GUZMÁN BURILLO MORILLO. Este artículo ha sido el ganador del Premio Francisco Umbral de columnismo escolar. Lo escribió un joven alumno del Instituto Margarita Salas. Y lo acompañamos con la crónica del acto por el periodista J. M. Plaza: «Recuerdo un día de colegio, cuando era pequeño y tenía unos siete años, que mi profesora de entonces nos mandó de deberes para Navidad: leer «Los tres cerditos». A mí, como a la mayoría de los niños, no nos gustaba nada leer; prefería salir por ahí, ir a jugar al parque, al balón… Mi madre, que me comprendía muy bien, me decía que a ella tampoco le gustaba leer de pequeña, pero que a medida que tuvo que hacerlo, le cogió cierto gusto. Yo no quería escuchar lo que me decía sobre lo que ella llamaba «la magia de la lectura», ya que yo pensaba que ella tan solo quería que cogiera el hábito de la lectura. Pero no fue hasta llegar al instituto, donde leer como deberes es algo regular, cuando me empecé a aficionar a la lectura. Al principio, solo intentaba leer deprisa, incluso de tres en tres palabras, para acabar lo antes posible. No prestaba atención a lo que leía, y cuando se me preguntaba sobre lo leído, sólo recordaba palabras sueltas sin ninguna relación entre ellas. Esto me obligaba a releer el libro de buena manera, lo que me hizo descubrir, poco a poco, las ventajas de la lectura. Tras esto, aparte de la lectura por obligación, poco a poco me fui aficionando a la lectura por gusto en mis ratos libres. Ahora que soy mayor, entiendo lo que me decía mi madre: leer no es solo un entretenimiento para los que saben disfrutarlo, sino que te aporta múltiples habilidades, como la fluidez al escribir y al hablar, el enriquecimiento de tu vocabulario, que te permite expresarte con propiedad… Pero no únicamente ventajas en ese aspecto; también te cultiva interiormente, te permite viajar, mentalmente, tanto en el tiempo como en el espacio, te desarrolla la capacidad de empatía para ponerte en la piel de los personajes, así como es relativamente barato comparado con las «moderneces» de hoy en día. No es simplemente conocer la historia de Miguel Strogoff y Nadia, sino que la lectura nos hace viajar por la Rusia imperial del siglo XIX y ponernos en la piel de los personajes, poder comprender su punto de vista, sus sentimientos, sus pensamientos a lo largo de toda la historia… Cierto es que, hoy en día, existen numerosos entretenimientos, pero siempre se considerará al libro de los mejores amigos del hombre; un amigo que nunca defrauda, que siempre estará disponible y que, además, se aprende con él».
Crónica de J.M. Plaza en “El Mundo” (fotografía Javier Cuesta): “Francisco Umbral revive a Miguel de Cervantes y viceversa. Sobre el escenario de la Casa de Cultura de Majadahonda, dos retratos de ambos escritores presiden el decorado de una obra de teatro. Don Quijote se asombra de estar ya en el siglo XXI y se interroga sobre la trascendencia, sobre su autor y sobre él mismo. En un rincón de ese escenario, un escritor de hoy, sentado en un sofá, lee con voz grave: «El Quijote es una novela a dos voces, un relato duplicado donde cada episodio, cada sorpresa es pasada primero por el filtro grueso, tosco y verídico del escudero. O bien al revés. Mediante este juego comprobamos que lo que es verdad en una voz es mentira a la otra, y a la inversa…». El escritor arroja con indolencia la hoja al suelo y luego seguirá leyendo mientras don Quijote se vuelve a preguntar: «¿quién soy yo?». Esta escena, representada por cuatro actores (luego aparecerán Dulcinea bailando y una violinista) del Instituto Carlos Bousoño sirvió para enmarcar la entrega del premio de columnismo Francisco Umbral para estudiantes, que patrocina el Ayuntamiento de Majadahonda y la Fundación del escritor. El galardón recayó en Guzmán Burillo Morillo, alumno de Primero de Bachillerato del Instituto Margarita Salas por su artículo «Mi amigo el libro». El premio, escultura, diploma y un ejemplar de «Mortal y rosa» fue entregado por el alcalde, Narciso de Foxá y la presidenta de la Fundación Umbral, España Suárez en un acto en el que estuvieron presentes cientos de alumnos de Bachillerato que, de un modo indirecto, se han asomado al mundo del autor de «Travesía de Madrid». Una de las funciones de la Fundación Francisco Umbral es la de proteger y divulgar el legado del escritor, pero también, entre sus fines, pretende promover el interés por el periodismo y la literatura desde los jóvenes.
De ahí surgió la idea de los talleres literarios en los institutos de Majadahonda, donde el periodista y escritor Jesús Nieto les habla de la prensa y de cómo hacer una buena columna. «Lo primero que les cuento», señala Nieto, «es lo que solía repetir Umbral, citando a uno de sus maestros, González Ruano, de que una columna es como una morcilla: tiene que estar bien cerrada y, por lo tanto, el principio y el final son lo importante». El premiado, Guzmán Burillo, ha confesado que trató de seguir los consejos que le dieron en el taller para su columna. «Elegí el tema del libro y la importancia de la lectura porque me he dado cuenta de que los jóvenes no solemos leer mucho, y al mirar a mi entorno vi que mis primos y mis amigos dedican más tiempo a ver la televisión o a los videojuegos». Estas tentaciones también le atraparon al premiado, que tuvo que recorrer un largo camino hasta aficionarse a la lectura. «Los libros que nos mandan en el colegio, por lo general, no son los más apasionantes. Y en el Bachillerato es peor, porque están escritos en un lenguaje de hace siglos y no se entienden bien». Entre los últimos libros recomendados por los profesores recuerda «El hereje», de Miguel Delibes, cuyo lenguaje era rico y accesible, pero no le interesaba nada, como al resto de sus compañeros, una oscura historia situada en el siglo XVI. «Siempre he preferido el fútbol, pero un día empecé a leer a Julio Verne y luego a Agatha Christie y me fui aficionando a la lectura. Me gustan los libros de aventuras y de misterio, los libros que tengan acción y pasen cosas». Es lo que piden los jóvenes. Y la literatura es una forma de vivir otras vidas. En ello anduvo Cervantes, y así lo rememora Francisco Umbral, y se contempló en la representación escénica de C. B. Teatro, dirigido por la profesora Hitos Hurtado. «Don Quijote nunca hemos creído que estuviera loco. Llegado a los cincuenta, Alonso Quijano decide que hay que pegar el salto, que ha empezado para él la vejez, que empieza a ser un hombre desapasionado y que necesita inventarse las pasiones que ya no siente, o solo de manera muy tibia. Los sueños de aventura, gloria, combate, justicia y otras noblezas. Alonso se inventa la vida que nunca ha tenido o que le va faltando. El hombre ha de estar siempre inventándose pasiones».