Hablando de sobrevivir, ¿cómo ha sido su relación con las drogas?. —Todo el mundo tiene empatía hacia ciertas sustancias. La mía es la comida. Mi relación con ella es de adicta. Entiendo el papel de las drogas de mi entorno. Pero a mí nunca me ha fascinado ni el caballo, ni la cocaína, ni los porros. O el alcohol. Cuando me dicen: “Bueno, ¡es que ha sido super- guay, qué fuerte!”… A mí no me han gustado. A quien le vengan bien, hay drogas que amplían la expansión mental y son maravillosas. El problema es cómo elige afrontarlo cada uno. ¿Quiénes fueron sus amores de entonces?. —La gente del entorno, lógicamente. Yo en aquella época pensaba que me gustaban las personas más mayores. Los de 27 ya nos lo parecían: Pedro, Blanquita Sánchez, Juan Pérez de Ayala… Los encontrábamos bastante más interesantes que a los de nuestra edad porque podíamos hablar con ellos de Nueva York, de la Velvet Underground, de Bowie, de Truman Capote, de Bob Colacello. ¿Es de las que piensan que entonces había más libertad?. —No. Estamos hablando del 77, que no fue como el 78 para nada, y el 80 no tuvo nada que ver con el 87, ya ni te hablo del 85 respecto del 82. Todo se movía muy rápido. Hace unos días Loquillo recordaba en una entrevista que la llamaban puta en el autobús. —Sí. Y cuando dabas de repente un concierto en un pueblo… Esto era así. Se piensa siempre que ese insulto era del garrulo. A lo mejor era el intelectual, cuidado. Pensamos en un señor con boina, que era lo que había. No. Los señores con boina normalmente no decían nada. Los peores eran los guais del pueblo. Hombres y mujeres.

¿La han esnobeado alguna vez?. —Por supuesto. Cuando éramos adolescentes y ya teníamos un grupo notábamos el desprecio de esos que, según ellos, no son clasistas. Son superprogres y superguais, y nos miraban mal. Nos extrañan las muestras de cariño y de aceptación porque tenemos el “te parece que vamos vestidos no sé cómo” muy interiorizado. La gente guay es muuy chunga, pero Nacho y yo en lugar de callarnos nos rebelábamos. ¿Que nos preguntaban que cómo nos podían gustar Stephen King o el Diez Minutos? ¡Pues contestábamos que solo leíamos eso! ¿Le ha dicho algún amigo que no vaya al programa de Federico Jiménez Losantos?. —Amigos no, porque si me conocen saben que no tienen que meterse donde no los llaman. Y entienden que yo voy a hablar de lo que me gusta con quien me siento a gusto. No hay nada, nada, que decir. Como si voy al Wanda Metropolitano a hablar del Atlético de Madrid. Lea la entrevista completa pinchando aquí.

 

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