IRIS PRESS. En un artículo reciente, José Félix Tezanos (Temas, septiembre-octubre, 2020) reflexionaba acerca de “la pandemia como un reto adaptativo” donde expresaba: “La pandemia de la covid-19 ha suscitado la necesidad de emprender cambios sociales adaptativos a múltiples ámbitos, acompañados de reformas profundas en los sistemas sanitarios y de prevención social, con especial atención a los sectores más débiles de la sociedad. Las nuevas sensaciones de inseguridad, unidas a las frustraciones y disfunciones que generan los aislamientos terapéuticos, pueden acabar dando lugar a patologías sociales y de la personalidad que incidirán negativamente en la vida social, tomando conciencia que pasamos de estar basados en altos grados de interactividad social, y ahora estar abocados a un nuevo tipo de “sociedad de riesgo” a gran escala”. De una u otro forma, Tezanos nos sitúa ante un planteamiento del abordaje sanitario que debe modificar sus planteamientos de partida: no basta encarar los procesos de pérdida de la salud, ni siquiera la mera formulación preventivista sería suficiente, por lo tanto nos debiera plantear una nueva forma de abordar las relaciones salud-enfermedad en este conflictivo mundo de nuevas interacciones sociales.


Ese nuevo rumbo parte de lo que en Salud Pública se viene investigando como “los determinantes de salud”. En el estudio de salud español de 2014 se siguió el esquema de Lalonde y se obtuvieron unos resultados de sumo interés. El mayor peso de los determinantes se encuentra en los estilos de vida, que tienen una influencia cercana a la mitad del impacto (40%) y que influyen de forma muy determinante sobre los factores de tipo constitucional, biológicos y genéticos, que suponen casi un tercio (30%) del impacto sobre el proceso salud-enfermedad. El medio ambiente tiene una importancia del 20%, siendo tres veces más importante el ambiente socio-cultural (15%) que el ambiente físico (5%). Por fin, el 10% se refiere a los cuidados de salud.

La actual pandemia nos pone en evidencia, de forma manifiesta, este esquema referencial de los determinantes de salud donde los contenidos socio-sanitarios como los «estilos de vida» y el «medio ambiente» adquieren, nada menos, el 60% de peso a la hora de determinar la evolución del proceso salud-enfermedad. En este impacto influyen fundamentalmente factores sociológicos (económicos y culturales) y aspectos de la salud mental (relacionales, perceptivos y comportamentales). Este nuevo enfoque hace que nos posicionemos ante la pandemia de otra forma y sepamos complementar, modelar y modular las acciones de salud pública, de tal suerte que terminen siendo funcionales y con una amplia base científico-técnica basada en la evidencia científica.

El determinante de salud con mayor impacto se corresponde con los estilos de vida (40%). Es importante evaluar el impacto de este determinante en España: la población tiene una gran movilidad, tanto por trabajo como por razones familiares, por lo tanto, los estilos de vida son muy abiertos e interactivos (ocio nocturno, fiestas familiares y de amistades, ocio joven dinámico, traslados entre comunidades, formas de expresar las emociones y los afectos). La TV de Alemania ha dedicado un programa con el fin de analizar la razón por la que España tenía tan elevada transmisión, tantos afectados y habían sucedido tantos fallecimientos. La conclusión del programa fue: los estilos de vida en España era muy diferentes a los del norte de Europa y favorecían sobremanera la transmisión del virus, puesto que se mezclaban con aspectos socieoeconómicos (concentración poblacional en las ciudades, viviendas de escasas dimensiones, salarios bajos y precariedad laboral). Señalaba el programa que no se habían contemplado estos factores de forma seria y que tendrían una repercusión fundamental en el abordaje en la época postcovid o se conseguiría el abordaje riguroso de la situación creada por la pandemia, lo que incidiría en incrementar la vulnerabilidad en caso de repetición de otras situaciones de salud similares. Recordamos aquí lo expresado en un artículo precedente sobre la movilidad laboral en la Comunidad de Madrid que circulaba del sur (lugar de vivienda) al norte (lugar de trabajo).

El segundo grupo de determinantes hace referencia a los factores de tipo biológico y genéticos (30%). En el caso de Covid-19 han venido muy bien definidos por la edad de los infectados, de tal suerte que en edades superiores a los 65 años el riesgo de complicaciones severas y de muerte era muy superior a otras etapas de la vida. A ello se sumaba el padecimiento de procesos crónicos de tipo respiratorio o cardiológico, afecciones que disminuyen la respuesta inmunitaria u otro tipo de afecciones crónicas. El abordaje de estos determinantes nos confronta con la atención socio-sanitaria que reciben las personas mayores y la transformación sanitaria de las residencias de personas mayores, disminuir el hacinamiento de estos dispositivos. La identificación de estos riesgos también nos sitúa ante la diferencia de evolución de estas afecciones crónicas según las diferentes clases sociales por las diferencias nutricionales, el hábitat y los cuidados recibidos. De igual forma hay que contemplar que España es el país más longevo de Europa, lo que facilita la existencia de comorbilidades diversas de tipo respiratorio, cardiológico, endocrinológico, traumatológico, tumoral o de otro tipo, lo que comporta múltiples tipos de tratamientos para estas multipatologías con sus interacciones posibles.

El 20% de impacto hace referencia a los factores relacionados con el contexto social que, a su vez, lo integran dos subgrupos: el ambiente socio-cultural (15%) y el entorno físico (5%). En ellos se ve claramente el impacto de la clase social o, si se prefiere, del contexto socio-económico-cultural que en la pandemia por Covid-19 ha existido. En la Comunidad de Madrid el Gobierno conservador de Isabel Díaz Ayuso (IDA) había cerrado Centros de Atención Primaria y sus correspondientes servicios de urgencia, en los barrios del sur de Madrid (Usera, Villaverde, Vallecas, Carabanchel) o poblaciones del sur (Móstoles, Alcorcón, Parla, Fuenlabrada, Getafe). En esos lugares las residencias de mayores tenían peores condiciones y allí la segunda oleada determinó que los contagios se elevaron muy por encima de los 600-700 contagios por 100.000 habitantes. IDA optó por un confinamiento perimetral de esos barrios que representaba una verdadera segregación. Los barrios de la clase alta (Salamanca, La Moraleja, Chamartín) o poblaciones del Oeste (Aravaca, Pozuelo, Majadahonda) tenían una tasa menor y las precauciones del Gobierno de Madrid han sido más patentes, a pesar de las múltiples provocaciones y transgresiones a las normas realizadas, por ejemplo, en el barrio de Salamanca. Último capítulo: «La Comunidad de Madrid no opta por las personas, sino que ha optado descaradamente por la economía» (y II)

Majadahonda Magazin