Esther y su hija Alejandra: ambas viven en Majadahonda y explican la convivencia con el autismo

LIDIA GARCIA. «Alejandra tiene 17 años. Respira, camina, come y le divierte una tarde en el campo. Lo cotidiano, aunque parezca pequeño o llegue lento, en ella es un privilegio después de superar sus dos primeros años de vida cargados de dolencias y molestias. «Le detectaron autismo a punto de cumplir 3 y, puede sonar paradójico, pero el diagnóstico, devastador para la mayoría de las familias, resultó una noticia reconfortante: nuestra hija iba a seguir viva», explica la madre, Esther. La periodista Marian Benito quiso ser jueza,» pero me desvié espontáneamente del Derecho al Periodismo, donde llevo tres décadas. Me fascina el cerebro humano y sigo con pasión todo lo que se descubre sobre cómo funciona. He publicado varios libros». Y un espléndido reportaje sobre «una vecina de la localidad madrileña de Majadahonda, quien a sus 48 años ha aprendido a disfrutar de una felicidad reservada a los sabios que Séneca resumió, hace ya dos mil años, en pocas palabras: contentarse con la suerte que a uno le toca, sea cual sea y sin desear lo que no tiene. Quizás ni siquiera la felicidad esté entre los propósitos de Esther. La enfermedad de su hija le hace reflexionar mucho y buena parte de sus pensamientos se quedan en puntos suspensivos». Y se pregunta: «¿Qué pasa por la cabeza de Alejandra cuando sonríe? ¿Qué sensación despierta en ella un determinado aroma? ¿Por qué tan pronto es cariñosa como irascible? ¿Qué ocurre en su cerebro?». Y las respuesta las da en la revista «Uppers» con el título «Vivir con un hijo autista: el dolor de no saber quién le atará los zapatos mañana: «Por mucho que digan que el dolor dignifica, la verdadera grandeza de Esther es enfrentarse a la realidad de su hogar todos los días. «Alejandra -dice- no es una persona autónoma. A pesar de la estimulación recibida, nunca podrá integrarse en la sociedad. La amo con toda mi fuerza y asumí la enfermedad desde el primer momento como un aprendizaje continuo que me lleva a procurar su bienestar en ese mundo que solo ella conoce sin ni siquiera ser capaz de comprender».


Marian Benito

Sus pensamientos acaban en puntos suspensivos: «La enfermedad de Alejandra es una condición neurológica y de desarrollo que afecta a las capacidades del cerebro para desarrollar habilidades de comunicación e interacción social. El 1% de los recién nacidos presentan algún trastorno del espectro autista (TEA). Según datos de la confederación Autismo España, casi el 94% de adultos con la enfermedad disponen de un certificado de discapacidad y un alto porcentaje está en situación de dependencia. Independientemente del grado y de cómo se sitúe dentro del espectro, afecta siempre a las habilidades sociales, la capacidad de comunicación y de interacción y a su percepción del mundo», señala el artículo. El 90% de los adultos carece de empleo. Lea el reportaje completo.

Majadahonda Magazin