MANUEL MARÍN. Con el estado de alarma, ya no encubierto sino rubricado con nocturnidad, un madrileño de Pozuelo de Alarcón, de Boadilla del Monte o de Majadahonda podrá pasar el fin de semana en Navacerrada. Incluso, en Galapagar. Sin embargo, uno de Parla, de Vallecas o de Alcobendas, no. A bote pronto, y sin necesidad de analizar en profundidad el BOE, surgen dos preguntas tras la imposición del Gobierno de un estado de alarma exclusivo para Madrid. Si de lo que se trataba es de reafirmar, y no modificar, las medidas restrictivas de movilidad por áreas sanitarias adoptadas por el Ejecutivo regional de Isabel Díaz Ayuso hace unas semanas, ¿qué sentido tiene decretar un estado de alarma de forma tan improvisada y urgente?


Manuel Marín

Las medidas de seguridad policial para evitar un éxodo masivo por el puente de El Pilar estaban vigentes, y lo único que quedó en evidencia es la orden ministerial del 30 de septiembre del titular de Sanidad, Salvador Illa. La readaptación de esas medidas conforme a la legalidad vigente era lo que estaba poniendo en práctica Díaz Ayuso, y sin embargo el estado de alarma no hace sino ratificar que esas decisiones estaban correctamente adoptadas. En segundo lugar, el propio Gobierno de Pedro Sánchez ha desmentido su propio mantra ideológico de los últimos días. Bien se habían encargado los alcaldes socialistas de Madrid, Podemos y Mas Madrid, partido de Íñigo Errejón, de denunciar que las decisiones tomadas por Díaz Ayuso eran clasistas. Que se confinaba perimetralmente a los barrios más humildes y de menos poder adquisitivo, mientras los barrios «ricos» podían disfrutar de su derecho a la libre circulación porque la derecha les protegía. Bien. Con el estado de alarma, ya no encubierto sino rubricado con nocturnidad, un madrileño de Pozuelo de Alarcón, de Boadilla del Monte o de Majadahonda podrá pasar el fin de semana en Navacerrada. Incluso, en Galapagar. Sin embargo, uno de Parla, de Vallecas o de Alcobendas, no. Orden de un Gobierno progresista compuesto por el PSOE y Podemos. A esta hora, el silencio de los alcaldes socialistas resulta sospechoso. Es lo que tiene la demagogia. Artículo publicado en el diario ABC.

 

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